Parafraseando a Publio Terencio Africano diré que: Soy hombre y por lo tanto nada de lo humano y de todo ser viviente que viva en la tierra y en el universo me es indiferente y ajeno a mi vida.
Como dijo Anaxágoras: Todo tiene que ver con todo.








martes, 28 de septiembre de 2010

Un viaje a la esperanza - Segunda parte -

             Un viaje a la Esperanza


        Salir de la Pobreza con Trabajo y Dignidad

Jesús María Silveyra

fotos: blog de Jesús María Silveyra.

Primera parte: Tener trabajados y ordenados los puntos correspondientes a la parte primera del libro en la carpeta de catequesis en el apartado correspondiente al libro.

-Segunda parte-

I- Leer con la familia(o alguno de ellos) el capítulo I. Realizar y escribir los comentarios sobre este capítulo.

II-Resumir el capítulo dos (2). Buscar una explicación de la frase “Servir y no ser servido”, ejemplificando con lo leído en el texto.

III- Leer los textos de Mt. 25, 34-4 y Lc. 4, 16-21

Buscar los ejemplos de este capítulo dónde se puede ver lo escrito en los Evangelios en la obra emprendida por el P. Opeka.

IV- Generar seis preguntas a partir de la lectura de este capítulo.

V- ¿Cuáles son los motivos de redactar reglas y para qué sirven las mismas?

¿Qué método se utilizó para redactar y establecer dichas reglas?

Leyendo las Reglas realizar un cuadro que contenga los siguiente puntos:

Las reglas; ¿A quién se dirige? - ¿Qué recomiendan? - ¿Qué previenen? - ¿Qué aconsejan? - ¿Qué prohíben?

VI- Este capítulo se divide en dos partes: la primera es histórica, luego de leerla ver algunas similitudes con nuestro país, marcarlas.

La segunda parte nos sirve para explicar la siguiente frase:”Dentro del país somos como una gota de agua, pero una gota fuerte que cuando le cae en la cabeza a algún político le debe doler.”

VII- El autor se despierta temprano y sale a caminar. Escribir lo que va observando –ver los contrastes que descubre al mirar a su alrededor.

VIII- ¿Cuáles son los hechos más importantes que se relatan en este capítulo?


domingo, 26 de septiembre de 2010

Patricia Sosa - APRENDER A VOLAR - Entrevista y Videoclip -

Para escuchar con el corazón y después con los ojos y oídos... para compartir la vida... dedicada a tanta gente linda que comparte sus dones con los que necesitan...tuve hambre y me distes de comer, tuve sed y me distes de beber, estaba sólo y me hicistes compañia, necesitaba ser escuchado y me escuchastes, estaba.... y ahí estaba vos.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Un viaje a la esperanza - Capítulo 2 -

Por razones ajenas al trabajo docente, la guía que corresponde al capítulo 2 estará disponible a partir del día lunes 27 de setiembre por la tarde. No obstante dicha guía fue entregada en clase y cada uno debería tenerla entre sus materiales de trabajo. Recordando que la semana que viene nos dedicaremos a finalizar la misma y hacer entrega de lo trabajado.
Deseando un Feliz Fin de Semana, los saludo con afecto hasta el próximo encuentro. Sergio.

Un viaje a la esperanza - Capítulo 1 - Guía -

UN VIAJE A LA ESPERANZA



Jesús María Silveyra

 -Editorial Lumen-

Te sugiero navegar en estos dos sitios y luego leer los capítulos de libro. También te invito a compartir lo leído con tu familia.



Las fotos pertenecen al blog: http://silveyra.blogspot.com/

Nota: el material aquí publicado se puede usar libremente, siempre nombrando la fuente. Gracias.

Capitulo 1
1. ¿Qué motivos llevaron al autor del libro a iniciar el viaje hacia Madagascar? ¿Qué temores tenía?

2. ¿Cómo fue recibido a su llegada a Madagascar?

3. ¿Cuáles fueron las primeras palabras aprendidas a su llegada?

Capitulo 2
1. Comentar la frase: “La pobreza no es una fatalidad del destino, es algo producido por los hombres".

2. ¿Qué significa el apellido Opeka?

3. ¿Cómo se llama el sacerdote? ¿Cuál es su origen-nacionalidad? ¿A qué congregación religiosa pertenece?

4. ¿Cómo conoce el autor –Silveyra- la existencia y obra del P. Opeka?

5. Escribir los datos esenciales del autor de libro.

Capitulo 3
1. De la vida del papá del P. Opeka: mencionar aquellos momentos más significativos e importantes que son narrados.

Capitulo 4
En este capitulo se nos cuenta la vida del papá del P. Opeka: Narrar los momentos más significativos e importantes de lo vivido por Luis Opeka. (relacionar con el tema del holocausto).


Capítulo 5
1. ¿Quién es el Padre Roque y qué tareas realiza?

2. Describe las características que va observando el autor en su camino hacia la ciudad de Andralanitra.

3. Sobre qué lugar fue fundada la ciudad de Andralanitra y qué contrastes se pueden observar con respeto al recorrido realizado en el camino que conduce a la misma.

Capítulo 6
1. Escribir los principales hechos de la vida de la mamá del P. Opeka.

2. ¿En qué lugar se conocieron los papás del P. Opeka?

3. ¿Cómo se conocieron?

4. ¿Cómo llegaron a la Argentina? (ver la relación con lo trabajado en “Nuestros raíces”).

Capítulo 7
1. ¿Qué datos va recogiendo el autor (Jesús M. Silveyra) a su llegada a Akamasoa?

2. ¿Qué le llama la atención de ese lugar?

3. ¿Qué lo incomoda y cómo resuelve estas incomodidades?

Capítulo 8
1. ¿Cuáles son los aspectos más destacados de la vida escolar y religiosa del Padre Opeka?

2. ¿Cómo vivían y qué tareas realizaban Luis y María cuando recién se habían casado?

3. ¿Cómo llegaron a Ramos Mejía?

4. ¿Qué actitudes religiosas tenían las familias?

5. ¿Cómo eran las expresiones religiosas de la comunidad eslovena?

6. ¿Cuáles eran las grandes pasiones del joven Pedro Opeka y cómo resuelve el conflicto que ellas producen en su vida?

7. ¿Cuál es según Pedro Opeka la mejor manera de ayudar a los pobres?

8. Para vos: ¿Cómo se puede ayudar a los que necesitan?

Capítulo 9
1. ¿Qué elementos va rescatando el autor del libro sobre los niños de Madagascar? (oraciones, gestos, historias personales, palabras)

Capítulo 10
1. Investigar qué es el Concilio Vaticano II

2. ¿Hacia dónde viaja Pedro y para qué lo hace?

3. ¿Qué ciudades importantes recorre y qué rescata de cada una de ellas?

4. ¿Qué características presenta Eslovenia –el país de sus padres? (describir la ciudad y su gente).

5. ¿Cómo piensa Pedro que debía ser un sacerdote?

6. ¿En lugar se ordenó sacerdote y por qué?

Capítulo 11
1. ¿Qué actitud tienen los niños con el autor?

2. ¿Cómo es la vida en el basural?

3. ¿Qué tareas realizan las mujeres?

4. ¿Qué esperan esas familias?

5. ¿Qué buscan en la basura?

6. ¿Por qué hay niños trabajando en el basural?

7. ¿Qué opinas del trabajo de los niños en el basural y por qué?

Capítulo 12
1. ¿Cómo describe Pedro a la población y a la situación de Vangaindrano cuando llega por primera vez en el año 1970?

2. ¿Cuál es la primera actividad que realiza para acercase a la gente?

3. ¿Qué significa que el hombre es un ser lúdico?

4. Antes de ordenarse sacerdote, Pedro viaja por distintas partes del mundo: nombrar esos países o ciudades, elegir una de las historias que él ha vivido y narrarla.

Capítulo 13
1. Describir el basural.

2. ¿Qué reciben los habitantes de ese lugar?

3. ¿Cuántos lugares y qué cantidad de personas recibe ayuda del proyecto del P. Opeka?

4. Nombrar las enfermedades que son más frecuentes en esa comunidad.

5. ¿Cómo describe el tema del trabajo el P. Opeka?

6. ¿Qué actividades se realizan en las canteras?

7. ¿Qué objetivos cumplen los talleres?

Capitulo 14
1. ¿Cómo es descripta la misericordia por el P. Pedro?

2. ¿Qué acciones va realizando en Vangaindrano?

3. ¿Cómo predica él: ejemplo o palabra? Justificar la que corresponde.

4. Para Pedro ¿es fácil la vida?

5. Para vos: ¿Qué es la vida? y ¿Cómo la vivís hasta ahora?

AL MAESTRO CON CARIÑO -PALABRAS PARA MI AMIGO PEDRO ARMANO-

AL MAESTRO CON CARIÑO

LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER
CUANDO UN AMIGO SE VA
“A USTEDES LOS HE LLAMADOS AMIGOS…” Juan 15, 15 b.

A Pedro le cabrían todos los títulos, sin excepción. El me diría, como buen profesor de Técnica Periodística, que una nota sólo debería tener un título.

En mayo de 1989 fui al Instituto Santa Cruz motivado por mi amigo Hernán para hablar con la Hermana Christillá y presentarme para ser docente en el equipo de catequesis.
Me atendió un hombre que me presentaron como Pedro Armano, vicedirector del Instituto Santa Cruz. Tuvimos una afable charla, fue claro, preciso y me dijo que me tendrían en cuenta apenas se diera la posibilidad de una vacante. Había nacido una simple empatía. Ambos coincidíamos en haber estudiado magisterio en el Mariano Acosta y algún gusto por la palabra escrita.
Sostuvimos más de 20 años de amistad, siempre lo trate de usted. Por qué me preguntan algunos: por afecto, por cariño, por respeto, porque era una forma de relacionarnos casi de intelectuales, una relación entre el maestro y el discípulo.
¿De qué hablábamos? De todos los temas que atañen a la vida de los seres humanos.
Un día saca unos papeles y me dice que son unos cuentos que él había escrito y que le gustaría que los leyera y le diera mi parecer. Descubrí un Pedro distinto que se daba a conocer a través de su palabra, de su imaginación. Por ahí andan copias de esos cuentos. Lo alenté a publicarlos, su timidez y su exactitud rigurosa con la palabra escrita creo que no permitieron en ese momento darlos a la luz
No toleraba que una nota escrita por cualquier miembro del colegio tuviera errores de ortografía, sostenía que los maestros debían escribir bien.
No voy a describir todo lo que siempre nos alentó a trabajar, a innovar, a estar con los pibes porque sería demasiado largo. Era prudente, sereno, pensaba mucho antes de decir algo. A veces le ganaba la ironía, fina y exquisita, e hilvanaba palabras que él deseaba pudieran quedar picando en el interlocutor.
No puedo separar, en la vida escolar, a Pedro de Jorge. Conocía a cada maestra y maestro. Sus virtudes y debilidades. Sabía aconsejar y acompañar sin necesidad de enojos.
Respetaba y apreciaba a todas las personas de maestranza, en los últimos años almorzaba en la cocina con ellos. Siempre agradecido de que le plancharan el guardapolvo como él quería: perfectamente.
Dialogaba con padres y alumnos, los conocía a todos. Sabía que su rol se extendía más allá de lo estrictamente escolar. Todos los años en el día del catequista subía al escenario y hacía una semblanza de San Pío X, y pedía por todos los catequistas.
Una vez me dijo: “Sergio no te quedes con el título de maestro y catequista, estudia en la universidad”, años más tarde se alegró del egreso como licenciado y de los estudios que pude seguir realizando. Mi título universitario se lo debo a su empuje.
La alegría cuando pudo dar a luz a su libro Miss Elánea. Libro que le regaló a todo el mundo, con su fina dedicatoria a cada uno que lo recibía. Que alegría y gratitud hacia mi amigo Pedro cuando al final entre los agradecimientos pude vislumbrar mi nombre. Cada uno de los artículos tenía el rigor periodístico y el ensamble de cada palabra generaba el placer de leerlos. Era un fino artesano de la palabra escrita. Ni más ni menos, lo justo.
En el año 1976 el Instituto Argentino-Irlandés le otorgó la máxima distinción que es la Faja de Honor por su ensayo titulado: “Cien años de The Southern Cross”.
Años después entre ambos soñamos escribir juntos. Pudimos hacerlo solventándolo de nuestros bolsillos: nació “Educación ¿problema o dilema?” nuestro libro. Cada uno escribió sus textos. A veces no compartíamos los mismos criterios ni las ideas, pero decidimos escribir desde el respeto y la pluralidad y culminar el libro con un ensayo escrito por los dos.
Habíamos proyectado una serie de escritos y hasta algunos bocetos de futuros libros, teníamos planificado viajar unos días a las sierras para pensarlos, pero eso ya es una sinfonía inconclusa.
Me enseñó a leer a Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Milan Kundera, Tomás Eloy Martínez, Hemingway, Umberto Eco, Paul Auster, Antonio Tabucchi y tantos otros. En la novela “Sostiene Pereira” se nos narra la vida de un periodista en la dictadura de Salazar en Portugal e interpretada en el cine por el gran Marcelo Mastroianni. Me animo a decir –y se lo dije personalmente a él- que Pedro tiene esa faceta de Pereira que era cauteloso, sereno y hasta tímido pero se jugaba cuando las circunstancias lo pedían.
Amaba sus libros y su biblioteca, siempre que se desprendía de un libro me decía: “guárdalo, si lo necesito te lo pido”. Cada libro que leía era forrado prolijamente con papel madera, con lápiz lo subrayaba o marcaba suavemente.
Siempre con su diario La Nación. Seleccionaba artículos que cortaba delicadamente y ponía mi nombre encima de ellos y me los daba. En el tren y en el micro de vuelta a casa los leía y después los comentábamos. Leía el Lemon Diplomatique, el País y revistas desde Criterio hasta Debate, el arco ideológico era variado.
Desde que se jubiló cada mes o dos meses me llegaba a casa un sobre y adentro estaban esos artículos. La temática era ecléctica: educación, política, religión, ciencia, literatura y todos aquellos temas que nos traspasan como seres humanos.
Le gustaba la música, el teatro, el cine. Compartíamos gustos musicales: en especial por la música clásica –por el bel canto, pero también por Barbra Streisand, por Laura Pausini, y el jazz. El gusto por el celuloide era por el origen italiano y francés en especial, sin descuidar otros tipos de cine más pasatistas.
Siempre nos encontramos en algún bar o restaurante. Recuerdo cuando me invito a tomar un café en “La puerto Rico” y me explicó su historia en relación con el ambiente político y el periodismo.
Teníamos un ritual: en cada cumpleaños uno le regalaba un libro al otro. Ese libro podía ser una sorpresa o bien se podían surgir una serie de títulos de los más a menos deseado.
El último libro que le lleve se titula: “El paisaje en las nubes. Crónicas en el mundo 1937-1942” y es sobre la obra de Roberto Arlt.
Por las charlas siempre me quedó la sensación –y creo la certeza- que Pedro quería tener esa vida bohemia, de periodista nocturno como la tenía el gran Arlt.
En mi último cumpleaños me regalo “Adán en Edén” de Carlos Fuentes. Me lo entregó en su casa, donde almorzamos. Fue el viernes 16 de febrero.
Conozco su gran afecto por Bety, su esposa, por Paula y Nicolás, sus hijos, y por su mamá.
Podría aplicarle a Pedro esa frase de Adso de Melk, uno de los personajes de “El nombre de la rosa”: “Y es duro para este viejo monje, ya en el umbral de la muerte, no saber si la letra que ha escrito contiene o no algún sentido oculto, ni si contiene más de uno, o muchos o ninguno.”
La certeza que me anima es que desde la vida con Dios a Pedro se le habrán respondido todas la preguntas que tenia, todas las dudas que llevaba… Hace años cuando descubrió que la vida era fortaleza y debilidad caminaba más tranquilo.
Este monje adulto le dice a usted Pedro que tenga la tranquilidad que la letra escrita tuvo un gran sentido porque cultivo el don maravilloso de la amistad.

Padre Opeka - Introducción a la lectura del libro -

El siguiente texto pertenece a Jesús María Silveyra como la foto-tapa del libro. Se recomienda leer el blog: http://silveyra.blogspot.com/, ahí encontrán fotos y comentarios del autor del libro de referencia.

"Un viaje a la esperanza"

Madagascar es una isla (la cuarta en tamaño del mundo), que se encuentra recostada sobre la costa oriental africana, en el Océano Índico, a unos cuatrocientos kilómetros frente a Mozam-bique. Esta ex colonia francesa, que alcanzó su independencia en 1960, tiene una población de diecisiete millones de habitantes, caracterizados por una extraña mezcla asiática y africana. Ubicado entre los veinte países más pobres del mundo, tiene un ingreso per cápita por debajo de los doscientos cuarenta dólares anuales, el cincuenta por ciento de los niños están mal nutridos, la mortalidad infantil trepa al ciento treinta y seis por mil, y el cincuenta y tres por ciento de la población tiene problemas de acceso al agua potable. Cifras que hablan por sí solas del nivel de marginalidad y pobreza que reina en la Grand Ilhe, según la bautizaron los franceses. Con una población rural todavía mayoritaria, Antananarivo, su capital, concentra casi el treinta por ciento de la población del país. La isla, más allá de la belleza de sus playas que atraen turistas de diversas partes del mundo, está sacudida por frecuentes ciclones, carece de recursos energéticos y sufre los problemas generados por la deforestación y la escasa fertilidad de la tierra, acompañados de un régimen de lluvias muy dispar entre las costas y el gran altiplano central. Su balanza comercial es históricamente deficitaria y depende de la ayuda internacional.
El misionero de la Congregación de San Vicente de Paul, Pedro Pablo Opeka, en 1970, con tan sólo veintidós años de edad, llegó por primera vez a la isla. Este sacerdote argentino, hijo de eslovenos (que emigraron a nuestro país luego de la segunda guerra mundial), comenzó así una historia de vida consagrada a los pobres y desposeídos que se extendería por más de treinta años de estancia en Madagascar. Luego de dos años de misión en el sur de la isla, viajó a Europa para completar sus estudios teológicos y en 1975 fue ordenado sacerdote en la Basílica de Luján, para retornar definitivamente a Madagascar en 1975 y hacerse cargo de la parroquia de la Misión de Vagaindrano en la selva oriental del sur de la isla.
Desde muy chico aprendió el oficio de albañil de su padre y durante los quince años que pasó en aquél perdido lugar del mundo no sólo se ocupó de la formación de cientos de grupos de jóvenes (tanto en la espiritualidad como en el deporte, ya que Pedro era un eximio jugador de fútbol), sino que construyó escuelas, dispensarios y hasta una iglesia. Acostumbrado a vivir y comer con la gente humilde y necesitada, y debido al carácter inhóspito del lugar, contrajo diversas enfermedades estomacales y, finalmente, el paludismo. En 1989, con su salud quebrantada, fue elegido para hacerse cargo del seminario de los padres lazaristas en Antananarivo. El primer impacto que le produjo la capital fue la miseria circundante: gente viviendo en las calles y en los basurales de los suburbios en condiciones infrahumanas, donde los niños peleaban con los cerdos por un trozo de comida. Fue en ese momento que el padre Pedro se dijo: “tengo que hacer algo, esta gente no puede vivir así, Dios no lo quiere, son los hombres los que lo permiten, sobre todo los políticos que no cumplen lo que prometen”.
Así, según me diría el padre Opeka, “cuando más débil me sentía, actuó más fuerte la Providencia”. Una mañana, a mediados de 1989, Pedro se subió a su moto y partió rumbo a las colinas de Ambohimahitsy, donde la gente vivía en casas de cartón próximos al basurero municipal, en un estado que describiría como de un verdadero “infierno”. La violencia, prostitución, el consumo de drogas y el alcoholismo, eran moneda corriente para aquella gente que repartía su vida entre los vicios, la mendicidad y el cirujeo en los basurales. “Un hombre me hizo pasar a su casucha de cartón de un metro veinte de altura”. Allí dentro, frente a un pequeño grupo, Pedro les dijo: “Si están dispuestos a trabajar, yo los voy a ayudar”. Palabras que marcaron desde el comienzo la filosofía de su obra, centrada en el trabajo y la educación. Y la gente aceptó la propuesta, dando comienzo “una historia de amor o aventura divina”, como la define el padre Opeka.
Con la colaboración de un grupo de jóvenes universitarios (muchos de los cuales él mismo había formado en su parroquia del sur de la isla), nació la Asociación Humanitaria Akamasoa (que en lengua malgache significa: “Los buenos amigos”) con el objetivo de servir a los demás, especialmente a los marginados y excluidos. Pedro consiguió tierras fiscales a sesenta kilómetros de la capital y ayuda económica de las amistades que había forjado en sus años de estudio en Francia (sobre todo de Gilbert Mitterand y su madre Danielle, por entonces primera dama y presidenta de Frances Liberté) para comprar materiales, alimentos, herramientas y semillas. Un grupo de las familias que vivían en las colinas fue trasladado al campo para iniciar una nueva vida, naciendo así el primer pueblo de la Asociación, al que llamaron: “Don del creador”. Con las restantes familias que permanecían en las colinas de los suburbios de la capital, iniciaron la construcción del segundo pueblo, llamado Manantenasoa (“Lugar de Esperanza”), comenzando a explotar una cantera y a levantar viviendas dignas para la gente.
Hoy, luego de catorce años de intenso esfuerzo, los números reflejan los resultados obtenidos. Cerca de diecisiete mil personas viven en los cinco pueblos de la Asociación. Ocho mil quinientos chicos asisten a las escuelas. Tres mil quinientas personas trabajan en las distintas actividades de Akamasoa que van desde la explotación de canteras, fabricación de muebles y artesanías, hasta la prestación de los servicios comunitarios: educación, salud, y mantenimiento. Cada pueblo cuenta con su dispensario y acaban de inaugurar un hospital. Asimismo, más de doscientas mil personas (el 1,5% de la población del país) ha pasado por su Centro de Acogida, donde reciben ayuda temporal y son encaminados a reorientar sus vidas.
A mediados de 2004, viajé al lugar para escribir un libro sobre la vida del padre Opeka y la obra de Akamasoa. Había conocido a Pedro un año antes en la Argentina, cuando vino para celebrar el cumpleaños de su nonagenario padre, Luis Opeka. Su personalidad me impactó desde el primer momento, lo mismo que le ha ocurrido a quienes lo han propuesto varias veces para el “Premio Nobel de la Paz”. Pedro es un líder nato que combina valentía con dulzura, porque como dice él “ambas van de la mano”. A su condición de sacerdote misionero, agrega las de deportista, constructor y filósofo de la promoción social. “El asistencialismo, cuando se vuelve permanente (excepto en los casos de ancianidad, niñez o incapacidad) termina convirtiendo en dependiente al sujeto de la asistencia y Dios vino al mundo para hacernos libres, no esclavos”. Según Pedro, no existe una receta única para salir de la pobreza. “Se sale con el corazón y la voluntad, con el trabajo duro y el esfuerzo”.
Para él, la única forma de que los pobres y excluidos recuperen su dignidad es “a través del trabajo y la educación”. De allí que en Akamasoa todo esté centrado en ello, como pude comprobar durante mis tres semanas de estancia en el lugar. El gran secreto de esta obra humanitaria, ha sido saber canalizar los recursos recibidos de la ayuda externa (tanto de alimentos como de materiales) en obras concretas y perdurables en el tiempo: viviendas, escuelas, dispensarios, calles, terrenos deportivos. Generando, a la vez, fuentes de empleo para los habitantes de los pueblos, pero sin cerrar la comunidad, sino, por el contrario, manteniendo la misma abierta al resto de la sociedad. De allí que muchos de los habitantes de Akamasoa trabajen fuera de la Asociación y que miles de niños y enfermos venidos de afuera sean atendidos y educados por ellos.
“Lo que ocurre en muchos países en vías de desarrollo es que los recursos disponibles para la acción social son mal utilizados por el Estado”, afirma Pedro. En cambio, en Akamasoa, cada donación que ingresa tiene un destino prefijado y controlable por parte de sus benefactores. Pero para Pedro y los habitantes de Akamasoa no basta con ello, sino que se han fijado como meta llegar a la autosuficiencia económica en junio del 2006. “Cuando ya estén terminadas todas las viviendas definitivas, entonces haremos una gran fiesta”.
El objetivo está trazado y es lo que impulsa a toda la comunidad, no exenta de los problemas que a diario se les presentan, a vivir en la esperanza de lograrlo. El optimismo se basa en los resultados obtenidos hasta ahora, donde cada piedra, puerta, habitación, sala o techo, ha sido cimentada por el propio esfuerzo de los habitantes del proyecto. Pedro apuesta fundamentalmente a las nuevas generaciones nacidas y educadas en Akamasoa. A esos ocho mil quinientos chicos, algunos de los cuales ya están en la Universidad. Ellos son la mejor prueba de que salir de la pobreza es posible si al ser humano se le dan oportunidades y herramientas para lograrlo. “Prefiero que un día me echen de aquí por haberlos hecho trabajar, a que me levanten un monumento diciendo que el padre era muy bueno y nos daba todo sin exigirnos nada a cambio”.
“Todo esto es obra de la Providencia sumada al esfuerzo de la gente”, me decía el padre Opeka. Providencia a la que a diario imploran muchos de sus habitantes en las capillas diseminadas en los pueblos y a la que rinden culto en las misas dominicales que se realizan en Manantenasoa. Allí, pese a que no todos los pobladores son católicos (representan el 25% de la población del país), se congregan normalmente más de seis mil personas para dar gracias a Dios por los dones recibidos y hacen erizar de emoción la piel de cualquier visitante.
De regreso a la Argentina y ante el estado de pobreza y marginalidad que engloba a buena parte de nuestra población, vivo preguntándome si la experiencia del padre Pedro y Akamasoa serían aplicables aquí. La respuesta es sencilla: depende de nuestros dirigentes. O se utilizan los recursos disponibles para promover al hombre generando empleo y educación, o seguiremos navegando en los mares de un asistencialismo vacío que lo mantendrá en la dependencia. Para ello, la definición que me daba Pedro de la compasión humana, puede servir de referencia. “Compadecerse del otro es tenderle una mano para sacarlo de donde está”.