Parafraseando a Publio Terencio Africano diré que: Soy hombre y por lo tanto nada de lo humano y de todo ser viviente que viva en la tierra y en el universo me es indiferente y ajeno a mi vida.
Como dijo Anaxágoras: Todo tiene que ver con todo.








martes, 16 de julio de 2013

HISTORIA DE UNA FOTO...



     La foto que ilustra este texto fue tomada el día 16 de julio del año 1977 en la Escuela de Artes y Oficios (Bv. Sáenz Peña y Rivadavia) de la localidad de San Francisco, en la provincia de Córdoba.

     Este grupo participaba de un retiro espiritual predicado por el P. Hernán Pereda, sacerdote de la Congregación de Cristo Rey, que vivía en Rosario. Más de 50 jóvenes provenientes de diferentes parroquias de la ciudad, a saber: Nuestra Señora de la Consolata, del Perpetuo Socorro, Cristo Rey, de la Catedral, del Cotolengo, San José Obrero y otros varios provenientes de la ciudad de Morteros.

     No recuerdo quién me habrá invitado a realizar ese retiro, seguramente en el colegio algún hermano marista o algunos de los jóvenes que compartíamos inquietudes religiosas o pastorales me hablo del mismo. Pero si sé a ciencia cierta de donde salió el dinero para pagarlo. Unos días antes había viajado a Alicia (Córdoba) dónde vivía mi abuela Dominga –o Doña Dominga como la conocían todos en el pueblo, que después de enviudar fue a la escuela a aprender a leer y escribir y se dedicaba a trabajar en la Parroquia hasta que su mente comenzó a volar por el mundo de los sueños y los recuerdos. Le comento las ganas de hacer ese retiro, fue a la pieza y me trajo dos billetes para que pagara el mismo. No puedo traducir el importe de ese momento al hoy (tantos gobiernos, tantas inflaciones, tantas décadas perdidas) pero era una suma importante para una persona que vivía de su jubilación y de la pensión de mi abuelo Ángel, ya fallecido.

     Me anote en ese retiro. No recuerdo los temas, si recuerdo alguna charla con el P. Hernán paseando por los pasillos de ese colegio al cual entraba por primera vez y que había sido durante años todo un misterio. Seguramente  la hermandad, la camaradería, el buen humor, el compartir las experiencias de la vida, el preguntarse sobre la historia personal de cada uno, lo que habitualmente se realiza –con más o menos margen- en estas actividades fue lo vivido durante esos tres días..

Para mí fue un inicio a seguir con actividades pastorales, insertarme en la pastoral juvenil de la diócesis, comenzar a viajar, a misionar, a participar de encuentros, celebraciones. El puntapié inicial surgió en esos días y en ese lugar.

     Han pasado ya 36 años… mirar atrás es correr el riesgo de volverse una estatua de sal….hacer memoria es aventurarse a hurgar en lo profundo de uno, en el manantial interior y sacar el agua que alimenta nuestro espíritu para seguir aleteando en la vida, en la historia.

     Miro cada uno de los rostros, algunos los recuerdo muy bien, otros son más difusos y algunos nunca supe quienes eran. Algunos están entres nosotros cumpliendo distintos roles en la vida, diferentes consagraciones, diversos caminos que nos han unido o definitivamente nos han separado por cuestiones de tiempos, de ideas o de espacios a vivir.

     Otros ya no están con nosotros, vivieron sus pascuas anticipadas por diversos motivos. La vida no es lineal, es un circulo que va y viene, por esos tenemos la posibilidad de pensar, de cambiar, de continuar, de volver sobre nuestros pasos, volver a caminarlos y cambiarlos si vemos que no es lo deseable o lo correcto lo que estamos peregrinando.

     Algunos se hicieron más amigos, con otros continua alguna correspondencia que el tiempo fue espaciando hasta ponerle un punto final. Mudanzas, crecimiento, estilos de vida van haciendo que uno vaya cambiando y conociendo otras realidades y generando otras amistades.

     Son simplemente algunas palabras, lanzadas al voleo, después de encontrar y ver una foto que tiene su tiempo y su historia…..los que han tenido su Pascua que nos acompañen desde la presencia de Dios y Jesús les dé un brazo de nuestra parte. A los que continuaron sus caminos que tengan la certeza y la alegría de ser fieles a la vida y las misiones encomendadas.

                         En una simple foto hay más de 60 historias distintas, esta es una de ellas.

Sergio

viernes, 5 de julio de 2013

ABISMOS DEL HOMBRE


“La vida en un campo de concentración desgarraba el alma humana y exponía a la luz sus abismos más escondidos. ¿Puede sorprender que a ese nivel de profundidad encontremos cualidades humanas que, en su íntima naturaleza, estén compuestas de bien y de mal? La frontera que separa el bien del mal, y que imaginariamente atraviesa a todo ser humana, fondea en las honduras del alma y hasta allí penetró el bisel de los sufrimientos soportados en un campo de concentración” (Viktor Frankl)[1].

En uno de mis viajes a la Argentina fui invitado a participar en un encuentro ecuménico en la Parroquia San Patricio[2], en el barrio de Belgrano de la ciudad de Buenos Aires. En dicha parroquia el día 5 de julio de 1976 fueron asesinados –por fuerzas de seguridad- cinco religiosos pertenecientes a la congregación de los Palotinos.
Tuvimos un momento de oración en la capilla en donde se encuentra un trozo de alfombra –donde cayeron los cuerpos- en la cual se pueden observar los orificios de las balas usadas para asesinarlos y la sangre reseca que dan testimonio del martirio de estos hermanos.

En uno de los momentos del encuentro se acerca una persona, se presenta y entablamos un diálogo sobre nuestras labores personales y eclesiales.
Después comienza a narrarme algunos hechos de su vida. Había sido secuestrado y torturado junto a otras personas en los comienzos del gobierno militar, en el año 1976. La tortura era ejercida con el fin de que hablara sobre sus actividades y también aportara nombres de otras personas relacionadas con una supuesta organización que él integraba.

Su trabajo y el de las otras personas se limitaba a asistir pastoralmente a un barrio carenciado del conurbano bonaerense.
Mi corazón se sentía estremecido al escuchar tanto dolor sufrido por este hermano. No podía admitir tanta saña infligida por un ser humano hacia otro.

Después de escucharlo con mi mente y mi corazón atiné a esbozar casi instintivamente una pregunta: ¿qué sentía hacia las personas que le habían infligido tamaño castigo al  torturar su cuerpo?.
Pero su respuesta me sorprendió, hasta diría que me evangelizó, “No les guardo rencor ni los odio. Mi fe, mi adhesión a Jesús me llama a perdonarlos, en el sufrimiento de Jesús en la cruz dice esa frase, Padre Perdónalos porque no saben lo que hacen”, me dijo.

En el prólogo de libro que narra la masacre de los palotinos escrito por el periodista Eduardo Kimmel (1952-2010), el premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel[3] expresa: “Como cristianos debemos perdonar a quines nos han dañado. Su Santidad Juan Pablo II visitó y perdonó a su agresor, nos dio un ejemplo de amor y humildad. La Justicia italiana sancionó al agresor y hoy cumple su condena en prisión. Debemos encontrar caminos que lleven a la reconciliación y para ello se requiere establecer los pasos necesarios. Reconocimiento del daño realizado, el arrepentimiento y el compromiso de no reincidir, el derecho a la verdad y la justicia como reparación del año causado. El perdón que lleve a una verdadera reconciliación si queremos hacer la ofrenda en el altar. Estos pasos en nuestro país no se han dado”.
Después de años, volviendo en estos días a mi país, encontré en mis cuadernos de notas este episodio que he acabado de narrarles.

He buscado en mi biblioteca el libro El hombre en busca de sentido de Viktor Frankl, quién sufrió persecución y estuvo en un campo de concentración en la época del nazismo.
Transcribiré algunos párrafos: “La historia nos brindó la oportunidad de conocer al hombre quizá mejor que ninguna otra generación. ¿Quién es, en realidad, el hombre? Es el ser que siempre decide lo que es. Es el ser que inventó las cámaras de gas pero también es el ser que entró en ellas con paso firme y musitando una oración.”

En la segunda fase que él llama la vida en el campo, hay una parte dedicada a la psicología de los guardias del campamento. Se pregunta; “¿cómo hombres de carne y hueso iguales a los demás, pudieran tratar a los prisioneros de una manera tan brutal, tan inhumana?”. Va detallando distintos tipos de guardias, y dice en un momento: “es preciso afirmar que algunos guardias sentían compasión por nosotros”. Por ejemplo –agrega- “el comandante del último campo donde fui liberado gastaba dinero de su bolsillo para comprar medicinas para los prisioneros. Jóvenes judíos lo escondieron en el bosque ante el avance norteamericano”. Lo sorprendente es cuando en un momento expresa: “En el polo opuesto se encontraba el prisionero más antiguo del campo, quien era, con mucho, peor que todos los guardias juntos. Golpeaba con saña a los demás prisioneros a la menor oportunidad…”
“Es evidente que el mero dato de saber si un hombre fue guardia del campo o prisionero nada nos revela de su intimidad. La bondad humana se encuentra en todos los grupos, incluso en aquellos que en términos generales, merecen ser condenados”, agrega Viktor Frankl.

En este último viaje por Argentina pregunté por este hermano que me había abierto su corazón contándome sus días de cautiverio, de tortura y de su apertura al perdón. Me dijeron que había fallecido y por eso en su memoria –y de tantas víctimas- he escrito este relato.
Sergio Dalbessio



[1] “El hombre en busca de sentido” de Viktor Frankl (1905-1997). Se recomiendan sus obras que están traducidas en varios idiomas, siendo este libro traducido en más de veinte idiomas.

[2] Se recomienda leer el libro “La masacre de San Patricio” de Eduardo Kimmel, editado por Lumen.

[3] Adolfo Pérez Esquivel, argentino, Premio Nobel de la Paz en el año 1980.

Imagen: Cerezo Barredo, sin copyright.