Parafraseando a Publio Terencio Africano diré que: Soy hombre y por lo tanto nada de lo humano y de todo ser viviente que viva en la tierra y en el universo me es indiferente y ajeno a mi vida.
Como dijo Anaxágoras: Todo tiene que ver con todo.








miércoles, 6 de febrero de 2013

EL RATÓN PÉREZ....




Siempre me surgen preguntas sobre la figura del ratón Pérez.
Algunas reflexiones sobre este personaje que nos acompaña desde pequeños a todos.
León Gieco no lo incluyó en “Bandidos rurales”, por lo cual deducimos que el ratón Pérez no era un bandido.
No ocupó ni ocupa cargos públicos, por lo cual podemos deducir que es alguien honesto.
¿Es argentino?, ¿es extranjero?, ¿de dónde viene? y ¿adónde vive?
Nunca el ratón Pérez me trajo una moneda ni un billete en mi infancia.
Por eso he decidido a iniciarle una demanda a dicho ratón. En primer término he interpuesto una medida cautelar para que no se toquen los ahorros que debe tener el ratoncito en varios bancos y cuevas de nuestro país. Si es apelada seguiré y pediré la aplicación del per saltum para que la Corte intervenga rápidamente sobre un tema tan sensible a mi vida como es tener las monedas que el ratón Pérez me debe desde hace más de 40 años.
Inicialmente tiene un apellido común que fue imposible encontrar en la guía la dirección y el teléfono de dicho sujeto. Lo intenté, pero después de llamar al décimo Pérez aborté la misión por inhumana.
Luego me pregunto por qué usa el apellido de Pérez y no el de Rodríguez, Maritano, Belsunce o tantos otros. Cerca de casa había un comisario de apellido Pérez que se jactaba que durante su mandato había desbaratado todas las bandas de juegos clandestinos. Un vecino lo dejo hablar y contar sus andanzas como brazo armado de la ley. Cuando terminó le dijo: solo le faltó una. ¿Cuál? respondió el ex-comisario Pérez: la que había en mi casa o sea la que estaba al lado de la suya. Hecha la ley, hecha la trampa, me surge escribir.
Cuántos ratones Pérez hay ¿uno?, ¿diez? ¿mil?. A veces pienso que todos somos el ratón Pérez. En Argentina que tenemos la costumbre de poner: Todos somos…..maestros, aerolíneas,….no sería loco que aparezca una pancarta que diga: TODOS SOMOS EL RATÓN PÉREZ.
En mi caso no apareció ninguna chirola (moneda en piamontés básico). Ni una moneda. Ni un billete.
Bueno en verdad en esa época las monedas o chirolas eran mucho más accesibles que los billetes.
La única moneda de un peso que había en casa se la tragó mi hermano. El médico –tan miserable- se la llevó para mostrarla en los congresos de su materia porque sino nadie le creería que había sacado de la garganta de un infante una moneda tan grande –la de un peso era tan grande que parecía la luna llena-.
Será que el ratón no sabía bien mi dirección, quizás. Aquí le cabe el “beneficio de la duda”. Además soy respetuoso del principio: “todo ratón es inocente hasta que no se demuestre lo contario”. Será justicia. ¿Será justicia en Argentina?
Del campo me trajeron a la ciudad, de la ciudad me cambiaron una vez de casa o sea que fuimos a otra dirección y luego volvimos a la misma casa anterior, pero en realidad no era la misma.
Sí, lo que pasaba es que seguíamos usando Juan B. justo 748, pero ahí vivían mis abuelos y tíos, nosotros vivíamos en el 742, o sea atrás, -¿pero cómo, no vivían al lado?,- bueno sí, debería ser al lado, pero en el caso nuestro era en el terreno del fondo. -¡Ah! ¿Sobre el terreno vivían? –No, construyeron una casa. La casa vive todavía y los ratones se escapan. Ahora la casa de mis abuelos es un negocio dónde venden todo para la decoración de cumpleaños, para la realización de tortas o sea que es muy factible que el ratón ahora sí se encuentre en ese lugar. Además todos los vecinos se fueron o se murieron por lo cual si hay casas abandonados es más factible que los ratones bailen todo el día y canten, y Pérez sea el que banque la festichola, o sea ¡con mis monedas!
-¿Cómo que se escapan?, sí, de la casa de 748 y quieren ir al 742. Posiblemente sea para no traerme las monedas que me corresponden por ley por los dientes de leche caídos.
Porque en verdad se me cayeron los dientes de leche, y eso que de chiquito habían destinado una vaca a mí.
¿Cómo una vaca a Ud.? Si cuando vivíamos en el campo, mi familia sacaba la leche de una vaca cuidada como una princesa y su producto  era destinado a  mí alimentación. ¿cómo se habrá llamado esa vaca? bueno a la distancia le pongo Aurorita, total es lo mismo.
Luego cuando tenía mis dientes – los otros también eran míos, pero me los afano el ratón Pérez –ratón sinvergüenza, ladino.  Me quedaron otros dientes que también me los sacaron porque parece que el agua no era buena. Si el agua venia de villa María, que hijos de puta estos de Villa María, mandaban agua que me rompían los dientes. Lo más triste es que para que me sacaran estos dientes tuve que pagar.
Si me los saco un y una dentista. Si los Manfrediii. Años después me di cuenta que sabían de ortodoncia menos que yo, pero los dientes ya no los tenía, ni a quien reclamarle porque se separaron los dentistas.
Posiblemente ahora que lo pienso el ratón Pérez no seré ese ministro pelado que usa el apellido de un caballo. El vivía en San Francisco. No habrá sido él el famoso y desgraciado ratón Pérez. Quizás. Si años después “garco” a millones de argentinos y los dejo sin un mango y a los poco vivos quedaron para el psiquiátrico. Pero no, esta tesis no me parece sustentable.
Si lo agarro a eso ratón lo reviento a patadas.
Con una moneda podría haber comprado más caramelos en lo de la morocha y el morocho Gervan que tenían despensa y un almacén en la esquina de Larrea y Juan B. Justo.
Siempre me traía caramelos media hora. Otro gran fraude. Nunca me duraron media hora. A lo sumo 10 minutos. Que estafadores son los ratones argentinos.
Ni siquiera los caramelos duran lo que dicen y eso que son para los niños. Años de psicólogo y hasta la actualidad me sigo comprando los caramelos “media hora” y con el reloj en mano voy llevando en una planilla cuanto tiempo duran. Lo máximo hasta el momento es de 19 minutos como variable sustentable. Solamente para el Indec duran media hora.
Con una moneda podría haberme comprado una factura en la confitería “Las Palmas”. Era una confitería carísima. Cuando te podías comprar algo ahí, los amigos del barrio te decían: “che vos sos hijo de rico o donde afanaste”. Y te respetaban los vagos.
Sino siempre los huesitos de Marchesini –era una panadería del barrio. Y dale con los huesistos. Parecíamos mascotas en mi casa. Claro el Bochita –mi primer perrito- se había muerto de moquillo. Bueno años después me entere que hubo que sacrificarlo. Porque Aimaretti –el veterinario- nada podía hacer.
Todavía queda la cucha del Bocha. Para que mierda dejaron la cucha del perro si los perros que vinieron después en otro lugar. No quiero perderme, porque sino se me escapa lo del ratón Pérez.
No importa estoy decidido en dar inicio esta demanda.
Aunque me paguen con bonos de la deuda, los acepto, me sumo al canje que propuso Lavagna. ¿Cómo lo sé? en todas las radios hoy hablan de la misma boludez. Pero actualizando el tema debería sumarme a los fondos buitres, ir al juez Griesa o bien intentar embargar algo del estado.
Yo no “garparia” nada y le diría a los bonistas y a los buitres que se lo cobren al ratón Pérez.
Que quede bien claro que quiero cobrar mis monedas, no quiero ejercer violencia, estoy dispuesto a aceptar un acuerdo extra-judicial….pero mi alcancía sigue vacía y llorando por las chirolas que tendrían que engrosarla…así que RATÓN PÉREZ paga MI DEUDA porque los dientes ya te fueron entregados en tiempo y forma…