Parafraseando a Publio Terencio Africano diré que: Soy hombre y por lo tanto nada de lo humano y de todo ser viviente que viva en la tierra y en el universo me es indiferente y ajeno a mi vida.
Como dijo Anaxágoras: Todo tiene que ver con todo.








lunes, 10 de febrero de 2014

CAMINOS DE CONFIANZA Y ESPERANZA ¿serán posibles?



Ayer soñé con los hambrientos, los locos,
los que se fueron, los que están en prisión
hoy desperté cantando esta canción
que ya fue escrita hace tiempo atrás.
Es necesario cantar de nuevo,
una vez más.
Inconsciente colectivo -Charly Garcia-


No solamente hay penas y olvidos….
hay mucha sangre y dolor….
DEBEMOS GENERAR CAMINOS DE CONFIANZA Y ESPERANZA

Les propongo reflexionar sobre algunos datos que no dejan de asombrarme, impactarme, dolerme y hasta rebelarme. Intento, con este texto tener una mirada compasiva y compresiva sobre la condición humana, o sea sobre cada uno de nosotros.

“A pesar de los numerosos trabajos realizados hasta ahora por prestigiosos historiadores, estudios sin dudas fehacientes y certeros que han arrojado luz sobre distintos aspectos relacionados con el exterminio de seis millones de judíos europeos a manos de los nazis y sus aliados. Si bien en este trabajo nos enfocaremos en el genocidio del pueblo judío, no debemos dejar de mencionar que, simultáneamente, los nazis persiguieron a otras minorías y que de esa persecución culminó en el extermino de un cuarto y medio millón de romaníes o gitanos, unos ochenta mil prisioneros políticos alemanes, setenta mil discapacitados mentales, más de diez mil homosexuales y varios miles de testigos de Jehová. Tampoco podemos dejar de mencionar, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial el asesinato de más de tres millones de prisioneros de guerra soviéticos, de una cifra similar de católicos polacos y de unos setecientos mil serbios a manos de los nacionalistas croatas, aliados de los nazis en esa zona de los Balcanes”   (“Historia de la Solución Final. Una indagación de las etapas que llevaron al exterminio de los judíos europeos”. Daniel Rafecas. Siglo XXI, Bs. As., 2012). 

“Pongamos que eran 7000 u 8000 las personas que debían morir para ganar la guerra contra la subversión” del libro “Disposición Final. La confesión de Videla sobre los desaparecidos” del periodista Ceferino Reato, Editorial Sudamericana, Bs. As, 2012.

Pienso en las guerras que nos atravesaron a lo largo de la humanidad, las que todavía siguen su curso por problemas étnicos, de fronteras, y por otras tantas causas. Cada una de ellas con sus muertos, con las víctimas de esa violencia, con la vida de los que quedan y no serán lo mismo que antes, porque el dolor que provoca la muerte no deja pasivo al corazón y al espíritu humano. El dolor nos atraviesa como un rayo que nos induce a pensar  y pensarnos desde otros lugares.

“Creemos, en definitiva, que poner a las víctimas en el centro de la reconciliación significa varias cosas: darles la palabra para narrar sus historias, tantas veces olvidadas o silenciadas por la Historia y los discursos oficiales; reparar en lo posible el daño hecho; hacer justicia a su memoria. Y también evitar hacer banderas políticas de ellas, erigiéndonos en portavoces y portadores de la voluntad de un grupo también plural en sus ritmos personales y anhelos sociales” (Seminario ALBOAN).


Aquí algunas de las conclusiones de ALBOAN que pueden ayudarnos a desanudar el camino de la violencia, de la amargura, del revanchismo y situarnos en personas y sociedad maduras. Nos proponen una reflexión a partir de la lectura del texto evangélico de Juan. 4, 5-30, conocido como La Samaritana (lo reproducimos al final por si alguno no lo conoce o no lo tiene presente en este momento).

La reconciliación es una camino de espiritualidad que nos abarca a todos los seres humanos, pues lo profundo que anida en nuestro ser no está enmarcada en tal o cual religión, sino que nos compete a todos aquellos que nos decimos humanos.

“Pero lo principal, lo primario, es que la reconciliación es un don de Dios, es suya la acción primera y decisiva. El propio Jesús en la cruz hace a Dios protagonista de la reconciliación Padre Perdónalos porque no saben lo que hacen. Quien mejor ha llegado a conocer al Padre, refiere a la capacidad última de perdonar. Esta es una experiencia que muchos hemos vivido: hay veces, que por muchos puños que le echemos, somos incapaces de perdonar, hasta que abrimos nuestro corazón al don de Dios….Creemos que del espíritu de Dios emana la novedad que hace de la reconciliación no una mera vuelta atrás, sino portadora de un nuevo estado de cosas, de unas relaciones reconstituidas y restablecidas sobre nuevas bases, de una situación diferente y mejor”.

Pensaba en lo escrito por los asistentes al seminario, en lo experimentado por Jesús y esas primeras comunidades perseguidas y lo contrastaba con estas declaraciones del Ministro de Defensa de Uruguay. 

“Al final de la presentación del ministro hubo una ronda de preguntas de los asistentes al encuentro, y ahí salió el tema de los derechos humanos y de la posibilidad de que Fernández Huidobro pida perdón por su accionar guerrillero en las décadas de 1960 y 1970. "Muchos le piden a los demás que pidan perdón. Pedir perdón es fácil, perdonar es difícil y poca gente se suma a esa fila", respondió el ministro.
Tras el aplauso de la mayoría de los presentes, Fernández Huidobro se embaló y habló de la muerte de Jesucristo: "Al flaco ese lo crucificaron por gil, porque se pasó predicando el perdón".
Pero el ministro no se quedó allí y agregó: "A mí me dicen que pida perdón pero me anuncian que no me van a perdonar, que se vayan a la puta que los parió". Antes de terminar el punto, Fernández Huidobro recordó que una vez lo invitaron a sentarse a una mesa con militares para que junto a los tupamaros pidan perdón. "Esa mesa debe ser grande porque tienen que ir a pedir perdón el embajador de Estados Unidos, el de Rusia, los dueños de El País y las gremiales empresariales", sentenció el ministro”. (del diario uruguayo El País).
Seguramente a este buen señor, aunque ministro de un hermoso país, todavía le falta un largo recorrido para madurar como persona de bien y lógicamente está muy lejos, humanamente escribiendo, de vivir la experiencia del perdón.


Espiritualidad de la inclusión mostrando que es posible la reconciliación entre personas distintas, enemigas y vecinas. Esta inclusión pide la apertura y el reconocimiento del otro en la construcción común de la sociedad desde la diversidad de identidades y no la mera coexistencia en chalés adosados, donde no nos peleamos porque no nos vemos ni compartimos espacios”.

Leía en una reconocida página web que tiene como subtítulo “Lugar de Encuentro” una opinión de un forista que decía sobre un tema de actualidad: Simplemente no veo ninguna posibilidad de diálogo entre personas que pensamos y que percibimos la realidad de manera tan plenamente opuesta. De allí que no pretendo desarrollar argumentos -¡que los hay a montones!- ni entrar en debate”. Aquí se clausura la espiritualidad de inclusión, porque la palabra, antes que el gesto, es el elemento necesario para transitar juntos el camino del ENCUENTRO con el otro, con los otros, con los diferentes y hasta con los opuestos, porque ver la realidad de maneras diferentes y encontrarnos en un punto en común nos dignifica como personas, como seres humanos y nos distingue de otras especies.

“Espiritualidad del riesgo, detenerse al borde del camino es jugársela. En algunos ambientes políticamente caldeados, un pequeño movimiento puede dejarte fuera de la fotografía de los auténticos demócratas o de los auténticos vascos. Por eso, moverse es arriesgarse a que te sitúen y etiqueten, a que tus intereses y posiciones se vean afectados”.

Pensaba en tantos argentinos y argentinas –con sus nombres que guardo en mi corazón- que tuvieron la osadía de ponerse en riesgo a pesar de las críticas, de quedar afuera de los sistemas de prebendas, de ser calumniados y expulsados de organizaciones reconocidas de derechos humanos, de ser apartados de partidos políticos, hasta de ser segregados de parroquias, grupos o bien ser marginados de sus familias y amigos por jugarse por sus ideas, por tener las agallas de estar en sintonía con la espiritualidad del riesgo y trabajar por la memoria, el encuentro, la justicia, la reconciliación y el perdón entre hermanos.

Espiritualidad del exceso: Vemos cómo en nuestra sociedad las posturas se van alejando y cada vez se hace difícil el diálogo con quienes no comparten nuestros argumentos. Quizás porque no ignoramos que entrar en diálogo supone perder seguridades, cuestionar principios que consideramos sagrados e intocables, tomar conciencia de los limites de nuestras verdades, ceder espacios a otras visiones. Por eso, una espiritualidad del exceso nos invita a estar disponibles para que nuestra bolsa (de ideas políticas, de aspiraciones, de identidad) se vea tocada por los otros”.

Cuántos estratos sociales están tocados por esa mancha invisible que genera violencia. Violencia que se generan en el deporte por espacios de poder cuando debería ser un lugar para disfrutar; violencia que se genera en los sindicatos que deberían ser generadores de lucha por una vida digna; violencia en la política que deberían ser aquellos que son el ejemplo al ser elegidos para ocupar cargos de relevancia cívico-social; violencia en los ámbitos escolares donde se entiende que debe ser un lugar de preparación para insertarse en la vida social de un pueblo; violencia en los medios de comunicación social que deberían ser vehículos de paz y tranquilidad. No hay espacio que no sea alcanzado por este veneno letal que le ponemos el nombre de violencia. Por eso debemos pensar que la violencia que tiene una capacidad de destrucción y de distorsionar la realidad debe definitivamente desaparecer para poder avanzar en el camino de la reconciliación social.

Por esos las conclusiones del documento final del Seminario apunta a generar esperanza y confianza diciendo:

“Desgraciadamente, parece probable que la violencia nos seguirá acompañando, quién sabe por cuánto tiempo. Debemos ser lúcidos para saber que mientras ésta perviva, junto a sus consecuencias más graves de muerte y dolor, seguirá sirviendo para manipular la realidad o apuntalar espacios de intransigencia.
Nuestro reto es convencernos de que siempre es posible hacer algo y actuar en
consecuencia, sin esperar a que la violencia termine.
Ese inédito viable puede pasar hoy por gestos pequeños, humildes y a nuestro alcance:
·         acoger y escuchar a una víctima;
·         mostrar nuestra cercanía a las personas amenazadas;
·         no callarnos cuando en nuestros ambientes se demonizan proyectos políticos o se denigran personas;
·         denunciar en la medida de nuestras posibilidades las agresiones a la libertad de expresión y los atentados contra la pluralidad de nuestra sociedad.
Los cristianos sólo vamos a ser capaces de realizar este tipo de aportaciones, u otras más importantes, si somos capaces de vivir una espiritualidad de la esperanza y de la confianza.
Sin ingenuidad, con humildad y sencillez, pero cultivando la experiencia de que el Espíritu es novedad permanente que siempre nos puede sorprender.

Agregaría que no solamente los cristianos, sino los judíos, los musulmanes, los ateos, los hermanos de pueblos originarios, del oriente y todas las personas de buena voluntad que profesen el deseo de paz y amor al prójimo pueden realizar un invalorable aporte para sembrar en la tierra la esperanza en la reconciliación y el perdón.

A pesar del dolor, la confusión, las preguntas que quedan sin responder, la justicia humana que siempre parece lenta y mezquina con respecto a las atrocidades que nos dejan las injusticias quiero terminar con una pequeña historia que quizás nos pueda ayudar a superar esos sentimientos íntimos de odio, de venganza, de resentimiento que seguramente tendrán un solo impacto negativo: en nosotros mismos.

“Hay una frase encantadora del Nuevo Testamento, cuando Pablo, hablando del
amor, dice: "El amor no guarda rencor." A veces digo a las personas: Ustedes van a quedar muy desilusionados cuando lleguen allá arriba y descubran que no hay pecado que no pueda ser perdonado por Dios.

Cierta vez, una mujer que suponía estar teniendo visiones de Dios fue a pedir
consejo al Obispo. Él le recomendó:
 -Usted puede estar creyendo en ilusiones. Debe entender que, como Obispo de la  diócesis, yo soy quien puede decidir si sus visiones son verdaderas o falsas.
-Sí, Excelencia.
-Ésa es mi responsabilidad, es mi deber.
-Perfectamente, Excelencia.
-Entonces, deberá hacer lo que le ordene.
-Lo haré, Excelencia.
-Entonces escuche: la próxima vez que Dios se le aparezca, como dice que se le
aparece, usted hará un test, por el cual sabrá si es realmente Dios.
-De acuerdo, Excelencia. Pero, ¿cómo es el test?
-Diga a Dios: "Por favor, revéleme los pecados personales y privados del señor
Obispo." Si fuese Dios el que se le aparece, Él le revelará mis pecados. Después
vuelva aquí y cuénteme, y a nadie más. ¿Está bien?
-Así lo haré, Excelencia.
Después de un mes, ella pidió una entrevista con el Obispo, quien le preguntó:
-¿Dios se le apareció de nuevo?
-Creo que sí, Excelencia.
-¿Le hizo la pregunta que le ordené?
 -¡Por cierto, Excelencia!
-¿Qué dijo Dios?
-Dios me dijo: "¡Ve a comunicarle al Obispo que me olvidé de todos sus pecados!"
¿Qué les parece? Ningún libro en el cual anotar los pecados. ¿Saben una cosa?
Dios no lleva ningún registro, ningún catálogo. Él nos ve en el momento presente y
nos envuelve con un amor insuperable. 
(“Caminar sobre las aguas”  de Anthony De Mello).