Parafraseando a Publio Terencio Africano diré que: Soy hombre y por lo tanto nada de lo humano y de todo ser viviente que viva en la tierra y en el universo me es indiferente y ajeno a mi vida.
Como dijo Anaxágoras: Todo tiene que ver con todo.








martes, 17 de noviembre de 2015

CAMINAR EN LA BÚSQUEDA DE LA VERDAD



Solamente la verdad nos hace libres y nos permite caminar hacia delante. Y es profundamente sanador pasar de la culpa o del rencor destructores de la persona a la responsabilidad integradora.

“¡Ay de la rebelde y la mancillada,
la ciudad opresora!
No ha escuchado voz,
no ha aceptado corrección,
en Yahveh no confía,
a su Dios no se acerca.
Sus jefes en medio de ella,
son leones rugientes
Sus jueces, lobos nocturnos
que no dejan hueso para la mañana siguiente.
Sus profetas son fanfarrones, hombres pérfidos,
Sus sacerdotes han profanado el santuario,
han violado la ley” (Sofonías 3, 1-4)

El discípulo caminaba hacia la montaña muy preocupado. Al llegar a la presencia de su maestro, le preguntó: “Maestro: ¿qué es la verdad?”. Después de un largo rato de silencio, el maestro busco entre sus cosas un espejo y suavemente lo arrojo al suelo. Cientos de pedazos quedaron esparcidos en aquel lugar. Luego dijo: “La verdad es como este espejo, cada pedacito contiene una parte de la ella, uno solo no es ella, y todos juntos  harán que la verdad renazca nuevamente”.

Caminar en búsqueda de la verdad es un desafío constante. La construcción de una relación cuya base es la verdad  tiene  consistencia y larga existencia.

La mentira nos sumerge en la oscuridad, en la negación, en la inmadurez;  si le agregamos el rencor y la culpa la vida  se nos convierte en un permanente laberinto de oscuridades y desconfianzas. Cada  relación y gesto del otro es visto desde la desconfianza. Por eso el egoísmo, los celos, la envidia cuando anidan en el corazón nos llevan  al odio.

Cuantas veces las religiones y las ideologías, basan sus relaciones en la mentira, el oscurantismo, en el manejo de conciencia con la culpa, generando rencor hacia el distinto, al que no piensa igual que nosotros. Guerras, violencia, odios y separaciones realizadas en nombre de la verdad y de atribuciones a supuestas revelaciones divinas. Se le  pone un cartel de propiedad privada al Dios que se manifiesta en todos y para todos.

La verdad nos hará libres  expreso el maestro Jesús. Porque será dar aquello de lo profundo que tenemos como seres humanos. Porque brotará del manantial de nuestro interior donde sale el agua de lo vivido, sentido y experimentado.
No se puede vivir con heridas abiertas en forma indeterminada. Buscar excusas para animarse a perdonar, a reconciliarse no nos permite experimentar el amor como supremo bien a los que estamos llamados a vivir. 
Cuantos seres humanos viven con culpas y rencores hacia los demás. Están sumidos y encerrados en ese dolor cuyo espiral los vuelve tristes, desolados, sin perspectivas de volver a encontrar paz. Vivir como víctimas nos puede hacer perder de vista la realidad que nos rodea. Si estamos agarrados a un pasado de dolor y seguimos conviviendo con el  nos hace puede daño y no nos permite ver el futuro.
No se puede pasar como quién traspasa una puerta de este dolor a una responsabilidad que nos ayude a integrar las heridas sufridas a generar vínculos integradores, sanadores y fraternos. Es un proceso, y como tal tiene su tiempo, su dolor y sus conflictos.

“Mirar al que me ha hecho daño de tal manera, que los ojos no encuentran en él nada que perdonar. Es la mirada que transforma. Es la primacía de la generosidad. Es el poder de la bondad. Es la esperanza para la humanidad. Es lo divino del ser humano. Es lo humano de Dios, ¡bendito sea! Es el Evangelio de Jesús.” (José Arregui). También vale para cada uno de nosotros el poder mirarnos al espejo y tener la experiencia de transformar el daño producido en nuestro interior.

Por eso debemos recurrir a diversos  elementos humanos, como técnicas psicológicas y espirituales que nos puedan ayudar cuando de corazón queremos cambiar esa culpa ese rencor. Para que sean trasformados en encuentro, en construcción vincular, en búsqueda de la fraternidad, en reconocimiento de la verdad. Nuestro deseo de crecimiento personal puede generar un cambio en nuestras relaciones vinculares, extensivo a los grupos sociales en los cuales actuamos beneficiando a la sociedad en la desarrollamos nuestras actividades. Lo que podríamos llamar un beneficio personal para sanar nuestras heridas se trasluce en la apertura a los otros.

Ojalá aceptemos el desafío de escuchar la voz que nos invita al cambio y aceptar las correcciones  para que podamos vivir en la verdad. Como el discípulo de nuestra narración compartamos las verdades. Esto será un bien invalorable para nosotros y un crecimiento en todos los órdenes para nuestra sociedad.