Parafraseando a Publio Terencio Africano diré que: Soy hombre y por lo tanto nada de lo humano y de todo ser viviente que viva en la tierra y en el universo me es indiferente y ajeno a mi vida.
Como dijo Anaxágoras: Todo tiene que ver con todo.








domingo, 25 de octubre de 2020

CREO EN...

CREDO
Creo en Dios, que nos regaló gratuitamente el cielo y la tierra, que es energía pura, al que lo podemos llamar padre, madre, amigo, hermano. Que es cercano y nos acuna en sus brazos. Es Él que está siempre entorno a nosotros. Que es gracia y don inacabado.

Creo en Jesús, quién vivió a conciencia como un hijo de Dios, haciendo el bien, sanando, perdonando, predicando y recreando fraternidad. Era consciente del Reino y comprometido con su justicia.
Que fue concebido por María y José, padres amorosos y generosos que vivían de su trabajo honesto y llegado el tiempo del parto nació en un pesebre junto a los pastores y los animales. La luna, las estrellas y el firmamento fueron testigos del milagro de la vida y alabaron a Dios.
Vivió en los tiempos de Pilatos, su pueblo y toda su tierra estaba bajo el yugo del imperio romano. Tuvo amigos y amigas, caminó predicando el Reino de Dios. Llamaba a Dios Abba, papito. Rezaba en soledad y nos enseñó el Padre Nuestro para hacernos hermanos.
Enfrentó a la religión basada en leyes y cargas que esclavizaban al pueblo, un culto que sometía y no liberaba, que se basaba en los sacrificios y no era compasiva ni solidaria con el pobre, el enfermo, la viuda y el oprimido.
Por predicar un reino de justicia, de paz, y de amor los poderes religiosos, políticos, económicos y sociales de su tiempo lo condenaron a la muerte. Fue torturado, se lo coronó con espinas, fue lapidado y crucificado.

Acompañado por las mujeres, agonizó clavado en la cruz y murió. Fue sepultado a escondidas por algunos amigos, que temían a los poderosos.
Experimentó el dolor en su frágil humanidad, vivió el infierno de la duda en su interior de continuar llegando a pedir ser apartado del cáliz que debía atravesar en esa noche en el Getsemaní. Vivió el dolor del abandono, de la traición y de la muerte. Quedo en absoluta soledad.
Su sí, aún en la noche y con tinieblas que destrozaron su cuerpo y lo envolvieron en la muerte lo hizo resucitar. Su cuerpo pereció pero su Espíritu continúa aleteando e inspirándonos a cada uno de sus seguidores y seguidoras.

Se presentó a las mujeres como signo de hacer de ellas un signo de gestadoras de la vida. Explicó las escrituras a la pareja que iba caminando desahuciada. Increpó a Tomás por su escasa fe. Su presencia es signo de la resurrección.
Desde la experiencia de vivir junto al Dios que siempre da vida y nunca abandona Jesús nos anima a vivir en el Espíritu los valores del Reino.
Creo en el Espíritu que sopla cuando y donde quiere, que restañe las heridas, que insufla fuerzas, que es bálsamo en las caídas e incomprensiones. Creo en el Espíritu que alienta a ser compasivos y misericordiosos.
Creo en la iglesia, comunidad de mujeres y hombres, que intentamos abrirnos a los otros, respetarnos, fraternizar, perdonar, caminar juntos entre las diferencias que nos ayudan a crecer como humanidad.

Como comunidad que nos alentamos a levantarnos y animarnos aún en las peores caídas, a curarnos las heridas, a perdonarnos cuando nos lastimamos porque muchas veces miramos y actuamos desde el egoísmo y no desde la misericordia y la compasión.
Creo en el perdón como un paso para liberarnos de las abultadas mochilas que pesan sobre nuestro corazón y espíritu y no nos permite crecer. Creo en el perdón como una herramienta que nos permite sacarnos las anteojeras que dirigen nuestra mirada solo hacia el árbol y nos impide ver todo el bosque con sus diversos matices.

Creo en la resurrección, espíritu que trasciende al cuerpo, lo transitado en esta humanidad, vivimos en este tiempo del kronos nuestra leve y finita existencia y se prolongará en el tiempo infinito del kayros. Seremos un todo en el Alfa y Omega de la Eternidad. Desde siempre fuimos pensados, nacemos, nos movemos, existimos y estaremos por siempre y para siempre, amén.
S. D.

domingo, 4 de octubre de 2020

HACIENDO MEMORIA III

Somos trashumantes de la historia,

somos artesanos de memoria
y está lleno de rostros nuestro amor
está lleno de sangre.

El tiempo transcurrido en el seminario San Francisco Solano de los Misioneros de la Consolata fue  muy bueno en el trabajo pastoral que me permitieron realizar, ya sea en lo escolar como en lo parroquial. También fue un tiempo de cuestionamientos personales que me pude ir realizando para clarificar algunos aspectos de la vida. Comprendí que el paso por una comunidad religiosa como lo puede ser un noviazgo son tiempos de conocimiento, de diálogo, de escucha y de discernimiento. Por eso iré rescatando algunos hechos esenciales importantes. Las etapas de la vida no se suceden en forma lineal, no termina una y empieza la otra, sino en forma circular entrelazándose una con otra.

En la Facultad de Teología –José Cubas 3543- tuve muy buenos profesores a saber: los sacerdotes Rubén García sdb, Domingo Kerpan, Juan Carlos Maccarone, Miguel Irigoyen, Luis Heriberto Rivas, Carlos Chiesa, Antonio Marino, Juan Guillermo Durán, Jorge Biturro, Aldo Ragneri, la Bilu y la Bolo que eran profesoras de Latín,  filosofía con Del Bosco y un joven ayudante llamado Joaquín Migliore y varios más. Hice dos años de filosofía y teología muy buenos para alguien que recién asomaba al mundo del intelecto.

Compartí clases con compañeros muy generosos, abiertos a la escucha, al diálogo y a compartir, como fue el caso del joven Pepe Di Paola que nos invitaba a matear junto a su comunidad en el Seminario Metropolitano Arquidiocesano. Los seminaristas de Quilmes Fernando, Adolfo, Rudy, Carlos, Raúl y muchos más que pertenecían a  la comunidades de los Doce Apóstoles y la de San Pedro y San Pablo (conocida popularmente como “la Pepa”) que dirigía el P. Quiaquinta – que luego lo convertirían en Obispo.


Recuerdo vivamente de su ordenación episcopal el 30 de mayo de 1980 en la Catedral Metropolitana, con un homilía basada en el Credo y diciendo en uno de sus párrafos que le llegaban a su escritorio cartas de madres que pedían por sus hijos desaparecidos. Y después decían que la Iglesia era cómplice. Puede ser y lo fue una parte de la Iglesia Argentina que estuvo junto a las juntas militares, pero una gran parte estuvo por la vida, denunciando las atrocidades y las injusticias.

Fue una época donde se derramó mucha sangre, se regó la Patria de sangre de compatriotas, fue un tiempo de dolor y sinsentido. Todavía hoy seguimos echando sal sobre esas lacerantes heridas en el cuerpo social de nuestra Argentina, avivadas por aquellos inescrupulosos que de todo hacen sus negocios y su política de baja estofa. Sin embargo también muchos intentamos y buscamos caminos para echar un bálsamo que sane esas heridas con justicia pero no con venganza. Ojalá las próximas generaciones no beban el veneno del odio y la venganza que muchos siguen vertiendo en niños y jóvenes.

Luego de años lo volví a ver a Carmelo y me unió a él un gran trabajo que comenzó a realizar por la unidad de los argentinos con el tema de la reconciliación y el perdón, su prematura Pascua el 22 de junio de 2011 truncó esa formidable labor, pero de esto hablaré más adelante. Presidió la misa de exequias el entonces Cardenal Bergoglio, esa fue la primera y única vez que vi y participé de una celebración del actual Papa.

Teníamos muy buena relación con los Oblatos de María Inmaculada que estaban en Caseros (Bs. As) y varias veces fuimos con ellos al barrio Carlos Gardel, entre ellos rescato a Omar Friedrich.


No todos los seminaristas eran abiertos a compartir con los demás, había una separación entre los diocesanos y aquellos que pertenecíamos a congregaciones, y encima si eras de una congregación misionera te ponían en otro costado más lejano todavía. Por sobre todo había una gran misoginia por parte de algunos seminaristas y profesores. Los laicos recién estaban comenzando a estudiar o mejor dicho los dejaban entrar a la Facultad para estudiar Teología.

Esto lo narro para que podamos ver que se va construyendo la iglesia-comunidad no desde un idealismo romántico, sino desde las fragilidades humanas como lo son la envidia, los celos, creerse superior y todo anclado en los miedos. Cuando uno conoce al otro, ingresa en el corazón del hermano o hermana los temores, las murallas, las alambradas se desmoronan, caen y surge la fraternidad.

La comunidad de los Oblatos Diocesanos hizo una reunión donde invitó al recientemente elegido premio Nobel de la Paz, el arquitecto Adolfo Pérez Esquivel. Recordemos que todavía el país vivía bajo el gobierno militar y ellos tenían una comunidad de estudiantes frente al seminario por la calle José Cubas. El lugar no era muy grande, y recuerdo que todos estaban sentados y quedaba un solo lugar libre en el  piso, ahí fui yo, sin darme cuenta me había sentado al lado de Pérez Esquivel. Sacaron varias fotos y como los Operarios se encargan de hacer retiros vocacionales (yo lo había hecho en Córdoba en el año 78) hacían audiovisuales –que grande estoy- y fui a una de esas charlas en un colegio de Mataderos y al pasar las diapositivas vi que una de las foto era justamente la que estaba junto al Premio Nobel.

Aquí voy a escribir una “nota al margen” sobre el Sr. Pérez Esquivel. Un año lo invite a dar unas charlas a los chicos del colegio donde trabajo, él tenía vinculación con la comunidad, les había pintado el mural que está en la casa de Nazaret. Yo había trabajado el mural con los chicos, así como la vida de él para que estuvieran imbuidos de su persona y sus luchas. Idas y vueltas para poder armonizar con su día y hora de encuentro, siempre argumentaba razones para no venir, la última fue de su enfermedad que le había prescripto reposo. Y Lo desistí del tema por razones lógicas y al poco tiempo me enteró que había ido a construir casas por un proyecto a Denver (EEUU), y lo que más logré por intermedios de otras personas fue que hiciera un video con unas palabras para los chicos, encima lo grabó comiendo bizcochitos y tomando mate, casi ni se le entendían sus palabras. El video por respeto a mis alumnos no lo pase. La segunda observación es que es un hombre que apoya las dictaduras –Cuba y Venezuela por ejemplo, no se pone del lado de la gente que busca la paz no hace honor del premio recibido. Creo que cuando se da un nobel –y más como la Paz- el comité noruego debería hacer un seguimiento y si la persona cambia –cosas que es factible y no está mal- se lo puedan retirar. Quedé muy desilusionado, aprendí que a veces el crecimiento en la edad y los premios no traen sabiduría.

El P. Enrique Fabbri s.j, que era del grupo de sacerdotes del CÍAS (Centro de Investigación y Acción Social de los jesuitas) nos daba charlas de amor, afecto y sexualidad en el seminario. También en el I.P.A cursé junto al P. Luis Sánchez un cura obrero de Wilde, un gran hombre y un santo, trabajaba de verdulero y luego hacia cumplía con su ministerio sacerdotal, durante años acompaño la lucha de los jubilados, tuvo hace un tiempo su Pascua. Profesores de la talla de Luis Combes, Gloria Ladislao, Victorino Zeccheto, Luis Pérez Bahamonde,  Homar Estrañy, Benito Santecchia, Wenceslao Maldonado, el P. Pedro Li y Teresa Ozoro y tantos otros que vibraban con el Concilio Vaticano II y el empujón que significó para la evangelización, nuevos en métodos y ardor misionero, el Documento de Puebla.

En esos tiempos la Renovación Carismática no era mirada con buenos ojos y varios compañeros –Fernando Peretti lideraba el grupo- fuimos a pedir a las autoridades de la Facultad un lugar para reunirnos a rezar, y nos dieron la Cripta, era un lugar lúgubre, frio y semioscuro. Pero lejos de hacer mella en nosotros nos empezamos a reunir semana tras semana a rezar, cantar y alabar a Dios.

Fruto de esto conseguimos que el P. Darío Betancourt que estaba en la Argentina viniera a dar una charla a los seminaristas y la comunidad salesiana del P. Aldo Ragneri –que no compartía esa espiritualidad- nos prestó una sala donde escuchamos el testimonio del P. Darío. Remarco algunos hechos que parecen solo anécdotas de vida, pero han calado en mi vida muy hondo porque a pesar de no compartir un estilo de ser iglesia o una forma de espiritualidad determinada hay personas que no cercenan las diversas expresiones.

Esos hechos fueron muy formativos en mi joven vida porque siempre he abrevado en diversos pozos de la vasta espiritualidad y compromiso cristiano, todos han aportado algo importante a mi vida que pude volcar en la docencia y en la catequesis además en los compromisos pastorales de parroquia.

No puedo dejar de mencionar el Fiat 1500 rural de color verde que manejaba la compañera Silvana Laganá y al entrabamos una cantidad nunca conocida de seminaristas. Pensar en esas épocas una mujer manejando no era muy usual, pero obviamente éramos todas personas de mucha fe. Aunque recuerdo que ya en el 80 –esto para los grupos denominados feministas- que una mujer manejaba un colectivo de la línea 134. He viajado con ella conduciendo, nadie me lo contó, lo vi. Nadie se escandalizaba y ella lo hacía con gran profesionalidad. Fueron todos momentos formativos, y cada una de las personas, aún aquellas que por no recordarlas nos las puedo poner en el texto fueron consolidando mi historia.

Sandra Routorou una amiga de la Facultad me llevó a conocer al P. Rafael Morán Díaz que estaba en la Parroquia Nuestra Señora de la Natividad y estaba ahí el P. Víctor Godino, fuimos en el 134 hasta Barracas, y nos atiende una señora que nos preguntó “vienen a hablar con el Padre para casarse”, muy lejos de eso estábamos, nos echamos a reír y le explicamos quienes éramos.

Durante un año animamos la liturgia de los domingos en la Parroquia Nuestra Señora de Lourdes en la Avenida Rivadavia del barrio porteño de Flores, estaba el P. Jorge Herrera Gallo. En San José de Flores el párroco era el legendario Padre Oscar De Bonis, todo un personaje. En Semana Santa compartíamos la liturgia con la Hermanas Adoratrices la calle Malvinas Argentinas, luego de las celebraciones las monjas preparaban unos desayunos al estilo que era lo último que se iba a comer en el mundo y había una superiora española que le gustaba cantar, así que agarraba la guitarra y animaba nuestros opulentos desayunos.


Grandes compañeras como ClaraTemporelli, Hermana de la Compañía de María, y las compañeras laicas Cecilia García y Cristina Rosas, quién fue mi novia y nos unimos en matrimonio  el 9 de noviembre de 1984. Otros compañeros  gratamente recordados son Elsa y Daniel del Movimiento de la Palabra de Dios, Graciela Moranchel, María de la Paz Arenas –y su Citroën apodado Bartolo, Haydee P., Marité; un muchacho muy serio llamado Miguel de Azua que años después vi que es un destacado intelectual e  Iván, un chileno cuyo único tema que cantaba era “Gracias a la vida”.

La misión en Villa Paranacito (Entre Ríos) fue un tiempo de estar con la gente de las islas muy educativo. Pernoctamos en una escuela y durante el día nos ocupábamos de hacer actividades recreativas con los chicos que eran hijos de los hacheros y pescadores de esa zona. Nunca olvidaré las picaduras de tantos mosquitos. Habíamos ido tres seminaristas: un compañero que estuvo muy poco con nosotros, Roque, el tupa y yo. Una noche el Tupa nos contó gran parte de la historia de su Uruguay querido, desde José Gervasio Artigas hasta la actualidad, en ese momento 1982, el Frente Amplio, los Tupamaros, mientras comíamos dulce de leche con ricota, lo único que nos había quedado de comida hasta que no viniera la lancha a reponer los alimentos.

La idea era que todos los chicos de las diversas comunidades de la isla confluyeran en Villa Parancito donde tenían su parroquia el dúo dinámico, así le decían a los Padres Ángel y Artemio, dos curas de la Consolata que desafían siempre a la autoridad y las leyes de la iglesia. Ese Viernes Santo comimos en su parroquia y nos visitaba un cura paranaense y el formador de nuestro seminario Luis. Artemio y Ángel lejos de no comer carne trajeron los mejores manjares, los otros curas se rasgaban las vestiduras y nosotros los “rebeldes” seminaristas disfrutamos de todos los manjares que nos ofrecían. Artemio y Ángel decían: “Si Jesús comía y bebía con pecadores y prostitutas porque no podemos comer nosotros así”. Era una pintura surrealista. Por razones ajenas a nosotros la lancha que debía transportar a los chicos nunca llegó y no nos pudimos despedir de ellos, este párrafo va como forma de saludo.

Una experiencia fue poder ir al Hospital Nacional “D. Baldomero Sommer” que está sobre la ruta 24 km 23,5, en el partido de General Rodríguez. Es un hospital referente a nivel nacional en lepra. Hoy, la lepra es una enfermedad curable si se realiza el tratamiento adecuado durante el tiempo y la forma indicada.

El P. José tenía que tomar unas fotos y hacer un reportaje con la comunidad de ex-enfermos de lepra que vivían ahí –enfermedad ya controlada- y me invitó. Fue una experiencia inolvidable de ver a esa gente, su alegría y sencillez. Se notaba en sus rostros y extremidades el paso de la enfermedad que se había detenido hace un tiempo. Todavía están esas caras en mi memoria. Hago memoria de la figura de Raúl Follereau un luchador incansable por el tema de la lepra en el mundo. El 28 de enero se celebra la Jornada Mundial contra la Lepra, creada por Follereau en 1954. Este vagabundo de la caridad y apóstol de los leprosos falleció hace cuarenta años, el 7 de diciembre de 1977. Follereau renunció a una brillante carrera literaria y periodística para dedicarse a devolver la dignidad a los enfermos de lepra y a luchar contra la pobreza.

Tuve que ir varias veces al comando en Jefe del Ejército a pedir permisos, además al sacar el carnet de conducir me lo dieron por un año ¿saben el argumento? Porque tenía barba y como estaba en una congregación misionera por excepción me lo otorgaban pero con tiempo limitado. Debes en cuando los militares detenían a los colectivos y debíamos presentar el documento. Dos pequeñas historias más: tenía un amigo internado en el Hospital Militar y cada vez que iba a visitarlo no me dejaban pasar, un sábado ya cansado porque quería verlo, le pedí a un sacerdote su camisa con clergyman y le comenté lo que iba a hacer. Me fui bien vestidito, pregunté por él y me dicen: “pase Padre”, fue la única manera de verlo. La otra fuimos Roque y yo, los dos con clergyman al comando en Jefe del Ejército, nos dejaron pasar, íbamos a buscar un permiso y cuando estábamos en el tercer piso sale un militar gritándonos que no lo dejábamos ver el partido de Argentina tranquilo –se jugaba el mundial de España- y cuando está cerca nuestro y nos ve dice: “disculpen, ¿qué buscan?”, le dijimos y nos firmó el permiso. Cosas que pasan en la vida.

Dos veces peregriné a Luján y viví desde el Seminario con mucha intensidad el Congreso Mariano de Mendoza, en especial el cierre en manos de Monseñor Vicente Faustino Zazpe, Arzobispo de Santa Fe,  con quién tuve un incipiente cambio de correspondencia. Sus cartas eran toda una enseñanza en cada frase. Las Bienaventuranzas de los Jóvenes que profetizó en el Estadio Mundialista todavía resuenan en mi corazón.


Y así es la vida, porque nos vamos haciendo de personas, paisajes, palabras y momentos

…. Soy ésta tierra,
soy ésta gente,
soy mi memoria
y soy ésta historia

Vamos desandando este camino,
vamos resistiendo en este olvido
que está lleno de vida este dolor,
está lleno de sangre este dolor.

TEXTOS USADOS: 

“A mi manera”  Claude François, apodado Cloclo, "Comme d'habitude" (de la cual Paul Anka usaría la melodía para escribir "My Way")

“Esta historia” de Raly Barrionuevo

“Solo tengo caminos” de Eduardo Meana s.d.b.


sábado, 29 de agosto de 2020

HACIENDO MEMORIA II -

Crecí sin derrochar
logré abrazar, el mundo todo
y más, mil sueños más,
viví a mi modo...

Dolor lo conocí
y recibí compensaciones
seguí sin vacilar
logré vencer las decepciones...
Mi plan jamás falló
y me mostró mil y un recodos
y más, sí mucho más,
viví a mi modo...

Cuando me vine a Buenos aires me regalaron –mis compañeros catequistas de la Consolata- el ritual de los Sacramentos con esta frase y sus firmas: “El Espíritu del Señor está sobre mí y me envió a consolar a los que están afligidos” Isaías 61, 1-3ª.

Esa mañana calurosa y de desasosiego del 23 de enero de 1980, con 17 años junto a una valija marrón, un bolso verde “diportto”, al P. José Auletta I.M.C. y los entonces seminaristas Rubén López –sacerdote- y José Luis Ponce de León –obispo en África- en un Renault 4 de color blanco emprendí el viaje. Una caja de libros me llegaría después por Transporte Barrado junto a cajas de picadillo, galletitas y otras vituallas que tenían mis padres la costumbre de enviarme, para ser compartidas.


Ahí quedaron mis padres, abuelos, hermano, tíos y primos. Algunos de ellos con “el magún” en su estómago. El magún (posiblemente se escriba de otra manera  y esa sea la pronunciación, palabra de un piamontés cocoliche) es la tristeza que queda anclada por una partida. Muchos años después lo traduje como la tristeza que uno tiene ante una despedida o situación dolorosa y que luego con el correr del tiempo y elaborando el duelo, la pérdida uno hace que eso desaparezca.

Luego ya en la Capital Federal del país, mientras me formaba en diversos cursos que fueron muy valiosos para mis primeros tiempos de formación. Íbamos al I.P.A; a las Jornadas de Vida Religiosa en la Federación de Box siendo uno de los expositores el P. Mateo Perdía C.P.. P: Arnaiz S.M., unas charlas de Monseñor Pironio sobre la vida consagrada y todo curso que sirviese para nuestra preparación. Comencé mi trabajo en la catequesis escolar, en el seminario teníamos el objetivo de trabajar para ganarnos aunque sea en parte el sustento diario, entonces conseguimos unas horas en el Colegio Lasalle de Flores. Como Pablo de Tarso que consideraba al trabajo como "Quien quiera ser discípulo, amigo y hermano de Cristo, que trabaje siempre que su salud, edad y circunstancias se lo permitan".

Como una perla para mi vida, acompañé varias veces al P. Mateo Pozzo I.M.C al antiguo Mercado de Abasto que estaba cerca de Chacarita. A las tres de la mañana en medio de esos hombres que gritaban, insultaban y cargaban grandes cajones, Mateo pedía y todos ellos le iban dando verduras y frutas, él nada desechaba. Todo lo que traíamos en el auto luego lo separaba y lo repartía en las casas religiosas de la zona de Flores que los misioneros frecuentábamos, por ejemplo las Hermanas Adoratrices de la calle Malvinas Argentinas, el Próvolo y otras más.


La dictadura seguía vigente para daba sus últimos zarpazos y vivimos con mucha tristeza y expectativas la guerra de Malvinas. La del 82 fue una Semana Santa vivido con el dolor de los muertos, la incertidumbre de los convocados y una parte del país que estaba con el oído y el corazón en el llamado teatro de operaciones y otros que continuaban su vida sin ton ni son.

Tuve muy buenos compañeros en el  itinerario catequístico y buenos maestros como el Hermano Mauricio Bovo, el Profesor Víctor Zacarías –hace pocos días fue su Pascua, el hermano Luis Combes. También trabajé un año en la catequesis de confirmación junto a mi compañero Alejandro García -platense- en la Parroquia San Francisco Solano de Mataderos, lugar donde fuera asesinado el P. Múgica. Muchos de los jóvenes que teníamos en confirmación eran niños en la época en la que fue asesinado el P. Carlos Múgica y nos contaban lo que sus padres les habían narrado sobre ese hecho.

Compartíamos esa comunidad en un primer tiempo como formado el P. Oscar Goapper, fallecido en tierras misioneras; luego acompañado por el P. Nelson Borgoño y tiempo después el P. Luis Manco. Como compañeros recuerdo a Gustavo Marcías –que había estado en el 78 en la cordillera cuando Argentina y Chile estuvieron a punto de entrar en guerra por el Canal de Beagle, Christian Fernández Moores, Néstor Saporitti, Ponciano Acosta, Roque Ferreyra –le decíamos “el tupa” por ser uruguayo- junto a los ya nombrados Rubén, José Luis y Alejandro. Pasaron otros compañeros entrerrianos, mendocinos y cordobeses, buena gente. Rescato la siguiente anécdota; cuando estaba Oscar recibíamos la comunión en la mano y se comulgaba bajo las dos especies. Al llegar el nuevo formador abolió esa forma argumentando las leyes litúrgicas de la Santa Madre iglesia. Entonces nos reunimos los compañeros y le hicimos un planteo de no estar de acuerdo con la modalidad y nos dijo que éramos golpistas, que nos podía echar. Ahí vislumbre un gran retroceso entre el decir y hacer, la apertura misionera predicada, la que debería ser para ir a evangelizar respetando a los demás y el apego a las tradiciones, leyes y formas arcaicas del pensamiento único.


La alternancia de la vida comunitaria, de oración, de hacer las compras, de liturgia, de ir en el 85 hasta Villa Devoto a estudiar a la Facultad de Teología de la UCA, y convivir con varias familias que venían al seminario fue un clima propicio para no desvincularse de la realidad. Sin olvidar las pizzas de los sábados en la Pinturería Siloé de Pedernera 53 del querido Jorge Depaolini y familia, incluidos sus cuñados. Además con el Tupa salíamos los sábados a la tarde a caminar y matear, llegábamos hasta el Cementerio de Flores. Los domingos teníamos  lo que se llamaba “un lugar de pastoral misionera”, en mi caso iba hasta Paso del Rey, donde estaba el P. Elvio Mettone y tenía una casita de chicos judicializados. También ayudaba a un grupo de mujeres que mantenía una olla  popular.

En esos tiempos tenía como director espiritual al Padre Alberto Ibáñez Padilla s.j. en el Salvador de la Avenida Callao y  Tucumán; y era el confesor el P. Antonio Marino –luego obispo- en la Parroquia de San José de Flores.


Fueron lindos tiempos, pero el Espíritu sigue soplando, a veces no nos damos cuenta por los caminos que nos va llevando, nos dejemos llevar, y tenemos que afrontar otras temas de la vida, aunque a veces eso significa no acordar con otros, pero es la vida de uno en relación con el Absoluto, a eso siempre intento –a veces lo logro y a veces no- ser fiel.

Ese fui yo
que arremetí, hasta el azar
quise perseguir...
si me oculté
si me arriesgué
lo que perdí no lo lloré...
porque viví
siempre viví, a mi manera...

Continuará…

martes, 25 de agosto de 2020

POSTALES PERSONALES I - HACIENDO MEMORIA


Haciendo memoria
Estoy mirando atrás
y puedo ver mi vida entera
y sé que estoy en paz
pues la viví a mi manera...

Doce días después de mi nacimiento fui bautizado, el 24 de febrero de 1962 en una Parroquia de la localidad santafecina de Piamonte erigida con el nombre de San Antonio por un Misionero de la Consolata el P. Antonio Ricci. Ahí comenzó mi vida dentro de la iglesia formalmente.
Estuve tres años en la casa de formación de los Misioneros de la Consolata en el barrio de Flores. En la Pascua de 1982 (12-4) festejamos en la Casa Provincial –José Bonifacio y Pumacahua- y jugué unas partidas de ajedrez con el P. Ricci. El después nos saludó alegremente y se fue a dormir. Esa noche fue su Pascua, seguramente desde el cielo con su bicicleta y sotana estará llevando su alegría.

Siempre iba a misa a la parroquia Nuestra Señora dela Consolata en la localidad de San Francisco, Córdoba, junto a mi mamá, a la primera misa, los días domingos. En ese lugar a los 14 años tuve el primer grupo de catequesis de primera comunión. Éramos un equipo de jóvenes, chicas y varones, que nos iban formando cada semana y podíamos transmitirle lo aprendido a los niños. Recuerdo a uno de los chicos porque su papá era empleado en una estación de servicio, lavaba los autos y siempre le decía a mi papá: “su hijo le da catecismo al mío”.



Recuerdo algunos de esos rostros de chicos y de compañeros de camino tales como Mónica Pastore, Marta Oliva, Rosa Leone, A R. de Córdoba, Jorge Leone, Aldo Córdoba, Clides de Usinowicz, Mabel Racca, Marta Villarreal, Elsa Ledesma Patricia Usinowicz y Marcelo Cereda.




Puedo decir que el retiro realizado en las instalaciones del colegio técnico conocido popularmente como “artes y oficios” al lado de la Catedral predicado por el P. Hernán Pereda de los Cooperadores Parroquiales de Cristo Rey fue una llamada a seguir a Jesús.


Desde ahí, además de la catequesis, me involucré en los grupos juveniles y en la incipiente coordinadora de grupos juveniles. Hay que contextualizar en el tiempo que vivíamos para el gobierno militar, muchas actividades estaban proscriptas y regía la censura. Los jóvenes era uno de los grupos donde el poder de turno tenía puesta su mirada. Una iglesia que conservadora en su estructura estaba necesitada de vocaciones sacerdotales y religiosas, viendo que los jóvenes se movían comenzaron tibiamente a apoyarnos, además de ejercer cierta vigilancia para que no nos desviemos ya que estaba muy presente esos jóvenes que adhirieron a la iglesia y al cristianismo habían tomado las armas, sin olvidar que muchos de ellos integraron grupos de la iglesia, desde aquellos grupos instaurados desde años con una sólida jerarquía y principios hasta los más volubles como los llamados grupos misioneros y juveniles.

Hoy puedo afirmar que muchos miembros de la iglesia alentaron esa toma de armas con predicaciones erróneas, interpretaciones falsas del Evangelio y teologías asentadas en personalismos. Todavía quedan algunos vivos, ellos tendrían que pedir perdón a la sociedad por su prédica que condujeron a uno de los tantos baños de sangre que vivimos en la Argentina y que todavía nos sigue manchando dolorosamente.

Recuerdo a los padres Luis Sccacabarozzi, Mario Viola, Juan Bosco, Nelson Borgoño, Ramón Núñez y Enrique Blussand, todos Misioneros de la Consolata, con diferentes personalidades y características. También al padre Baldomero Martini -después obispo- y al P. Pedro Ludueña Sueldo, sin olvidar al P. Ronald Ferrero de la localidad de Morteros, todos ellos del clero diocesano. Con mucho afecto a dos laicos Víctor Córdoba y el Sr. Tito Melían, ambos muy compañeros y disponibles a alentar a los jóvenes en el compromiso con la iglesia.

Se hicieron grandes jornadas juveniles, en lo personal fue un golpe la muerte de Pablo VI, para muchos el Papa de nuestra infancia y adolescencia. Elegían a otro que a los treinta y tres días nos dejaba –merecería un párrafo aparte sobre la inesperada muerte de Juan Pablo I, el Papa de la sonrisa. Fue elegido un cardenal de Polonia –haciendo casi realidad la novela de Morris West “Las sandalias del pescador”- rompiendo una tradición de siglos de papas italianos –algo que todavía sigue- y el recientemente elegido Juan Pablo II voló a Puebla, México. Los jóvenes entusiasmados con ese documento de color verde que nos habla de la realidad latinoamericana y de las opciones preferenciales.

Misionar también fue abriendo mi mente y corazón a nuevas realidades, como lo vivido en Ciénaga del Coro, diócesis de Cruz del Eje, en tierras donde anduvo el cura Brochero y que la gente mayor contaba de las andanzas de ese sacerdote que predicaba a la gente humilde de las sierras cordobesas. Etapa compartida con el P. Virginio Bressanelli s.c.j. –luego obispo- y los amigos Omar Santillán y Raúl Aimar.

Menciono también a los Hermanos Maristas: los Hermanos David Calvo Ortega, Demetrio Espinosa y Adán Kappes que nos facilitaron los encuentros para confirmarnos, Marcelino Buet, Urbano Espinosa y Antonio Ruet, sin olvidar al gran maestro Avelino Sufia que nos preparó para la primera comunión.
Las clases de oratoria de los sábados a cargo del Hno David nos ayudaron para hablar en público y compartíamos momentos de oración en la reciente capilla del colegio.

Voy narrando todos estos hechos para entender que la vida va sucediendo como una cadena de eventos donde las personas que intervienen, si uno los sabe escuchar, son la voz del Espíritu que siempre sopla y nos lleva adonde quiere y cuando quiere. Esto cuando uno es adulto lo va mirando con el espejo retrovisor y se sitúa cada palabra, hecho y persona en su lugar.

Podrían nombrar a las personas que pusieron piedras en el camino, descalificaron o persiguieron, pero ya no habita ningún rencor en mi corazón hacia ellos, sino pedirles a Dios que los haya recibido entre sus manos a aquellos que tuvieron su Pascua y bendiga a los que todavía siguen con vida.

Pero siempre me detengo en aquellos que han sumado a mi vida como lo fueron Juan Carlos Gieco y Mónica Pino, cuya casa visité durante mucho tiempo, mientras veía crecer a sus primeros hijos –Carolina y Juan Pablo- ellos hablaban del Movimiento Carismático –impulso de un nuevo Pentecostés-, de Neruda y de Los Jaivas.

Entre los momentos fundantes están a las visitas a la capilla del Hospital, al cementerio, las noches de oración en la parroquia junto un grupo de jóvenes que habíamos hecho de la oración un punto de encuentro. Cada uno siguió luego su camino, algunos son sacerdotes, otros estamos casados y otros ya están junto al Señor. Daniel Mari, fue preceptor y un gran compañero, consejero pausado y excelente persona, y a Reynaldo Giménez, mucho más grande que yo, pero muy espiritual y también una gran personal. Ambos están gozando de la p presencia de Dios. Peregrinamos en ese momento de la vida junto a Sergio Muratore, Daniel Cavallo, Mario Ludueña, Domingo Camisasso y Marcelo Cereda.
Fue una etapa de preparación, de compartir y de crecer en una adolescencia llena de preguntas y cuyas respuestas se fueron contestando con el tiempo. Cuando uno es joven con todos los bríos parece que nada nos detiene, cometemos errores, algunos aciertos. Tengo claro de mi fidelidad a lo que conocía y sabía. Soy un agradecido a cada momento.

Todo lo vivido, agitado por el Espíritu, animado por la libertad que siempre pude disfrutar y que valoro mi familia me dio, desde una excelente formación en el colegio, el espacio para trabajar junto a mi papá en los veranos en la sodería, el poder participar de diversas actividades antes mencionadas y las revistas religiosas que me mamá recibía y yo las devoraba, como las tardes de radioteatro fueron elementos que me llevaron en una mañana de enero de 1980, más precisamente el 23, a vivir mi segunda emigración, de San Francisco hacia Buenos Aires.

-continuará-

lunes, 22 de junio de 2020

FOTOGRAFIANDO EN EL DÍA DEL PADRE



POSTALES

Pensar en el festejo del día del padre, así llamado culturalmente, me lleva sin lugar a duda a pensar diversas postales en relación a dicha palabra convocante: “padre”.

En mis recuerdos me remito a mi papá, en especial a mi adolescencia, en el rastrojero repartiendo los sifones de soda en aquellos veranos calurosos de San Francisco, donde la provincia de Córdoba se hace pampa gringa con la de Santa Fe. Reparto tras reparto, mucho silencio y enseñanzas concretas sobre lo que sí debía hacer y lo que no debía hacer. Aprendí que el trabajo era la forma honesta de vivir el día a día. El pan nuestro de cada día ganado con el sudor de la frente, y les puedo asegurar que en esos veranos eran para transpirar en serio.

Luego la docencia me fue poniendo otras postales de hijos con diversos tipos de padre. Los que hablaban de sus padres, los que los ignoraban, los que los padecían, los que los extrañaban. No hay un solo modelo, una sola imagen, cada uno vive su experiencia como hijo con respecto a su padre.

Una de las postales que siempre quedaron ancladas en mi corazón fue cuando al inicio de mi ministerio en la catequesis tuve que acompañar a un alumno que su padre había fallecido; eso se ha repetido durante años, y el año pasado tuve que darle un abrazo –las palabras sobran para esos momentos- a dos alumnos que sus padres fallecieron. Como cristiano creo en la Pascua del ser humano. Pero en aquel que vive dolorosamente la pérdida de su ser querido hay muchas más preguntas, todas sin respuestas. En ese instante, poder dar aseveraciones o protocolos de duelo está demás.

En estos tiempos de pandemia quiero detenerme en dos postales que comparto: el papá y el nene que se quedaron sin vivienda en Capital Federal y fueron noticia. Un padre llorando porque no le pedía dar a su hijo lo esencial: alimento y el cobijo de un tuyo. ¡Qué dolor profundo habrá traspasado ese hombre! Y la más cercana, el padre que tirando un carrito acompañado de su hijo, quién no tendría más de cinco años  y ya iba caminando al lado del carro. ¡Qué dureza ver el carro arrastrado por un hombre y un niño que debería estar jugando o estudiando! Imágenes que interpelan a los egoísmos que tenemos los otros seres humanos.

Podría describir cientos de postales, familiares y lejanas. El ser padre me ha llevado a cambiar pensamientos, criterios, afirmaciones y por sobre todo silencios para que los hijos crezcan en la libertad, la misma que yo tuve y tengo. En estos días se usó una frase de Belgrano, uno de los padres de la Patria: “Sin la libertad, la vida no vale nada”. Cuando uno se convierte en padre, desde el momento que uno sabe que está esperando un hijo, ya no se duerme más de la misma manera. Esa frase que parece hecha,  soy testigo que es realidad. Siempre se está atento a los actos y hechos de los hijos, luego esto se traslada a los nietos y el descanso vendrá luego.

Digo postales porque soy del tiempo en que se recibían y se enviaban las llamadas postales desde los lugares donde uno iba a vacacionar; además la postal es un instante de una persona o un paisaje; y las postales hay que verlas en el contexto de desplegar el mapa de todo el paisaje circundante para poder comprenderlas. Por último, como un homenaje a Pedro, que tenía un blog denominado Postales, auténticas piezas de la literatura periodística se pueden encontrar en ese espacio.

Por último voy a levantar el ancla en la imagen de Dios. Se le atribuye a Dios la imagen la de ser padre –ahora también sumamos desde Juan Pablo I- la de madre. Que Dios trae y Dios lleva como si fuese una cinta transportadora en una fábrica de empaques. Dios es Amor. Dios es Misterio. Imágenes ponemos los seres humanos de todos los tiempos para nosotros, y a veces las mismas no representan ni abarcan todo lo que Dios fue, es y será. El amor contiene, repara, es paciente, es servicial, es misericordia. Para entender a Dios, como para entender a nuestros padres, para entendernos a nosotros, los que somos padres, tenemos que ampliar el mapa de la vida, no quedarnos con una escena en un lejano rincón, sino desplegarnos para que nuestra mirada amplia nos permita contemplar el misterio de Dios, de la vida y la de ser padre.

Soy un hombre de esperanza –no de poético optimismo-, y por eso reparo en personajes como Abraham, Moisés y en especial de uno llamado Job, que a pesar de todo lo vivido su fe fue inquebrantable y la esperanza fue su sostén. Y abrevo en otro relato mítico al que siempre vuelvo, cuando Caín mata a su hermano Abel. Como lectores esperamos que Dios haga caer el fuego de su venganza en él, sin embargo, el narrador, que comprende desde su corazón –seguramente era padre, esto es una licencia mía-, dice la frase maravillosa que le atribuye a Dios: “Ciertamente cualquiera que mataré a Caín, siete veces será castigado. Entonces Dios puso señal en Caín, para que no lo matase cualquiera que le hallara”.

Padre se es un instante y luego se va construyendo a lo largo de la vida, ese alguien que uno va siendo junto a los hijos, y las palabras padre e hijo engloban un sinnúmero de circunstancias y hechos que como las huellas digitales no existen dos padres y dos hijos iguales cuando se bucea en lo profundo de las personas.
Después de estas breves palabras es bueno decir Feliz día del Padre y Feliz día de los Hijos. La humanidad es gestada como un hijo y a su vez transforma en padre de otras humanidades.
¡¡¡Feliz día!!!
Sergio D.

lunes, 15 de junio de 2020

PADRE NUESTRO


Padre Nuestro
que habitas en el cielo y en la tierra,
que estás aquí junto a nosotros,
en este momento estás junto a mí.

Santificamos tu nombre,
te llamamos Dios porque lo creemos,
aún en medio de las dudas y enojos
balbuceamos e invocamos tu nombre.
Venga a nosotros la verdad, la justicia,
la paz, la misericordia, el perdón y
la compasión.

Buscamos hacer el bien, con sincero corazón,
y a veces no nos sale como deseamos,
pero tenemos la certeza que estamos construyendo juntos
tu Reino, ese que nos enseñó Jesús, con palabras y acciones.
Reino que es una comunidad, un espacio donde todos cabemos,
sin exclusiones, respetando y valorando las diferencias tan necesarias
para crecer como personas y como humanidad.

Háganse tus deseos de que el hombre viva en armonía,
hagamos nosotros lo posible esos deseos,
que los seres humanos junto la naturaleza
y al cosmos que nos cobija,
podamos vivir anticipadamente los destellos
de lo que será contemplado eternamente
luego de nuestra muerte física y psíquica,
fluirá nuestro espíritu con toda su energía,
allí en lo que llamamos cielo, que incluye la tierra.

Danos el pan nuestro de cada día,
el de la mesa cotidiana,
el de la salud,
de la educación,
del trabajo, de la diversión,
de la libertad de expresarnos, de rezar, celebrar y cantar,
de ser artesanos con nuestros manos,
el de respetar la naturaleza,
el pan del dialogo,
de buscar la plenitud como mujeres y hombres.

Te pedimos ese pan porque sabemos
que vistes los lirios del campo y
das de comer a los pájaros del cielo.

Perdona nuestros enojos, mentiras, violencias,
calumnias, divisiones y guerras
que traen muerte, dolor y deseos de venganza.
Desde nuestra fragilidad nosotros intentamos perdonar
a aquellos que nos hicieron daño
y a los que consideramos que dañaron
a nuestra familia, grupo, tribu, amigos y compañeros.

Ayúdanos para que no cedamos a la tentación
de ser violentos, corruptos, egoístas, avaros,
de aplicar la ley del talión
y danos la fuerza para no convertir en actos aquellos
pensamientos segregacionistas, egoístas, de muerte,
 y que las acciones que realicemos para con los demás
estén inspiradas en el Bien.

Que pueda ser así, amén, que lo que pedimos lo podamos vivir. 
Sergio D.

sábado, 30 de mayo de 2020


BIBLIOTECA
PEDRO LUIS ARMANO
LECTOR-MAESTRO-PROFESOR PERIODISTA-ESCRITOR-AMIGO
EN SU MEMORIA

En los años setenta Vinícius de Moraes, el poeta brasileño, visitó la Argentina. Un joven poeta, Santiago Kovadloff. lo visitó en el hotel con el fin de presentarles unos poemas. Vinícius que lo recibió con un vaso de wisky a las 10 de la mañana, con mucha cortesía comenzó a leer uno de los poemas. Vinícius, que había sido encargado en la Embajada de Brasil en Uruguay conocía muy bien el castellano. Le iba diciendo, “muy bien esta palabra, qué buena pero yo pondría esta otra”; “excelente este término, muy bueno…pero probá poniendo esta otra palabra” y así poco a poco le fue cambiando con elegancia, buen tino y respeto cada una de las palabras que Vinícius creía podían enriquecer aquellos poemas. La anécdota, contada las otras noches en la “Tertulias de los jueves” por el poeta y filósofo argentino, me da inspiración al texto en memoria del amigo Pedro Luis Armano.
Vamos a comenzar a transitar los diez años de la Pascua de Pedro. Su recuerdo en nuestra memoria, de aquellos que tuvimos la fortuna o gracia de disfrutar de su amistad, sigue perdurando día a día. Cuando vemos una foto de él, o sacamos un libro de la biblioteca que nos obsequió, o abrimos una agenda y en la letra “A” donde está su nombre, dirección y teléfono, en las charlas con algunos amigos en común siempre aparece su persona, sus palabras, sus gestos y actitudes.


En estos días me preguntaba ¿cómo viviría Pedro estos tiempos de aislamiento social y pandemia? Él que se lavaba continuamente las manos, que comía sin sal –era un leve incordio ir a almorzar con Pedro pues comenzaba siempre preguntando si cocinaban con sal o sin sal,  ya que cuidaba cada detalle de su salud y estética, pienso en el guardapolvo perfectamente planchado por Licha o Dora, a quienes respetaba y quería con un gran afecto.

Seguramente mantendríamos por WhatsApp  las interminables charlas que solíamos tener por teléfono. Eran tiempos donde las redes sociales no habían hecho ebullición en el mundo, recién comenzaban a asomarse, a pispiar a los seres humanos que en poco tiempo seriamos abordados por ellas. Sin embargo hoy vemos su utilidad en todos los aspectos, desde lo educativo hasta las compras on-line. ¿Qué diría Pedro de este “nuevo mundo posible que habría la tecnología”?

Pedro con quien se podía charlar de política, de libros, de cultura en el amplio sentido, desde cine, música, cuadros, teatro y todo el abanico de temas que se pudiera imaginar. Siempre atento a lo que al otro le gustaba o necesitaba. Su seriedad matizaba con un fino humor, irónicamente sarcástico, pero sin perder su compostura ni siquiera en el tono de voz y dejando a su interlocutor en un desapercibido off-side, hablando en términos futbolísticos.
Podría contar cientos de historias, cada uno de los que lea estas líneas también recordarán –pasarán por el corazón, de eso se trata la Pascua- las que vivieron junto al amigo Pedro. 

Siempre respetuoso de aquellos que pensábamos distinto y cerrando con la frase cuando algo no lo convencía: “lo pensaré”. Hicimos juntos un libro sobre educación que se llamó “Educación ¿problema o dilema?”, cada uno escribió sus textos y fue prologado por el Profesor Roque E. Dabat, en ese momento vice-rector de la Universidad de Quilmes, su escrito fue un artículo más del libro. Pedro, sin conocerlo, estaba feliz de que alguien se tomará el tiempo para potenciar nuestros textos. Los tres teníamos opciones políticas diversas pero pudimos anclar en el mismo texto y compartiendo las mismas páginas. ¿Qué pensaría Pedro de la grieta existente y dónde estaría situado?

No deseo extender estas líneas y por eso vuelvo al primer párrafo a la historia de Vinícius y Santiago. Para mi persona tuvo la misma actitud de Vincíus hacia el joven Santiago. Yo le llevaba textos y él con paciencia y delicadeza me iba haciendo observaciones y correcciones, siempre desde “quedaría mejor así”, “si ponemos esta palabra le va a dar más fuerza a la idea” o “deja que esto lo piense el lector”. Un maestro con todas las letras, lejos de anular al alumno o al principiante, Pedro lo estimulaba a la superación, a la búsqueda y a la corrección. Así también lo hacía con la lectura de los libros, sugería, alentaba, guiaba, no imponía. ¿Qué diría de estos tiempos donde se quiere imponer el pensamiento único?

Por eso en este aniversario le hago a Pedro dos regalos: el primero es una frase que tallé en estos días: “La pandemia es una coma en la escritura de la humanidad que seguirá escribiendo su historia” y el otro es el texto “INSUMISOS” de Tzvetan Todorov. Seguramente ambos le habrían gustado y sostendríamos largas tertulias sobre la frase y sus significados y la relevancia de los testimonios narrados en el libro.
Como lo expresé hace años en el escrito “Al maestro con cariño”: Este monje adulto le dice a usted Pedro que tenga la tranquilidad que la letra escrita tuvo un gran sentido porque cultivó el don maravilloso de la amistad.

Sergio L. R. Dalbessio, Bernal, Mayo de 2020.
Nota: los libros que se ven en la primera foto me fueron obsequiados por la Familia de Pedro, por pedido de él. Les agradezco su desprendimiento. Gracias.