Parafraseando a Publio Terencio Africano diré que: Soy hombre y por lo tanto nada de lo humano y de todo ser viviente que viva en la tierra y en el universo me es indiferente y ajeno a mi vida.
Como dijo Anaxágoras: Todo tiene que ver con todo.








domingo, 25 de octubre de 2020

CREO EN...

CREDO
Creo en Dios, que nos regaló gratuitamente el cielo y la tierra, que es energía pura, al que lo podemos llamar padre, madre, amigo, hermano. Que es cercano y nos acuna en sus brazos. Es Él que está siempre entorno a nosotros. Que es gracia y don inacabado.

Creo en Jesús, quién vivió a conciencia como un hijo de Dios, haciendo el bien, sanando, perdonando, predicando y recreando fraternidad. Era consciente del Reino y comprometido con su justicia.
Que fue concebido por María y José, padres amorosos y generosos que vivían de su trabajo honesto y llegado el tiempo del parto nació en un pesebre junto a los pastores y los animales. La luna, las estrellas y el firmamento fueron testigos del milagro de la vida y alabaron a Dios.
Vivió en los tiempos de Pilatos, su pueblo y toda su tierra estaba bajo el yugo del imperio romano. Tuvo amigos y amigas, caminó predicando el Reino de Dios. Llamaba a Dios Abba, papito. Rezaba en soledad y nos enseñó el Padre Nuestro para hacernos hermanos.
Enfrentó a la religión basada en leyes y cargas que esclavizaban al pueblo, un culto que sometía y no liberaba, que se basaba en los sacrificios y no era compasiva ni solidaria con el pobre, el enfermo, la viuda y el oprimido.
Por predicar un reino de justicia, de paz, y de amor los poderes religiosos, políticos, económicos y sociales de su tiempo lo condenaron a la muerte. Fue torturado, se lo coronó con espinas, fue lapidado y crucificado.

Acompañado por las mujeres, agonizó clavado en la cruz y murió. Fue sepultado a escondidas por algunos amigos, que temían a los poderosos.
Experimentó el dolor en su frágil humanidad, vivió el infierno de la duda en su interior de continuar llegando a pedir ser apartado del cáliz que debía atravesar en esa noche en el Getsemaní. Vivió el dolor del abandono, de la traición y de la muerte. Quedo en absoluta soledad.
Su sí, aún en la noche y con tinieblas que destrozaron su cuerpo y lo envolvieron en la muerte lo hizo resucitar. Su cuerpo pereció pero su Espíritu continúa aleteando e inspirándonos a cada uno de sus seguidores y seguidoras.

Se presentó a las mujeres como signo de hacer de ellas un signo de gestadoras de la vida. Explicó las escrituras a la pareja que iba caminando desahuciada. Increpó a Tomás por su escasa fe. Su presencia es signo de la resurrección.
Desde la experiencia de vivir junto al Dios que siempre da vida y nunca abandona Jesús nos anima a vivir en el Espíritu los valores del Reino.
Creo en el Espíritu que sopla cuando y donde quiere, que restañe las heridas, que insufla fuerzas, que es bálsamo en las caídas e incomprensiones. Creo en el Espíritu que alienta a ser compasivos y misericordiosos.
Creo en la iglesia, comunidad de mujeres y hombres, que intentamos abrirnos a los otros, respetarnos, fraternizar, perdonar, caminar juntos entre las diferencias que nos ayudan a crecer como humanidad.

Como comunidad que nos alentamos a levantarnos y animarnos aún en las peores caídas, a curarnos las heridas, a perdonarnos cuando nos lastimamos porque muchas veces miramos y actuamos desde el egoísmo y no desde la misericordia y la compasión.
Creo en el perdón como un paso para liberarnos de las abultadas mochilas que pesan sobre nuestro corazón y espíritu y no nos permite crecer. Creo en el perdón como una herramienta que nos permite sacarnos las anteojeras que dirigen nuestra mirada solo hacia el árbol y nos impide ver todo el bosque con sus diversos matices.

Creo en la resurrección, espíritu que trasciende al cuerpo, lo transitado en esta humanidad, vivimos en este tiempo del kronos nuestra leve y finita existencia y se prolongará en el tiempo infinito del kayros. Seremos un todo en el Alfa y Omega de la Eternidad. Desde siempre fuimos pensados, nacemos, nos movemos, existimos y estaremos por siempre y para siempre, amén.
S. D.

domingo, 4 de octubre de 2020

HACIENDO MEMORIA III

Somos trashumantes de la historia,

somos artesanos de memoria
y está lleno de rostros nuestro amor
está lleno de sangre.

El tiempo transcurrido en el seminario San Francisco Solano de los Misioneros de la Consolata fue  muy bueno en el trabajo pastoral que me permitieron realizar, ya sea en lo escolar como en lo parroquial. También fue un tiempo de cuestionamientos personales que me pude ir realizando para clarificar algunos aspectos de la vida. Comprendí que el paso por una comunidad religiosa como lo puede ser un noviazgo son tiempos de conocimiento, de diálogo, de escucha y de discernimiento. Por eso iré rescatando algunos hechos esenciales importantes. Las etapas de la vida no se suceden en forma lineal, no termina una y empieza la otra, sino en forma circular entrelazándose una con otra.

En la Facultad de Teología –José Cubas 3543- tuve muy buenos profesores a saber: los sacerdotes Rubén García sdb, Domingo Kerpan, Juan Carlos Maccarone, Miguel Irigoyen, Luis Heriberto Rivas, Carlos Chiesa, Antonio Marino, Juan Guillermo Durán, Jorge Biturro, Aldo Ragneri, la Bilu y la Bolo que eran profesoras de Latín,  filosofía con Del Bosco y un joven ayudante llamado Joaquín Migliore y varios más. Hice dos años de filosofía y teología muy buenos para alguien que recién asomaba al mundo del intelecto.

Compartí clases con compañeros muy generosos, abiertos a la escucha, al diálogo y a compartir, como fue el caso del joven Pepe Di Paola que nos invitaba a matear junto a su comunidad en el Seminario Metropolitano Arquidiocesano. Los seminaristas de Quilmes Fernando, Adolfo, Rudy, Carlos, Raúl y muchos más que pertenecían a  la comunidades de los Doce Apóstoles y la de San Pedro y San Pablo (conocida popularmente como “la Pepa”) que dirigía el P. Quiaquinta – que luego lo convertirían en Obispo.


Recuerdo vivamente de su ordenación episcopal el 30 de mayo de 1980 en la Catedral Metropolitana, con un homilía basada en el Credo y diciendo en uno de sus párrafos que le llegaban a su escritorio cartas de madres que pedían por sus hijos desaparecidos. Y después decían que la Iglesia era cómplice. Puede ser y lo fue una parte de la Iglesia Argentina que estuvo junto a las juntas militares, pero una gran parte estuvo por la vida, denunciando las atrocidades y las injusticias.

Fue una época donde se derramó mucha sangre, se regó la Patria de sangre de compatriotas, fue un tiempo de dolor y sinsentido. Todavía hoy seguimos echando sal sobre esas lacerantes heridas en el cuerpo social de nuestra Argentina, avivadas por aquellos inescrupulosos que de todo hacen sus negocios y su política de baja estofa. Sin embargo también muchos intentamos y buscamos caminos para echar un bálsamo que sane esas heridas con justicia pero no con venganza. Ojalá las próximas generaciones no beban el veneno del odio y la venganza que muchos siguen vertiendo en niños y jóvenes.

Luego de años lo volví a ver a Carmelo y me unió a él un gran trabajo que comenzó a realizar por la unidad de los argentinos con el tema de la reconciliación y el perdón, su prematura Pascua el 22 de junio de 2011 truncó esa formidable labor, pero de esto hablaré más adelante. Presidió la misa de exequias el entonces Cardenal Bergoglio, esa fue la primera y única vez que vi y participé de una celebración del actual Papa.

Teníamos muy buena relación con los Oblatos de María Inmaculada que estaban en Caseros (Bs. As) y varias veces fuimos con ellos al barrio Carlos Gardel, entre ellos rescato a Omar Friedrich.


No todos los seminaristas eran abiertos a compartir con los demás, había una separación entre los diocesanos y aquellos que pertenecíamos a congregaciones, y encima si eras de una congregación misionera te ponían en otro costado más lejano todavía. Por sobre todo había una gran misoginia por parte de algunos seminaristas y profesores. Los laicos recién estaban comenzando a estudiar o mejor dicho los dejaban entrar a la Facultad para estudiar Teología.

Esto lo narro para que podamos ver que se va construyendo la iglesia-comunidad no desde un idealismo romántico, sino desde las fragilidades humanas como lo son la envidia, los celos, creerse superior y todo anclado en los miedos. Cuando uno conoce al otro, ingresa en el corazón del hermano o hermana los temores, las murallas, las alambradas se desmoronan, caen y surge la fraternidad.

La comunidad de los Oblatos Diocesanos hizo una reunión donde invitó al recientemente elegido premio Nobel de la Paz, el arquitecto Adolfo Pérez Esquivel. Recordemos que todavía el país vivía bajo el gobierno militar y ellos tenían una comunidad de estudiantes frente al seminario por la calle José Cubas. El lugar no era muy grande, y recuerdo que todos estaban sentados y quedaba un solo lugar libre en el  piso, ahí fui yo, sin darme cuenta me había sentado al lado de Pérez Esquivel. Sacaron varias fotos y como los Operarios se encargan de hacer retiros vocacionales (yo lo había hecho en Córdoba en el año 78) hacían audiovisuales –que grande estoy- y fui a una de esas charlas en un colegio de Mataderos y al pasar las diapositivas vi que una de las foto era justamente la que estaba junto al Premio Nobel.

Aquí voy a escribir una “nota al margen” sobre el Sr. Pérez Esquivel. Un año lo invite a dar unas charlas a los chicos del colegio donde trabajo, él tenía vinculación con la comunidad, les había pintado el mural que está en la casa de Nazaret. Yo había trabajado el mural con los chicos, así como la vida de él para que estuvieran imbuidos de su persona y sus luchas. Idas y vueltas para poder armonizar con su día y hora de encuentro, siempre argumentaba razones para no venir, la última fue de su enfermedad que le había prescripto reposo. Y Lo desistí del tema por razones lógicas y al poco tiempo me enteró que había ido a construir casas por un proyecto a Denver (EEUU), y lo que más logré por intermedios de otras personas fue que hiciera un video con unas palabras para los chicos, encima lo grabó comiendo bizcochitos y tomando mate, casi ni se le entendían sus palabras. El video por respeto a mis alumnos no lo pase. La segunda observación es que es un hombre que apoya las dictaduras –Cuba y Venezuela por ejemplo, no se pone del lado de la gente que busca la paz no hace honor del premio recibido. Creo que cuando se da un nobel –y más como la Paz- el comité noruego debería hacer un seguimiento y si la persona cambia –cosas que es factible y no está mal- se lo puedan retirar. Quedé muy desilusionado, aprendí que a veces el crecimiento en la edad y los premios no traen sabiduría.

El P. Enrique Fabbri s.j, que era del grupo de sacerdotes del CÍAS (Centro de Investigación y Acción Social de los jesuitas) nos daba charlas de amor, afecto y sexualidad en el seminario. También en el I.P.A cursé junto al P. Luis Sánchez un cura obrero de Wilde, un gran hombre y un santo, trabajaba de verdulero y luego hacia cumplía con su ministerio sacerdotal, durante años acompaño la lucha de los jubilados, tuvo hace un tiempo su Pascua. Profesores de la talla de Luis Combes, Gloria Ladislao, Victorino Zeccheto, Luis Pérez Bahamonde,  Homar Estrañy, Benito Santecchia, Wenceslao Maldonado, el P. Pedro Li y Teresa Ozoro y tantos otros que vibraban con el Concilio Vaticano II y el empujón que significó para la evangelización, nuevos en métodos y ardor misionero, el Documento de Puebla.

En esos tiempos la Renovación Carismática no era mirada con buenos ojos y varios compañeros –Fernando Peretti lideraba el grupo- fuimos a pedir a las autoridades de la Facultad un lugar para reunirnos a rezar, y nos dieron la Cripta, era un lugar lúgubre, frio y semioscuro. Pero lejos de hacer mella en nosotros nos empezamos a reunir semana tras semana a rezar, cantar y alabar a Dios.

Fruto de esto conseguimos que el P. Darío Betancourt que estaba en la Argentina viniera a dar una charla a los seminaristas y la comunidad salesiana del P. Aldo Ragneri –que no compartía esa espiritualidad- nos prestó una sala donde escuchamos el testimonio del P. Darío. Remarco algunos hechos que parecen solo anécdotas de vida, pero han calado en mi vida muy hondo porque a pesar de no compartir un estilo de ser iglesia o una forma de espiritualidad determinada hay personas que no cercenan las diversas expresiones.

Esos hechos fueron muy formativos en mi joven vida porque siempre he abrevado en diversos pozos de la vasta espiritualidad y compromiso cristiano, todos han aportado algo importante a mi vida que pude volcar en la docencia y en la catequesis además en los compromisos pastorales de parroquia.

No puedo dejar de mencionar el Fiat 1500 rural de color verde que manejaba la compañera Silvana Laganá y al entrabamos una cantidad nunca conocida de seminaristas. Pensar en esas épocas una mujer manejando no era muy usual, pero obviamente éramos todas personas de mucha fe. Aunque recuerdo que ya en el 80 –esto para los grupos denominados feministas- que una mujer manejaba un colectivo de la línea 134. He viajado con ella conduciendo, nadie me lo contó, lo vi. Nadie se escandalizaba y ella lo hacía con gran profesionalidad. Fueron todos momentos formativos, y cada una de las personas, aún aquellas que por no recordarlas nos las puedo poner en el texto fueron consolidando mi historia.

Sandra Routorou una amiga de la Facultad me llevó a conocer al P. Rafael Morán Díaz que estaba en la Parroquia Nuestra Señora de la Natividad y estaba ahí el P. Víctor Godino, fuimos en el 134 hasta Barracas, y nos atiende una señora que nos preguntó “vienen a hablar con el Padre para casarse”, muy lejos de eso estábamos, nos echamos a reír y le explicamos quienes éramos.

Durante un año animamos la liturgia de los domingos en la Parroquia Nuestra Señora de Lourdes en la Avenida Rivadavia del barrio porteño de Flores, estaba el P. Jorge Herrera Gallo. En San José de Flores el párroco era el legendario Padre Oscar De Bonis, todo un personaje. En Semana Santa compartíamos la liturgia con la Hermanas Adoratrices la calle Malvinas Argentinas, luego de las celebraciones las monjas preparaban unos desayunos al estilo que era lo último que se iba a comer en el mundo y había una superiora española que le gustaba cantar, así que agarraba la guitarra y animaba nuestros opulentos desayunos.


Grandes compañeras como ClaraTemporelli, Hermana de la Compañía de María, y las compañeras laicas Cecilia García y Cristina Rosas, quién fue mi novia y nos unimos en matrimonio  el 9 de noviembre de 1984. Otros compañeros  gratamente recordados son Elsa y Daniel del Movimiento de la Palabra de Dios, Graciela Moranchel, María de la Paz Arenas –y su Citroën apodado Bartolo, Haydee P., Marité; un muchacho muy serio llamado Miguel de Azua que años después vi que es un destacado intelectual e  Iván, un chileno cuyo único tema que cantaba era “Gracias a la vida”.

La misión en Villa Paranacito (Entre Ríos) fue un tiempo de estar con la gente de las islas muy educativo. Pernoctamos en una escuela y durante el día nos ocupábamos de hacer actividades recreativas con los chicos que eran hijos de los hacheros y pescadores de esa zona. Nunca olvidaré las picaduras de tantos mosquitos. Habíamos ido tres seminaristas: un compañero que estuvo muy poco con nosotros, Roque, el tupa y yo. Una noche el Tupa nos contó gran parte de la historia de su Uruguay querido, desde José Gervasio Artigas hasta la actualidad, en ese momento 1982, el Frente Amplio, los Tupamaros, mientras comíamos dulce de leche con ricota, lo único que nos había quedado de comida hasta que no viniera la lancha a reponer los alimentos.

La idea era que todos los chicos de las diversas comunidades de la isla confluyeran en Villa Parancito donde tenían su parroquia el dúo dinámico, así le decían a los Padres Ángel y Artemio, dos curas de la Consolata que desafían siempre a la autoridad y las leyes de la iglesia. Ese Viernes Santo comimos en su parroquia y nos visitaba un cura paranaense y el formador de nuestro seminario Luis. Artemio y Ángel lejos de no comer carne trajeron los mejores manjares, los otros curas se rasgaban las vestiduras y nosotros los “rebeldes” seminaristas disfrutamos de todos los manjares que nos ofrecían. Artemio y Ángel decían: “Si Jesús comía y bebía con pecadores y prostitutas porque no podemos comer nosotros así”. Era una pintura surrealista. Por razones ajenas a nosotros la lancha que debía transportar a los chicos nunca llegó y no nos pudimos despedir de ellos, este párrafo va como forma de saludo.

Una experiencia fue poder ir al Hospital Nacional “D. Baldomero Sommer” que está sobre la ruta 24 km 23,5, en el partido de General Rodríguez. Es un hospital referente a nivel nacional en lepra. Hoy, la lepra es una enfermedad curable si se realiza el tratamiento adecuado durante el tiempo y la forma indicada.

El P. José tenía que tomar unas fotos y hacer un reportaje con la comunidad de ex-enfermos de lepra que vivían ahí –enfermedad ya controlada- y me invitó. Fue una experiencia inolvidable de ver a esa gente, su alegría y sencillez. Se notaba en sus rostros y extremidades el paso de la enfermedad que se había detenido hace un tiempo. Todavía están esas caras en mi memoria. Hago memoria de la figura de Raúl Follereau un luchador incansable por el tema de la lepra en el mundo. El 28 de enero se celebra la Jornada Mundial contra la Lepra, creada por Follereau en 1954. Este vagabundo de la caridad y apóstol de los leprosos falleció hace cuarenta años, el 7 de diciembre de 1977. Follereau renunció a una brillante carrera literaria y periodística para dedicarse a devolver la dignidad a los enfermos de lepra y a luchar contra la pobreza.

Tuve que ir varias veces al comando en Jefe del Ejército a pedir permisos, además al sacar el carnet de conducir me lo dieron por un año ¿saben el argumento? Porque tenía barba y como estaba en una congregación misionera por excepción me lo otorgaban pero con tiempo limitado. Debes en cuando los militares detenían a los colectivos y debíamos presentar el documento. Dos pequeñas historias más: tenía un amigo internado en el Hospital Militar y cada vez que iba a visitarlo no me dejaban pasar, un sábado ya cansado porque quería verlo, le pedí a un sacerdote su camisa con clergyman y le comenté lo que iba a hacer. Me fui bien vestidito, pregunté por él y me dicen: “pase Padre”, fue la única manera de verlo. La otra fuimos Roque y yo, los dos con clergyman al comando en Jefe del Ejército, nos dejaron pasar, íbamos a buscar un permiso y cuando estábamos en el tercer piso sale un militar gritándonos que no lo dejábamos ver el partido de Argentina tranquilo –se jugaba el mundial de España- y cuando está cerca nuestro y nos ve dice: “disculpen, ¿qué buscan?”, le dijimos y nos firmó el permiso. Cosas que pasan en la vida.

Dos veces peregriné a Luján y viví desde el Seminario con mucha intensidad el Congreso Mariano de Mendoza, en especial el cierre en manos de Monseñor Vicente Faustino Zazpe, Arzobispo de Santa Fe,  con quién tuve un incipiente cambio de correspondencia. Sus cartas eran toda una enseñanza en cada frase. Las Bienaventuranzas de los Jóvenes que profetizó en el Estadio Mundialista todavía resuenan en mi corazón.


Y así es la vida, porque nos vamos haciendo de personas, paisajes, palabras y momentos

…. Soy ésta tierra,
soy ésta gente,
soy mi memoria
y soy ésta historia

Vamos desandando este camino,
vamos resistiendo en este olvido
que está lleno de vida este dolor,
está lleno de sangre este dolor.

TEXTOS USADOS: 

“A mi manera”  Claude François, apodado Cloclo, "Comme d'habitude" (de la cual Paul Anka usaría la melodía para escribir "My Way")

“Esta historia” de Raly Barrionuevo

“Solo tengo caminos” de Eduardo Meana s.d.b.