Parafraseando a Publio Terencio Africano diré que: Soy hombre y por lo tanto nada de lo humano y de todo ser viviente que viva en la tierra y en el universo me es indiferente y ajeno a mi vida.
Como dijo Anaxágoras: Todo tiene que ver con todo.








jueves, 23 de febrero de 2012

ALGUNAS CONSIDERACIONES, PROFESOR ROQUE ESTEBAN DABAT

Hace muy poco tiempo recibí la noticia de la muerte de Roque E. Dabat. Hace un largo rato que no lo veía. 

Compartí una parte de mi vida, la universitaria, con él. Aceptó hacer el prólogo del libro que escribimos con Pedro L. Armano. 

Lo elegí para que me hiciera entrega del diploma en la graduación como Licenciado en Educación.

El Profesor Roque Esteban Dabat junto al Lic. Sergio Dalbessio

En su memoria transcribo aquí dicho texto con la certeza de haberlo escrito como decía él, "de un tirón". 

Roque, GRACIAS por el conocimiento compartido, los mates y las largas charlas sobre la vida.

Aquí va el prólogo publicado en el libro: "EDUCACIÓN: ¿problema o dilema?.

 Por Roque Esteban Dabat
       La educación es un concepto que conlleva muchas connotaciones y que      -como otros (vida, amor, dinero, casa o trabajo)- se desplaza entre planos diversos del intelecto, el instinto o los afectos.
     Proceso, fenómeno, hecho particular, social o individual, comporta siempre una referencia cotidiana al vivir, lo vivido o el porvenir. Tiñe de tal forma la cotidianeidad, que virtudes y males le son asignados por igual. Es tal su importancia, para el científico o el hombre común, que no sorprende reconocer que Comenio, Pestalozzi o los neoidealistas alemanes de fines del Siglo XIX confiaban en la educación para “salvar la humanidad”. Pero dicha cualidad, también tiene su expresión negativa: “falta de o mala educación lleva a las guerras, a las conductas brutales o al mal comportamiento en la mesa”. Se le atribuye a Sarmiento la expresión: “un aula que se abre es una celda que se cierra”. Es decir, con educación no hay delito.
    
     Pocas veces somos concientes -aún en las racionalizaciones más acabadas- de la cantidad de circunstancias, factores, elementos y azares diversos que afectan los procesos educativos y lo condicionan y además, en muchos casos, lo determinan. Y este incidir de factores externos posee una explicación que por simple ha dejado de tenerse en cuenta: la educación es un proceso social. Más allá de cuanto involucre al hombre individualmente y las transformaciones de conducta, psiquismo, intelecto o afectos comporte y con ser que sólo ocurre en él, la educación es un proceso social. Socialmente concebido, ejecutado y contenido. Sin determinismos naturales o matemáticos, la educación en tanto proceso social será lo que los elementos de los colectivos crean, posibiliten o inhiban. Su concepción como proceso social, no refiere pequeñamente al conjunto de interrelaciones personales solamente, sino a la presencia de factores inmediatos y procesos económicos, políticos, militares o los que fuese que viviese una sociedad o grupo determinado. E inequívocamente estamos hablando de educación, en sentido general. Pero si volvemos a la vulgar sinonimia educación-escuela, lo destacado se acentúa, porque la escuela es ya una institución, y no sólo en el sentido sociológico del término. Es, sin dudas, una institución del Estado, una parte del aparato estatal constituido en Sistema Educativo, que la rige, financia, reglamenta, da sus fines y sentido, y tiene sobre la misma un enorme poder coercitivo. El Estado            -concebido el mismo como estado/nación- es tan parte de la realidad humana inmediata que a veces hasta se confunde con ella: la genera tanto como la padece. Ergo, ¿es posible medir el grado de autonomía de la escuela frente a la realidad? Esta digresión sobre la interdependencia de la Escuela                 
-refiriéndonos ahora a ella más técnicamente y dejando atrás las concepciones generales sobre la educación en su sentido amplio- nos permite volver al principio: la escuela aparece como la responsable de todos los males de la cotidianeidad, de la vida diaria. La escuela es responsable de los desvíos de Junior, de la catástrofe de Cromagnon o de los niveles indecentes de desocupación. La escuela es responsable de las conductas sexuales, del embarazo adolescente o de la violencia infantil. O de la guerra en Irak. Nuestra inestimable Mafalda aportaría “... claro, el petróleo no tiene nada que ver”. Y con ello podríamos agregar: la estructura productiva no tiene nada que ver, ni la Iglesia, ni los medios de comunicación masiva, ni la estructura bipolar del mundo (ricos y pobres). La Sociedad Occidental (es decir, prácticamente el planeta entero) ha hallado en la escuela tanto el chivo expiatorio como el recurso para trasladar la solución de los problemas a futuro: la acción de la escuela es lenta, recién en una generación se verán sus efectos.
    Cuando a principios de los ’80, los países subdesarrollados, emergentes o en vías de desarrollo (conceptos que no implican lo mismo, pero que en todos se descubre la connotación de la pobreza y la dependencia) emergieron con sus economías hechas jirones tras la crisis de la deuda externa, desde la cuna ideológica de la globalización financiera -Davos- surgió casi sin oponencia la formulación teórica más cerrada, alquímica y dineraria que la historia del pensamiento intelectual de Occidente recuerde: el neo-liberalismo o conservadurismo liberal. El abuso del término liberal ya es deshonesto en sí mismo. Se trataba de la operación ideológico-financiera más acabada y de un solo signo: conservador.
    El desguace del socialismo en su versión soviética, el agotamiento de los proyectos socialistas, la desviación de procesos liberadores, la vigencia de un materialismo chabacano y consumista crearon las condiciones de posibilidad para el establecimiento de un pensamiento hegemónico, sustentado en el predominio del capital financiero multinacional, como realidad de realidades y posibilidad de posibilidades. A sus parámetros, dogmas y normativas se sometieron tiernamente estados, gobiernos, movimientos políticos, corrientes intelectuales y... pedagogos.
    Las voces solitarias que anatomizaban el “pensamiento global” eran acalladas por una posmodernidad vacua y sin rumbo y por un atronador “fin de la historia” proclamado por Francis Fukuyama. En ese discurso, en ese teorizar admonitor, apareció el sonsonete de la “responsabilidad de la escuela” y la “necesaria transformación de los aparatos educativos”.
    Los países eran pobres por culpa de sus niveles o contenidos educativos, no por la estructura económica mundial.
    Un flojo pensamiento economicista invadió el ámbito pedagógico. El alumno se convirtió en “cliente”, las necesidades sociales de cultura en “demandas de mercado”, los contenidos de aprendizaje en “menús cognitivos”, el maestro en “agente económico”, la escuela en “agencia laboral”.
    Los temas pedagógicos -sean estos cuales fueren, carecían de importancia- se convirtieron en asuntos de gestión: financiera, organizacional, administrativa. El pedagogo, el especialista en educación, el maestro fue reemplazado por el tecnócrata, el gestor, el administrador. Un currículo no se desarrollaba, “se administraba”. Una escuela no se conducía, “se gerenciaba”.
    Los organismos internacionales (UNESCO, UNICEF)  cedieron su espacio a otros como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, quienes se apropiaron del rol técnico-científico y orientaron -y financiaron- los procesos de transformación educativa, que recorrieron tanto los países europeos como los del Hemisferio Sur. A través de la LOGSE, el Reino de España inició -siguiendo inspiraciones estadounidenses- una profunda transformación de su sistema educativo. Cuando España comenzó a reconocer las sombras del fracaso y tímidamente se planteó su revisión, la Argentina se apropió sin culpas ni vergüenzas de la preceptiva española aplicándola con gran esfuerzo, movilización y desorientación, justo cuando ya era cuestionada. O sea, siguiendo las huellas del fracaso.
    Ingentes sumas de dinero -que acrecentaron nuestra deuda externa- fueron invertidas en transferencias institucionales, costosos asesoramientos y consultorías, apabullantes perfeccionamientos, cambios curriculares y de estructura, sobredimensionamientos de los planteles técnico-burocráticos, toneladas de papel impreso, miles de horas de trabajo en reuniones improductivas y un cuasi feroz ensañamiento con la escuela y el maestro, poniendo a ambos en la “piqueta social”.
    Un análisis de los resultados ilumina este libro.
    ¿Qué fue lo que falló? ¿O es lo que se quería lograr?
    Los párrafos que siguen no pretenden ser una conclusión, sino una provocación a la reflexión del lector, y que desde su perspectiva y apoyándose en la lectura de este libro y con espíritu crítico, pueda avanzar en la consideración y análisis de nuestras cuestiones educacionales.
    Cuando yo era niño, comencé, hacia mediados de los ’50, a escuchar lateralmente a maestros y padres hablar de la crisis de la educación. También sé hasta que ello comenzó a ser percibido por mí en la radio y, más tarde, en las expresiones semejantes de los adultos en el tranvía, en la calle o en la expandiente televisión. A la expresión mencionada, pronto se le agregaron sus complementarias crisis moral y pérdida de valores. Así, se hicieron reiteradas en el ’58, en el ‘62-63, en el ‘66, a todo lo largo de los ’70 y llega a nuestros días. La crisis de la educación, la crisis moral, la pérdida de valores, se incorporaron al lenguaje cotidiano como la inflación, el dólar y la tecnología o la mass-mediatización, sin que estuviera muy claro para los hablantes a qué cosa se referían. Pero lo supieran o no, pasaba a ser parte de la realidad, en tanto se le reconocía entidad y un cierto contenido, aunque difuso. Si rastreamos hacia el pasado -más allá de mi memoria personal- encontraremos la crisis presente como un componente de la cotidianeidad escolar. Con lo cual, nos veríamos obligados a reconsiderar el contenido de nuestro concepto de crisis, o elaborar el de crisis permanente, o eliminarlo de nuestras conversaciones.
    En las sociedades conservadoras, todo atisbo de cambio es percibido como crisis y hay una inveterada necesidad de conservar las líneas gruesas de la estabilidad como formas de resistencia al cambio, manifestación evidente de una concepción orgánica y mecanicista de la vida social, en la que leves mutaciones arriesgan la seguridad del conjunto. Esta visión, supone la posibilidad del desarrollo de las relaciones sociales sin conflicto ni tensiones, en una armonía perfecta cuya consecuencia es la inmutabilidad, y el encastre de los actores -individuales o colectivos- en un molde preestablecido de roles y funciones rígidamente pautados. Así, niño, alumno, maestro, adulto, padre, madre, vecino, amigo, trabajador, soldado, político, empresario, vago, poeta, científico, pedagogo o deportista construyen su desempeño social a partir de un pautamiento preexistente, sin que la experiencia social tenga intervención en ello. Esta concepción, se da de narices con la realidad.
    Por razones que en cada caso la Sociología y la Historia traten de comprender, explicar y exponer, el cambio es uno de los elementos de la dinámica social y su origen es el conflicto. Estos cambios a veces son críticos, y otras no. Cuando lo son es porque rompen, no sólo la continuidad, sino la estabilidad de lo establecido y considerado como normal (natural). Y obligan a los individuos y grupos a recrear y reacomodarse o readaptarse a la nueva situación, la que a veces los sorprende sin que estén preparados para enfrentarla (en el sentido de reconocerla, no necesariamente de oponérsele). El abuso de la expresión crisis en la educación deviene, en parte, de esta
incapacidad de reconocer el cambio como constitutivo de la vida social y por ende la incapacidad para comprenderlo, manejarlo o conducirlo. Pero no es esta la única fuente de la percepción del estado de crisis. La misma también se alimenta desde la ideología. Ideología es una palabra desechada del lenguaje técnico, político y vulgar. Incluso, su desaparición es sancionada oficialmente
Sin embargo, la realidad de la presencia ideológica es palpable, porque ideología es el conjunto no sólo de pensamientos, racionalidades, cosmovisiones y percepciones de la vida, además es la propia forma de vida y sus representaciones construida desde la situación experiencial del sujeto. El sujeto -individual o colectivo- no elabora inteligibilidades y sentimientos a partir de la nada, sino de su todo existencial. Tanto desde su inserción en la realidad y las condiciones materiales de su vida, como desde sus relaciones presentes y herencias culturales. El sujeto ve la realidad desde su ojo ideológico, y con ese mismo órgano de percepción de la realidad que es la ideología, también mira la educación y lo educativo. Porque es la ideología la que define sus intereses y expectativas en el campo. Es el todo ideológico el que habla de crisis, cambio y fracaso. Es la ideología la que hace a la resistencia o aceptación del cambio, a su promoción o búsqueda. Es la ideología  la que asigna valor al cambio, positivo o negativo, la que funda la expresión todo tiempo pasado fue mejor (y no sólo la añoranza, aunque ésta también está ligada a la pérdida de un pasado -la juventud- idealizado, pasado dorado). Y sus equivalentes: maestros eran los de antes, en mi época estudiábamos más, etc.
    La crisis de la educación a la que se hace referencia es, básicamente, la de la educación estatal, es decir, al sistema educativo nacional, tanto en su expresión oficial como comercial. Y es precisamente a partir de la presencia del Estado -educador directo u organizador- quien da lugar a una más fuerte presencia de lo ideológico en la concepción de la educación y sus deberes. Porque ideológica en sí misma es la definición del Estado, su función y su relación con la Sociedad y los sujetos, y la asignación de funciones educativas al Estado. Aquí entra en juego la tercera fuente en la percepción del estado de crisis: el logro de resultados de la acción estatal. El Estado diseña e implementa una organización educativa tendiente a la obtención de ciertos resultados que tienen formulación escrita a través de leyes, reglamentos, circulares, lineamientos pedagógicos, recomendaciones didácticas, prácticas aceptables y aún sanciones a conductas insuficientes, deficitarias o desviadas. Ese corpus racional y explicitado es asumido como compartido, único, necesario y excluyente, pero los resultados no se alcanzan. Los logros no responden a las expectativas; la sensación de crisis se instala, dando lugar al fárrago interminable de interpretaciones de expertos y expresiones de escepticismo. Y la conversación -no siempre discusión o polémica, política o intelectual- comienza a desvariar en torno a cómo hacer las cosas para lograr los objetivos. Sin que le quede claro a la Sociedad quién instaló tales objetivos y que participación tuvo la misma en dicha definición. La conversación se organiza sobre cuestiones procedimentales: presupuestos, financiamientos, administración, descentralización, conducción, gestión, planificación, práctica, normativa, ejes, contenidos, etc.
    La educación es una práctica social inevitable. No se puede no educar. Lo necesita el sujeto y lo necesita su comunidad. No educando (es decir, no haciendo nada sobre el sujeto) igual educo, porque de alguna manera el sujeto está siendo (y será, parcialmente) lo que como adulto o comunidad estoy dejando que sea. Pero este hacer o no hacer tiene una razón, un sentido, un para algo (para qué) que se lo doy yo (yo adulto o yo comunidad). Soy yo quien doy sentido a la acción de educar y que elaboro los objetivos a lograr en función de ese sentido que para mí tiene la educación (el uso de la primera persona singular no implica una concepción individualista). Inevitablemente, surge en este punto la pregunta ¿en quién descansa el establecimiento o definición del  sentido de educar? No lo diremos nosotros. Como referencia, apelamos a un texto clásico de Eduard Spranger (1923), quien enfrenta el problema de la crisis de la educación de su tiempo. Al discurrir sobre la misión de lo que llama la Pedagogía Científica plantea la circularidad de la misma desde la cultura del pueblo (pueblo = sociedad global) y el nivel de elaboración científica. Spranger funda los ideales de formación (el sentido de educar) en la realidad cultural de la vida popular, asignando a la Pedagogía Científica el rol de someter la misma a criterios ordenadores y valoraciones pedagógicas, para devolverla al pueblo enriquecida para la acción. Por ello, habla de pedagogía comprensiva que se apoya en las realidades culturales de la vida popular y la reelabora pedagogizando la realidad, es decir, hallando los valores pedagógicos en la misma realidad de la cultura, desde dentro de ella, legitimando la acción pedagógica por su origen. Pero lo central de Spranger          -para nuestra reflexión- es precisamente el origen que fundamenta y legitima ese sentido de educar en la cultura de la comunidad. Entonces sí, fundado ese sentido de educar podrá definirse el tipo, calidad y cantidad de resultados a conseguir; y los medios (procedimientos) para conseguirlos. De la misma forma que la legitimidad del Estado se funda en la soberanía popular.
    La comunidad es la comunidad fundante, que desde su realidad y su imaginario construye su institucionalidad. Por mecanismos complejos no siempre concientes define para sí el sentido de educar y asigna su función a la pedagogía (construye e instituye sus mecanismos pedagógicos). La definición del sentido de educar es una definición de la comunidad. Y tal definición es ideológica y el respeto a la misma, una decisión política.
    Quizá éste sea uno de los problemas de la educación, y cómo enfrentarlo, su dilema.
 ________________________________________________________                                                                          
 - Roque E. Dabat es profesor de Historia de la Educación Argentina y Latinoamericana. Fue Vicerrector de la Universidad Nacional de Quilmes.

sábado, 11 de febrero de 2012

A LOS 50 AÑOS, GRACIAS A DIOS POR EL CAMINO DE LA VIDA....

Camino inexorablemente hacia la primera mitad de siglo de mi vida.

Después de un largo tiempo se hace necesario arriar las velas de la barca, enderezar el timón hacia el puerto, bajarse y sentarse en la taberna más cercana para pensar lo vivido en estos años y prepararse para vivir la segunda mitad que falta para completar un siglo de vida.
Comparto con ustedes esta canción del querido poeta Alberto Córtez, para agitar recuerdos y emociones:
  
 Viento, campos y caminos… distancia,
            Qué cantidad de recuerdos
     de infancia, amores y amigos… distancia
           que se han quedado tan lejos.

 Entre las calles amigas… distancia
      del viejo y querido pueblo
 donde se abrieron mis ojos… distancia,
                                                  donde jugué de pequeño.
Un corazón de guitarra quisiera
para cantar lo que siento.
Allí viví la alegría… distancia
de aquel primer sentimiento
que se ha quedado dormida… distancia
entre la niebla del tiempo.
Primer amor de mi vida… distancia,
que no pasó del intento;
primer poema del alma… distancia,
que se ha quedado en silencio.
Un corazón de guitarra quisiera
para cantar lo que siento.

¿Dónde estarán los amigos… distancia,
que compartieron mis juegos?
¿Quién sabe donde se han ido… distancia,
lo que habrá sido de ellos?.
Regresaré a mis estrellas… distancia,
les contaré mi secreto:
que sigo amando a mi tierra… distancia,
cuando me marcho tan lejos.
Un corazón sin distancia quisiera
para volver a mí pueblo.
 Para quién desea escucharla, hacer clic: http://youtu.be/EdtNhlVtd00
La vida tiene esas cosas que nunca podremos saber y que las embolsamos en una palabra: MISTERIO.

Pretendo en estos días hacer una memoria de lo vivido en estos años, con la seguridad de que estas pocas líneas no podrán contener todo aquello que se he experimentado, pero con la certeza de que en el resto del año iré desgranando cada uno de esos momentos.

Procuraré realizar el ensayo de no nombrar a ninguna persona, solamente el entorno familiar. Amigos/as, alumnos/as, exalumnos/as compañeros/as y conocidos/as entrarán en esos momentos que se irán escribiendo durante el año. Por eso no quiero ser injusto y olvidarme de alguien, si el 12 de febrero de 2013 me olvidé de alguien, recién ahí por favor háganme saber ese descuido de mi memoria.

Teóricamente ya tendría 50 años, porque el inicio de la vida es desde el momento de la concepción, después transcurrieron nueve meses en el vientre materno (de mi mamá Elsa) y después fui invitado a integrarme a la sociedad y vivir por mis propios medios. Pero la fecha de cumpleaños se toma desde el día de nacimiento y obviamente no me pondré a discutir con el resto de  los mortales si es así o de otra manera. Juristas, abogados, teólogos, políticos, religiosos se encargarán de esos debates, a los cuales nunca se arriban conclusiones.

Lo importante es que el lunes 12 de febrero del año 1962, a las 0,03 nací yo, una hermosa criatura según mis padres y abuelos. El médico que nos atendió –a mi mamá y a mí- se llamaba Jorge y la partera Anita. El testimonio de mi belleza pudo ser corroborado años después por el resto de la gente.

Me pusieron de nombre –varios nombres- Sergio (porque mi papá conoció a un bebé que se llamaba así cuando estaban de Luna de Miel),  Lorenzo (mi abuelo paterno se llamaba así, mi papá lo tenía como segundo nombre y también lo tengo yo) y Ramón (porque el parto venía complicado y entonces me encomendaron a San Ramón Nonato, protector de los partos y recién nacidos y mi abuela Dominga sugirió este nombre). Algún nombre más estaba en danza, me parece que Jorge, Javier, Marcelo o Gustavo. El Registro civil se encargó de decirle a mi familia que la ley solo admitía tres nombres. Cosas que agradezco cada vez que debo llenar una solicitud donde deben estar todos mis nombres.

Primeros días y años en el campo. Nací en Landeta, Provincia de Santa Fe, un pueblo que en la actualidad cuenta con 1500 habitantes, situado en la llanura de la Pampa húmeda, predomina el clima templado pampeano. Las precipitaciones anuales rondan entre los 800 y 900 mm, siendo el verano la estación más lluviosa. Hay dos parajes (conjunto de pocas casas) que son Campo Simpson y Estación Shiffner. Fundado en 1893 por Juan Landetta, en el departamento de San Martín y la mayoría de los inmigrantes venían de la zona del Piamonte, norte de Italia.

Criado junto a mis papás, mis abuelos paternos, Lorenzo y Teresa, y mi padrino Olivio, además de toda la familia (la gran parentela) que vivía en el pueblo. Hablaban el dialecto piamontés (medianamente argentinizado), que no sé hablar pero lo entiendo.

Después de un tiempo, mis papás decidieron emigrar a la ciudad. El primer destino fue la ciudad de San Francisco, en la provincia de Córdoba. Él junto a su hermano Olivio compraron una sodería y se dedicaron a vender dicho producto. La sodería llevaba un nombre emblemático: EL SERGIO y todavía conservo algunos sifones de medio litro que llevan mi foto.
Mis abuelos paternos
Durante diez años fui el único hijo, nieto y sobrino por parte de mi familia paterna. De parte de mi mamá tenía a mis abuelos Ángel y Dominga que vivían en la localidad de Alicia (Córdoba) a quiénes también visitábamos. Vivían en el campo no muy lejos del pueblo. Tenía en Las Varillas a mis tíos Elside, Clara y mi prima Viviana. Además dos primos-segundos: Adriana y Néstor.

La infancia, mirándola desde hoy, fue uno de los tiempos más hermosos que he vivido. Los juegos, los amigos, el no tener responsabilidades, hicieron que también uno viviera en un mundo mágico. Esperar al Niño Dios o a la Reyes Magos creaba una sensación de alegría, de esperanza y después, al ver los regalos depositados que uno estaba esperando, hacía el sueño realidad y nos transportaba a esa magia e inocencia de la cual uno no quisiera despertar. Jugábamos con los amigos del barrio a las figuritas, a las bolitas (canicas), al fútbol en la canchita de Los Andes.
Mi abuela Dominga y mi hermano Fabián
El 29 de setiembre de 1971 vino al mundo mi único hermano, Fabián Miguel. También llegaron una serie de primos y primas: Gustavo, Gabriela, Carolina, Daniela, Laura y Juan Pablo Jesús.
Mis familiares en mis 25 años



Aquí haré un primer corte. Más anécdotas y otras historias familiares las iré detallando durante el año. Y pego un gran salto, hasta llegar al 9 de noviembre de 1984, fecha de casamiento con Cris.
Mis abuelos Ángel y Dominga sentados, izquierda mis tíos Clara y Elside, y mis padres

 El 9 de noviembre del año 1984 nos unimos en matrimonio en la Capilla interna de la Parroquia Nuestra Señora de la Guardia, con la presencia de nuestros familiares y muchos amigos.
Iniciamos la vida matrimonial que ya lleva 27 años. Todos aquellos detalles del noviazgo y los primeros años del matrimonio los iremos desanudando en el tiempo, porque sino esto que desea ser un escrito de agradecimiento se transformaría en una biografía (al final del año si será casi una biografía).

Uso, para decirle a Cris, estas palabras de Santiago, el personaje de El Alquimista: “Yo te amo porque todo el universo conspiró para que yo llegara hasta ti”.

Fueron naciendo nuestros hijos: Emmanuel, María Belén y Juan Cruz Salvador. Ellos nos fueron haciendo padres día a día. Es una misión que se toma y no tiene fin. Se construye día a día, minuto a minuto. Uno no viene con la paternidad incorporada, ni le proporcionan un manual. No se es esposo ni padre por correspondencia. Es en las alegrías y en las tristezas, en los mejores momentos y en los peores que vivimos donde uno construye las relaciones con sus seres queridos. Son responsabilidades que se asumen y luego se van entramando y tejiendo con el hilo del amor, de la paciencia, del silencio, del diálogo.


Nuestros hijos
Gracias a Cris, mi esposa, compañera y amiga desde hace más de 30 años en este camino de la vida, compartiendo proyectos, tirando para el mismo lado, cosechando alegría y remando ante los dolores, estando siempre ahí.

Gracias a Emmanuel, Belén y Juan por ser mis hijos. Cada uno es así, como es, la libertad es un valor que tienen, vivirlo es de ellos; aguantan mis críticas porque soy muy exigente con los que amo, pero también deben saber que tengo mucha paciencia cuando hacen cosas que no comprendo. La libertad es sagrada, la experimenté en mi vida y creo que es el don más preciado que Dios nos ha regalado.

Gracias a mis papás: Elsa e Imar, por ser mis padres, por todo aquello que en libertad me dejaron hacer,  y venir a compartir después de años la vida aquí cerca de nosotros.
Mis papás Elsa e Imar
Gracias a mis abuelos Teresa, Lorenzo, Dominga y Ángel por haber sido mis abuelos y tratarme como nieto.

Gracias a Perla y Mariano por ser mis suegros y cuidaron en la infancia a sus nietos. Hoy me enseñan, a pesar de los enojos, que la ancianidad es un tiempo que debemos preparar para vivirla de la mejor manera posible. Gracias a la tía Beba por acompañarnos un trayecto importante de la vida.
Mis suegros Perla y Mariano


Gracias a Dulce María, Pilar y Juan Manuel por ser mis sobrinos, no tan cercanos como quisiera.

Gracias a mis cuñados: Inés y Alejandro (desde su Pascua) por ser parte de estos 50 años.

Gracias a mis padrinos de bautismo: Olivio y Clara, por estar siempre que tuvieron que estar, cada uno a su manera, tengo la certeza que siguen estando en mí.

Gracias a todos mis tíos, tías y  primos y primas, por lo compartido en algún momento de la vida, por el largo silencio y por recomenzar a componer las relaciones que habíamos dejado que se degastaran, pero que las redes sociales nos permitieron reconstruir.

Algunos de los nombrados ya experimentaron en su vida la Pascua. Nosotros, los que vamos quedando,  la vamos experimentando día a día. El dolor nos traspasa durante un tiempo, la ausencia en mesas y charlas nos duelen, y poco a poco ese sufrimiento con la ayuda de ellos lo vamos transformando en fuerza, en vida y espíritu. Cuando vamos diciendo “le gustaba de esa manera” “habría hecho tal cosa”, “como se habría puesto”, “estaría tan contenta” es que nosotros también parimos la Pascua en nuestro corazón.

Gracias a todos los amigos y amigas que a la largo de los años, de tantos sitios en los cuales fui pasando por las circunstancias azarosas de la vida “nos fuimos cosechando” por ser amigos y amigas. Por respetarme y acompañarme en cada momento.

Gracias a aquellos que fueron compañeros y compañeras de ruta, algunos ocasionales, pero que estuvieron en algún tramo de mi vida e hicieron ese trayecto  más alegre, feliz y dejaron su presencia en mi  memoria.

Gracias a todos los y las, alumnos y alumnas, exalumnos y exalumnas  y conocidos/as  que creyeron en mí, que escucharon mis palabras y recibieron mis gestos y que me ayudan cada día a vivir.

Gracias a Ciro –desde hace once años- y Uma –desde hace cuatro meses-, mis canes, que despertaron en mí el amor hacia los animales y a la naturaleza, además de ser mis compañeros fieles en lo cotidiano.

Parafraseando a mi abuelo literario Don Ernesto Sábato les diré que he olvidado algunos trechos de mi vida y, en cambio todavía palpitan en mi mano y en mi corazón los encuentros, los momentos de peligro y el nombre de quienes me han rescatado de las amarguras.

No tengo conciencia ni experimento en este momento de mi vida tener enemigos, sí soy consciente de no haber realizado todo el bien que podía, hay asignaturas pendientes que se reprueban varias veces en la vida, hasta que al final…por cansancio uno las aprueba.

 Aprender a perdonar y ver lo bueno que hay en el otro es un ejercicio que requiere mucha paciencia y pido a Dios cada día ese don. Cuando uno lo experimenta la libertad se vuelva inmensa, no se encuentran fronteras y se puede recién ahí pronunciar con todo el significado que tiene la palabra: Hermano/a.

En estos 49 años creo que pasé por diferentes momentos, a veces fui yo, después con el tiempo uno se va diluyendo, como fotocopiando de los demás, hasta que en algún momento hay sacudones interiores y exteriores que si experimentamos y sentimos esas vibraciones nos vuelven al eje, para volver a ser uno mismo. Por eso con esta canción cierro la primera mitad del siglo, es llegar al final y emprender una nueva década y un nuevo tiempo, por eso hay una canción que refleja en parte esa experiencia.

Estela Raval http://youtu.be/iCI1vAIERFc 
                                                                  A mi manera
Y ahora, el final está aquí,
Y entonces enfrento el telón final.
Mi amigo, lo diré sin rodeos,
Hablaré de mi caso, del cual estoy seguro.
He vivido una vida plena,
Viaje por todos y cada uno de los caminos.
Y más, mucho más que esto,
Lo hice a mi manera.
Arrepentimientos, he tenido unos pocos
Pero igualmente, muy pocos como para mencionarlos.
Hice lo que debía hacer
Y lo hice sin exenciones.
Planee cada programa de acción,
Cada paso cuidadoso a lo largo del camino.
Y más, mucho más que esto,
Lo hice a mi manera.
Sí, hubo oportunidades,
Estoy seguro que lo sabían,
Cuando mordí
Más de lo que podía masticar.
Pero al final,
Cuando hubo duda,
Me lo tragué todo y luego lo dije sin miedo.
Lo enfrenté todo y estuve orgulloso,
Y lo hice a mi manera.
He amado, he reído y llorado.
Tuve malas experiencias, me tocó perder.
Y ahora, que las lágrimas ceden,
Encuentro tan divertido
Pensar que hice todo eso.
Y permítanme decir, sin timidez,
'Oh, no, oh, no, a mí no, yo sí lo hice a mi manera'.
Pues que es un hombre, ¿qué es lo que ha conseguido?
Si no es a sí mismo, entonces no tiene nada.
Decir las cosas que realmente siente
Y no las palabras de alguien que se arrodilla.
Mi historia muestra que asumí los golpes
Y lo hice a mi manera.

Tengo conciencia que cuando las catedrales se caigan, los templos del consumo desaparezcan, los imperios se resquebrajen y las tecnologías que intentan suplantar a los hombres estallen en mil pedazos, lo único que quedará intacto y rescatará la vida será el ser humano, o sea cada uno de nosotros.

En  el transcurso de este año nos iremos juntando para ir celebrando estos 50 años de vida. Les pido a cada uno y cada una que haga oración la canción de Eladia y me acompañe en el tiempo que deba seguir atravesando la vida en la tierra, junto a todos ustedes para no dejar de HONRAR LA VIDA….

Honrar la vida: http://youtu.be/VLAr9kY7YpE

¡No! ¡Permanecer y
transcurrir
no es perdurar, no es existir,
ni honrar la vida!

Hay tantas maneras de no ser,
tanta conciencia sin saber,
adormecida...

Merecer la vida no es callar
y consentir,
tantas injusticias repetidas...

Es una virtud, es dignidad
y es la actitud de identidad
más definida.

Eso de durar y transcurrir
no nos da derecho a presumir.
Porque no es lo mismo que
vivir...
Honrar la vida.

¡No! ¡Permanecer y transcurrir
no siempre quiere sugerir
honrar la vida!
Hay tanta pequeña vanidad
en nuestra tonta humanidad
enceguecida.

Merecer la vida es erguirse
vertical,
más allá del mal, de las caídas...

Es igual que darle a la verdad
y a nuestra propia libertad
la bienvenida...

Eso de durar y transcurrir
no nos da derecho a presumir,
porque no es lo mismo que
vivir...
Honrar la vida.

GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS…DIOS NOS SIGA SOSTENIENDO A TODOS Y TODAS EN LA PALMA DE SU GENEROSA MANO. AMÉN.

jueves, 9 de febrero de 2012

CARTA DE CHRISTILLÁ, AMIGA Y SIERVA DE MARÍA

FUE LA PRIMERA LECTURA EN NUESTRA CELEBRACIÓN DE LOS 25 AÑOS DE MATRIMONIO. 
LEÍDA POR EL ENTRAÑABLE AMIGO DE AMBOS, EL QUERIDO PEDRO.

* Bodas de Plata de Cristina y Sergio*

A  mis queridos amigos:

* *25 Años de Amor… de Fidelidad
25 Años de Amor y de Fidelidad de Dios que los fue acompañando y
sosteniendo en su caminar.

Al echar una mirada sobre todo lo que compartimos, siento mucha alegría.
Fueron verdaderos amigos… una pareja con la puerta de su corazón
abierta a todos…

La vida está echa de una multitud de « encuentros » que podemos aceptar
o no….pero de « cada encuentro » puede nacer una verdadera amistad. Fue
 mi experiencia con Uds.

Fueron verdaderos amigos, cada uno con su personalidad, sus riquezas, su
comprensión y su manera de escuchar.

Cristina… Sergio, dos personas distintas y tan complementarias!

Aprecie profundamente el respeto que tenían el uno para con el otro. El
permitir que « el otro » puede realizarse como personas. Acompañar su
búsqueda con amor y paciencia.

La « puerta abierta »… cualquiera puede llegar y sentarse a la mesa.
Charlar… decir lo que uno siente...y permitir que llegue a ser « un
amigo ».

Sus valores humanos y religiosos fueron para mí muy importantes y me
ayudaron mucho en mi vocación como consagrada.

El colegio fue el lugar de cantidades de charlas en las que cada uno
expresaba su sentir, su visión de las cosas y de los acontecimientos. No
siempre estábamos de acuerdo pero cada uno expresaba su verdad, con toda
libertad.

Juntos, buscábamos algo que estaba más allá de nuestra subjetividad.
Para mí, « ese algo », era la búsqueda de la voluntad de Dios, en la
vida personal…. en nuestra misión como catequistas. Valore su actitud
frente al joven, echa de respeto y de profundo aprecio a la persona.

Qué importante es la familia para Uds.! Pudimos seguir, paso a paso la
llegada de sus hijos y su preocupación en hacer de ellos, personas felices.

Siento que siguen manteniendo « la puerta abierta » para nuevos
proyectos. Dios ha puesto tantos dones en sus corazones! Ser fieles a
su Amor exige de cada uno, un despliegue de estos dones.
Pedro leyendo la carta en el templo de Santa Cruz

La vida es un largo camino cuya puerta se abre al infinito… infinito
serán también los encuentros!

Como amiga y como religiosa Sierva de María, pido a Dios, y a la Virgen
que los sigan ayudando a caminar junto a su familia, a sus amigos, a
quienes los necesitan.

Que la humildad y la sinceridad sean los sentimientos que los animen
para ir al encuentro del otro. Que su amor sea tan fuerte que puedan
superar todas las dificultades.

Déjense « invadir » por la Fuerza de Jesús Resucitado y sigan dando vida.

Christillá
 

martes, 7 de febrero de 2012

SILOÉ…. UNA FUENTE DE VIDA Y AMISTAD EN FLORES….


Narra Juan en su Evangelio:
 “Dicho esto, (Jesús) escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego, y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo. Entonces los vecinos, y los que antes le habían visto que era ciego, decían: ¿No es éste el que se sentaba y mendigaba? Unos decían: El es; y otros: A él se parece. El decía: Yo soy. Y le dijeron: ¿Cómo te fueron abiertos los ojos? Respondió él y dijo: Aquel hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos, y me dijo: Ve al Siloé, y lávate; y fui, y me lavé, y recibí la vista. Entonces le dijeron: ¿Dónde está él? El dijo: No sé. Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Y era día de reposo* cuando Jesús había hecho el lodo, y le había abierto los ojos” Juan 9; 6-14  


 
Al llegar a Buenos Aires en el año 1980, uno de los primeros sitios que conocí fue Siloé.
¿De qué se trataba? Siloé era una Pinturería situada en la calle Pedernera 53, en el barrio de Flores, al costado de la Basílica que lleva el nombre de San José de Flores.

Pero, en lo personal,  Pinturerías Siloé, “la fuente del  color” comenzó a ser un hermoso sitio de encuentro. Atendida por sus dueños, Jorge y Oscar (cuñados entre sí) cada vez que uno entraba encontraba  una sonrisa, una silla para sentarse y unos oídos para escuchar.

Entre envases de pinturas, escaleras y pinceles iba pasando a vida por ese lugar lleno de color, de esperanza y de alegría. Intercambio de noticias, algún cuento risueño, anécdotas y aquellas confesiones que nos ayudaban a descargar los pesos que agobiaban la vida eran los elementos que confluían en ese sitio.
Algunos sábados al mes, al mediodía, era una cita estar ahí y saborear juntos unas ricas pizzas, matizando ese momento de comunión con la palabra, con las cosas que pasaban por nuestras vidas. Era llenar el cuerpo, pero esencialmente recargar el espíritu  con el entusiasmo, la esperanza y la fe.

Oscar, Jorge, Lydia, Andrea, Valeria, Chichita, Jorge D., Valeria y Diego.
Por marzo del año 85, una de las últimas veces que pase por Pinturerías Siloé, me encontré con  Oscar Goapper, misionero de la Consolata.   Estuvimos charlando esa mañana sobre nuestras vidas, el tiempo diría fue el último encuentro con él. Él siguió para su misión en África, donde falleció (en este mismo blog hay parte de su historia). Oscar cumplió ese texto evangélico que dice que el grano de trigo cae en tierra, muere y da sus frutos.

Como dice el Evangelio, Siloé era una fuente donde uno reposaba para luego ser enviado con la energía para estar y compartir con la gente. Además de Jorge y Oscar, muchas veces compartían ese espacio Lydia, esposa de Jorge, y sus hijas Andrea y Valeria; también Alicia, esposa de Oscar y los suegros de ambos. También disfrutaban de ese lugar, otros tantos amigos y amigas que se iban agregando al entramado de esa red llamada amistad.
Oscar, José Luis, Armando y Sergio (de barba)

En estos años de vida nunca olvide a las personas que me brindaron su afecto, su cariño y  me dieron fuerzas en los momentos de caída. Cada persona y cada espacio tienen un significado, soy un agradecido de los amigos y compañeros que la vida me fue poniendo a cada paso. De cada uno y cada una he aprendido algo. La amistad, la aceptación, la fraternidad, la comunión fueron elementos que aprendí de ese pozo Siloé, en el medio de un barrio que es parte de mi vida, como lo fue el querido barrio de Flores.

Pinturerías Siloé no está físicamente, pero la amistad perdura…nada es en vano, el agua que llega a la fuente sigue corriendo para que sigamos confraternizando y apostando a la vida.

Después de veintidós años nos hemos reencontrado con Lydia y Jorge, ellos son abuelos de varios nietos…la amistad sigue.
SIMPLEMENTE GRACIAS….
(Gentileza Jorge)

Nota: Algo más del pozo histórico de Siloé:
Ezequías (729-686 AC) fue un gobernante del reino de Judá que inició una serie de reformas religiosas, probablemente después de la muerte de su padre en 715 AC. Estableció una fiscalización sobre regiones de Filistea, fortaleció el sistema de defensa nacional, y fomentó el comercio y la agricultura al construir almacenes y apriscos para los ganados (2 Rey. 18:8; 2 Crón. 32:28, 29).
Una notable realización técnica de su reinado fue la excavación de un túnel (a través de la roca) de 533 m. de longitud desde el manantial de Gihón en el valle del Cedrón hasta un estanque más bajo (el estanque de Siloé - Juan 9:7) dentro de la ciudad de Jerusalén (2 Crón. 32:4, 30; 2 Rey. 20:20). El túnel fue llamado Siloé, que significa "enviado" o "conducido".
De esa manera le aseguró a Jerusalén una provisión continua de agua. Aún ahora, después de más de 2.500 años, las aguas de Gihón fluyen por este túnel hasta el estanque de Siloé.