Como dijo Anaxágoras: Todo tiene que ver con todo.
domingo, 25 de octubre de 2020
CREO EN...
domingo, 4 de octubre de 2020
HACIENDO MEMORIA III
Somos trashumantes de la historia,
somos artesanos de memoria
y está lleno de rostros nuestro amor
está lleno de sangre.
El tiempo transcurrido en el seminario San Francisco Solano
de los Misioneros de la Consolata fue
muy bueno en el trabajo pastoral que me permitieron realizar, ya sea en
lo escolar como en lo parroquial. También fue un tiempo de cuestionamientos
personales que me pude ir realizando para clarificar algunos aspectos de la
vida. Comprendí que el paso por una comunidad religiosa como lo puede ser un
noviazgo son tiempos de conocimiento, de diálogo, de escucha y de
discernimiento. Por eso iré rescatando algunos hechos esenciales importantes.
Las etapas de la vida no se suceden en forma lineal, no termina una y empieza
la otra, sino en forma circular entrelazándose una con otra.
En la Facultad de Teología –José Cubas 3543- tuve muy buenos
profesores a saber: los sacerdotes Rubén García sdb, Domingo Kerpan, Juan
Carlos Maccarone, Miguel Irigoyen, Luis Heriberto Rivas, Carlos Chiesa, Antonio
Marino, Juan Guillermo Durán, Jorge Biturro, Aldo Ragneri, la Bilu y la Bolo
que eran profesoras de Latín, filosofía
con Del Bosco y un joven ayudante llamado Joaquín Migliore y varios más. Hice
dos años de filosofía y teología muy buenos para alguien que recién asomaba al
mundo del intelecto.
Compartí clases con compañeros muy generosos, abiertos a la escucha, al diálogo y a compartir, como fue el caso del joven Pepe Di Paola que nos invitaba a matear junto a su comunidad en el Seminario Metropolitano Arquidiocesano. Los seminaristas de Quilmes Fernando, Adolfo, Rudy, Carlos, Raúl y muchos más que pertenecían a la comunidades de los Doce Apóstoles y la de San Pedro y San Pablo (conocida popularmente como “la Pepa”) que dirigía el P. Quiaquinta – que luego lo convertirían en Obispo.
Recuerdo vivamente de su ordenación episcopal el 30 de mayo
de 1980 en la Catedral Metropolitana, con un homilía basada en el Credo y
diciendo en uno de sus párrafos que le llegaban a su escritorio cartas de madres
que pedían por sus hijos desaparecidos. Y después decían que la Iglesia era
cómplice. Puede ser y lo fue una parte de la Iglesia Argentina que estuvo junto
a las juntas militares, pero una gran parte estuvo por la vida, denunciando las
atrocidades y las injusticias.
Fue una época donde se derramó mucha sangre, se regó la
Patria de sangre de compatriotas, fue un tiempo de dolor y sinsentido. Todavía
hoy seguimos echando sal sobre esas lacerantes heridas en el cuerpo social de
nuestra Argentina, avivadas por aquellos inescrupulosos que de todo hacen sus
negocios y su política de baja estofa. Sin embargo también muchos intentamos y
buscamos caminos para echar un bálsamo que sane esas heridas con justicia pero
no con venganza. Ojalá las próximas generaciones no beban el veneno del odio y
la venganza que muchos siguen vertiendo en niños y jóvenes.
Luego de años lo volví a ver a Carmelo y me unió a él un
gran trabajo que comenzó a realizar por la unidad de los argentinos con el tema
de la reconciliación y el perdón, su prematura Pascua el 22 de junio de 2011
truncó esa formidable labor, pero de esto hablaré más adelante. Presidió la
misa de exequias el entonces Cardenal Bergoglio, esa fue la primera y única vez
que vi y participé de una celebración del actual Papa.
Teníamos muy buena relación con los Oblatos de María Inmaculada que estaban en Caseros (Bs. As) y varias veces fuimos con ellos al barrio Carlos Gardel, entre ellos rescato a Omar Friedrich.
No todos los seminaristas eran abiertos a compartir con los
demás, había una separación entre los diocesanos y aquellos que pertenecíamos a
congregaciones, y encima si eras de una congregación misionera te ponían en
otro costado más lejano todavía. Por sobre todo había una gran misoginia por
parte de algunos seminaristas y profesores. Los laicos recién estaban
comenzando a estudiar o mejor dicho los dejaban entrar a la Facultad para
estudiar Teología.
Esto lo narro para que podamos ver que se va construyendo la
iglesia-comunidad no desde un idealismo romántico, sino desde las fragilidades
humanas como lo son la envidia, los celos, creerse superior y todo anclado en
los miedos. Cuando uno conoce al otro, ingresa en el corazón del hermano o
hermana los temores, las murallas, las alambradas se desmoronan, caen y surge
la fraternidad.
La comunidad de los Oblatos Diocesanos hizo una reunión
donde invitó al recientemente elegido premio Nobel de la Paz, el arquitecto
Adolfo Pérez Esquivel. Recordemos que todavía el país vivía bajo el gobierno
militar y ellos tenían una comunidad de estudiantes frente al seminario por la
calle José Cubas. El lugar no era muy grande, y recuerdo que todos estaban
sentados y quedaba un solo lugar libre en el
piso, ahí fui yo, sin darme cuenta me había sentado al lado de Pérez
Esquivel. Sacaron varias fotos y como los Operarios se encargan de hacer
retiros vocacionales (yo lo había hecho en Córdoba en el año 78) hacían
audiovisuales –que grande estoy- y fui a una de esas charlas en un colegio de
Mataderos y al pasar las diapositivas vi que una de las foto era justamente la
que estaba junto al Premio Nobel.
Aquí voy a escribir una “nota al margen” sobre el Sr. Pérez
Esquivel. Un año lo invite a dar unas charlas a los chicos del colegio donde
trabajo, él tenía vinculación con la comunidad, les había pintado el mural que
está en la casa de Nazaret. Yo había trabajado el mural con los chicos, así
como la vida de él para que estuvieran imbuidos de su persona y sus luchas.
Idas y vueltas para poder armonizar con su día y hora de encuentro, siempre argumentaba
razones para no venir, la última fue de su enfermedad que le había prescripto
reposo. Y Lo desistí del tema por razones lógicas y al poco tiempo me enteró
que había ido a construir casas por un proyecto a Denver (EEUU), y lo que más
logré por intermedios de otras personas fue que hiciera un video con unas
palabras para los chicos, encima lo grabó comiendo bizcochitos y tomando mate,
casi ni se le entendían sus palabras. El video por respeto a mis alumnos no lo
pase. La segunda observación es que es un hombre que apoya las dictaduras –Cuba
y Venezuela por ejemplo, no se pone del lado de la gente que busca la paz no
hace honor del premio recibido. Creo que cuando se da un nobel –y más como la
Paz- el comité noruego debería hacer un seguimiento y si la persona cambia
–cosas que es factible y no está mal- se lo puedan retirar. Quedé muy
desilusionado, aprendí que a veces el crecimiento en la edad y los premios no
traen sabiduría.
El P. Enrique Fabbri s.j, que era del grupo de sacerdotes
del CÍAS (Centro de Investigación y Acción Social de los jesuitas) nos daba
charlas de amor, afecto y sexualidad en el seminario. También en el I.P.A cursé
junto al P. Luis Sánchez un cura obrero de Wilde, un gran hombre y un santo,
trabajaba de verdulero y luego hacia cumplía con su ministerio sacerdotal,
durante años acompaño la lucha de los jubilados, tuvo hace un tiempo su Pascua.
Profesores de la talla de Luis Combes, Gloria Ladislao, Victorino Zeccheto,
Luis Pérez Bahamonde, Homar Estrañy,
Benito Santecchia, Wenceslao Maldonado, el P. Pedro Li y Teresa Ozoro y tantos
otros que vibraban con el Concilio Vaticano II y el empujón que significó para
la evangelización, nuevos en métodos y ardor misionero, el Documento de Puebla.
En esos tiempos la Renovación Carismática no era mirada con
buenos ojos y varios compañeros –Fernando Peretti lideraba el grupo- fuimos a
pedir a las autoridades de la Facultad un lugar para reunirnos a rezar, y nos
dieron la Cripta, era un lugar lúgubre, frio y semioscuro. Pero lejos de hacer
mella en nosotros nos empezamos a reunir semana tras semana a rezar, cantar y
alabar a Dios.
Fruto de esto conseguimos que el P. Darío Betancourt que
estaba en la Argentina viniera a dar una charla a los seminaristas y la
comunidad salesiana del P. Aldo Ragneri –que no compartía esa espiritualidad-
nos prestó una sala donde escuchamos el testimonio del P. Darío. Remarco
algunos hechos que parecen solo anécdotas de vida, pero han calado en mi vida
muy hondo porque a pesar de no compartir un estilo de ser iglesia o una forma
de espiritualidad determinada hay personas que no cercenan las diversas
expresiones.
Esos hechos fueron muy formativos en mi joven vida porque
siempre he abrevado en diversos pozos de la vasta espiritualidad y compromiso
cristiano, todos han aportado algo importante a mi vida que pude volcar en la
docencia y en la catequesis además en los compromisos pastorales de parroquia.
No puedo dejar de mencionar el Fiat 1500 rural de color
verde que manejaba la compañera Silvana Laganá y al entrabamos una cantidad
nunca conocida de seminaristas. Pensar en esas épocas una mujer manejando no
era muy usual, pero obviamente éramos todas personas de mucha fe. Aunque
recuerdo que ya en el 80 –esto para los grupos denominados feministas- que una
mujer manejaba un colectivo de la línea 134. He viajado con ella conduciendo,
nadie me lo contó, lo vi. Nadie se escandalizaba y ella lo hacía con gran
profesionalidad. Fueron todos momentos formativos, y cada una de las personas,
aún aquellas que por no recordarlas nos las puedo poner en el texto fueron
consolidando mi historia.
Sandra Routorou una amiga de la Facultad me llevó a conocer
al P. Rafael Morán Díaz que estaba en la Parroquia Nuestra Señora de la
Natividad y estaba ahí el P. Víctor Godino, fuimos en el 134 hasta Barracas, y
nos atiende una señora que nos preguntó “vienen a hablar con el Padre para
casarse”, muy lejos de eso estábamos, nos echamos a reír y le explicamos
quienes éramos.
Durante un año animamos la liturgia de los domingos en la Parroquia Nuestra Señora de Lourdes en la Avenida Rivadavia del barrio porteño de Flores, estaba el P. Jorge Herrera Gallo. En San José de Flores el párroco era el legendario Padre Oscar De Bonis, todo un personaje. En Semana Santa compartíamos la liturgia con la Hermanas Adoratrices la calle Malvinas Argentinas, luego de las celebraciones las monjas preparaban unos desayunos al estilo que era lo último que se iba a comer en el mundo y había una superiora española que le gustaba cantar, así que agarraba la guitarra y animaba nuestros opulentos desayunos.
Grandes compañeras como ClaraTemporelli, Hermana de la
Compañía de María, y las compañeras laicas Cecilia García y Cristina Rosas,
quién fue mi novia y nos unimos en matrimonio
el 9 de noviembre de 1984. Otros compañeros gratamente recordados son Elsa y Daniel del
Movimiento de la Palabra de Dios, Graciela Moranchel, María de la Paz Arenas –y
su Citroën apodado Bartolo, Haydee P., Marité; un muchacho muy serio llamado
Miguel de Azua que años después vi que es un destacado intelectual e Iván, un chileno cuyo único tema que cantaba
era “Gracias a la vida”.
La misión en Villa Paranacito (Entre Ríos) fue un tiempo de
estar con la gente de las islas muy educativo. Pernoctamos en una escuela y
durante el día nos ocupábamos de hacer actividades recreativas con los chicos
que eran hijos de los hacheros y pescadores de esa zona. Nunca olvidaré las
picaduras de tantos mosquitos. Habíamos ido tres seminaristas: un compañero que
estuvo muy poco con nosotros, Roque, el tupa y yo. Una noche el Tupa nos contó
gran parte de la historia de su Uruguay querido, desde José Gervasio Artigas
hasta la actualidad, en ese momento 1982, el Frente Amplio, los Tupamaros,
mientras comíamos dulce de leche con ricota, lo único que nos había quedado de
comida hasta que no viniera la lancha a reponer los alimentos.
La idea era que todos los chicos de las diversas comunidades
de la isla confluyeran en Villa Parancito donde tenían su parroquia el dúo
dinámico, así le decían a los Padres Ángel y Artemio, dos curas de la Consolata
que desafían siempre a la autoridad y las leyes de la iglesia. Ese Viernes
Santo comimos en su parroquia y nos visitaba un cura paranaense y el formador
de nuestro seminario Luis. Artemio y Ángel lejos de no comer carne trajeron los
mejores manjares, los otros curas se rasgaban las vestiduras y nosotros los
“rebeldes” seminaristas disfrutamos de todos los manjares que nos ofrecían.
Artemio y Ángel decían: “Si Jesús comía y
bebía con pecadores y prostitutas porque no podemos comer nosotros así”. Era
una pintura surrealista. Por razones ajenas a nosotros la lancha que debía
transportar a los chicos nunca llegó y no nos pudimos despedir de ellos, este
párrafo va como forma de saludo.
Una experiencia fue poder ir al Hospital Nacional “D. Baldomero
Sommer” que está sobre la ruta 24 km 23,5, en el
partido de General Rodríguez. Es un hospital referente a nivel nacional
en lepra. Hoy, la lepra es una enfermedad curable si
se realiza el tratamiento adecuado durante el tiempo y la forma indicada.
El P. José tenía que tomar unas fotos y hacer un reportaje
con la comunidad de ex-enfermos de lepra que vivían ahí –enfermedad ya
controlada- y me invitó. Fue una experiencia inolvidable de ver a esa gente, su
alegría y sencillez. Se notaba en sus rostros y extremidades el paso de la
enfermedad que se había detenido hace un tiempo. Todavía están esas caras en mi
memoria. Hago memoria de la figura de Raúl Follereau un luchador incansable por
el tema de la lepra en el mundo. El 28 de enero se celebra la Jornada
Mundial contra la Lepra, creada por Follereau
en 1954. Este vagabundo de la caridad y apóstol de los leprosos falleció hace
cuarenta años, el 7 de diciembre de 1977. Follereau renunció a una brillante
carrera literaria y periodística para dedicarse a devolver la dignidad a los
enfermos de lepra y a luchar contra la pobreza.
Tuve que ir varias veces al comando en Jefe del Ejército a
pedir permisos, además al sacar el carnet de conducir me lo dieron por un año
¿saben el argumento? Porque tenía barba y como estaba en una congregación
misionera por excepción me lo otorgaban pero con tiempo limitado. Debes en
cuando los militares detenían a los colectivos y debíamos presentar el
documento. Dos pequeñas historias más: tenía un amigo internado en el Hospital
Militar y cada vez que iba a visitarlo no me dejaban pasar, un sábado ya cansado
porque quería verlo, le pedí a un sacerdote su camisa con clergyman y le
comenté lo que iba a hacer. Me fui bien vestidito, pregunté por él y me dicen:
“pase Padre”, fue la única manera de verlo. La otra fuimos Roque y yo, los dos
con clergyman al comando en Jefe del Ejército, nos dejaron pasar, íbamos a
buscar un permiso y cuando estábamos en el tercer piso sale un militar
gritándonos que no lo dejábamos ver el partido de Argentina tranquilo –se
jugaba el mundial de España- y cuando está cerca nuestro y nos ve dice:
“disculpen, ¿qué buscan?”, le dijimos y nos firmó el permiso. Cosas que pasan
en la vida.
Dos veces peregriné a Luján y viví desde el Seminario con
mucha intensidad el Congreso Mariano de Mendoza, en especial el cierre en manos
de Monseñor Vicente Faustino Zazpe, Arzobispo de Santa Fe, con quién tuve un incipiente cambio de
correspondencia. Sus cartas eran toda una enseñanza en cada frase. Las
Bienaventuranzas de los Jóvenes que profetizó en el Estadio Mundialista todavía
resuenan en mi corazón.
Y así es la vida, porque nos vamos haciendo de personas,
paisajes, palabras y momentos
…. Soy ésta tierra,
soy ésta gente,
soy mi memoria
y soy ésta historia
vamos resistiendo en este olvido
que está lleno de vida este dolor,
está lleno de sangre este dolor.
sábado, 29 de agosto de 2020
HACIENDO MEMORIA II -
Crecí sin derrochar
logré abrazar, el mundo todo
y más, mil sueños más,
viví a mi modo...
Dolor lo conocí
y recibí compensaciones
seguí sin vacilar
logré vencer las decepciones...
Mi plan jamás falló
y me mostró mil y un recodos
y más, sí mucho más,
viví a mi modo...
Cuando me vine a Buenos aires me regalaron –mis
compañeros catequistas de la Consolata- el ritual de los Sacramentos con esta
frase y sus firmas: “El Espíritu del Señor está sobre mí y me envió a consolar a los que
están afligidos” Isaías 61, 1-3ª.
Esa mañana calurosa y de desasosiego del 23 de enero de 1980, con 17 años junto a una valija marrón, un bolso verde “diportto”, al P. José Auletta I.M.C. y los entonces seminaristas Rubén López –sacerdote- y José Luis Ponce de León –obispo en África- en un Renault 4 de color blanco emprendí el viaje. Una caja de libros me llegaría después por Transporte Barrado junto a cajas de picadillo, galletitas y otras vituallas que tenían mis padres la costumbre de enviarme, para ser compartidas.
Ahí quedaron mis padres, abuelos, hermano, tíos y primos.
Algunos de ellos con “el magún” en su estómago. El magún (posiblemente se
escriba de otra manera y esa sea la
pronunciación, palabra de un piamontés cocoliche) es la tristeza que queda
anclada por una partida. Muchos años después lo traduje como la tristeza que
uno tiene ante una despedida o situación dolorosa y que luego con el correr del
tiempo y elaborando el duelo, la pérdida uno hace que eso desaparezca.
Luego ya en la Capital Federal del país, mientras me
formaba en diversos cursos que fueron muy valiosos para mis primeros tiempos de
formación. Íbamos al I.P.A; a las Jornadas de Vida Religiosa en la Federación
de Box siendo uno de los expositores el P. Mateo Perdía C.P.. P: Arnaiz S.M.,
unas charlas de Monseñor Pironio sobre la vida consagrada y todo curso que
sirviese para nuestra preparación. Comencé mi trabajo en la catequesis escolar,
en el seminario teníamos el objetivo de trabajar para ganarnos aunque sea en
parte el sustento diario, entonces conseguimos unas horas en el Colegio Lasalle
de Flores. Como Pablo de Tarso que consideraba al trabajo como "Quien quiera
ser discípulo, amigo y hermano de Cristo, que trabaje siempre
que su salud, edad y circunstancias se lo permitan".
Como una perla para mi vida, acompañé varias veces al P. Mateo Pozzo I.M.C al antiguo Mercado de Abasto que estaba cerca de Chacarita. A las tres de la mañana en medio de esos hombres que gritaban, insultaban y cargaban grandes cajones, Mateo pedía y todos ellos le iban dando verduras y frutas, él nada desechaba. Todo lo que traíamos en el auto luego lo separaba y lo repartía en las casas religiosas de la zona de Flores que los misioneros frecuentábamos, por ejemplo las Hermanas Adoratrices de la calle Malvinas Argentinas, el Próvolo y otras más.
La dictadura seguía vigente para daba sus últimos
zarpazos y vivimos con mucha tristeza y expectativas la guerra de Malvinas. La
del 82 fue una Semana Santa vivido con el dolor de los muertos, la
incertidumbre de los convocados y una parte del país que estaba con el oído y
el corazón en el llamado teatro de operaciones y otros que continuaban su vida
sin ton ni son.
Tuve muy buenos compañeros en el itinerario catequístico y buenos maestros como
el Hermano Mauricio Bovo, el Profesor Víctor Zacarías –hace pocos días fue su
Pascua, el hermano Luis Combes. También trabajé un año en la catequesis de
confirmación junto a mi compañero Alejandro García -platense- en la Parroquia
San Francisco Solano de Mataderos, lugar donde fuera asesinado el P. Múgica. Muchos
de los jóvenes que teníamos en confirmación eran niños en la época en la que
fue asesinado el P. Carlos Múgica y nos contaban lo que sus padres les habían
narrado sobre ese hecho.
Compartíamos esa comunidad en un primer tiempo como formado el P. Oscar Goapper, fallecido en tierras misioneras; luego acompañado por el P. Nelson Borgoño y tiempo después el P. Luis Manco. Como compañeros recuerdo a Gustavo Marcías –que había estado en el 78 en la cordillera cuando Argentina y Chile estuvieron a punto de entrar en guerra por el Canal de Beagle, Christian Fernández Moores, Néstor Saporitti, Ponciano Acosta, Roque Ferreyra –le decíamos “el tupa” por ser uruguayo- junto a los ya nombrados Rubén, José Luis y Alejandro. Pasaron otros compañeros entrerrianos, mendocinos y cordobeses, buena gente. Rescato la siguiente anécdota; cuando estaba Oscar recibíamos la comunión en la mano y se comulgaba bajo las dos especies. Al llegar el nuevo formador abolió esa forma argumentando las leyes litúrgicas de la Santa Madre iglesia. Entonces nos reunimos los compañeros y le hicimos un planteo de no estar de acuerdo con la modalidad y nos dijo que éramos golpistas, que nos podía echar. Ahí vislumbre un gran retroceso entre el decir y hacer, la apertura misionera predicada, la que debería ser para ir a evangelizar respetando a los demás y el apego a las tradiciones, leyes y formas arcaicas del pensamiento único.
La alternancia de la vida comunitaria, de oración, de
hacer las compras, de liturgia, de ir en el 85 hasta Villa Devoto a estudiar a
la Facultad de Teología de la UCA, y convivir con varias familias que venían al
seminario fue un clima propicio para no desvincularse de la realidad. Sin
olvidar las pizzas de los sábados en la Pinturería Siloé de Pedernera 53 del
querido Jorge Depaolini y familia, incluidos sus cuñados. Además con el Tupa
salíamos los sábados a la tarde a caminar y matear, llegábamos hasta el
Cementerio de Flores. Los domingos teníamos
lo que se llamaba “un lugar de pastoral misionera”, en mi caso iba hasta
Paso del Rey, donde estaba el P. Elvio Mettone y tenía una casita de chicos
judicializados. También ayudaba a un grupo de mujeres que mantenía una
olla popular.
En esos tiempos tenía como director espiritual al Padre Alberto Ibáñez Padilla s.j. en el Salvador de la Avenida Callao y Tucumán; y era el confesor el P. Antonio Marino –luego obispo- en la Parroquia de San José de Flores.
Fueron lindos tiempos, pero el Espíritu sigue soplando, a
veces no nos damos cuenta por los caminos que nos va llevando, nos dejemos
llevar, y tenemos que afrontar otras temas de la vida, aunque a veces eso
significa no acordar con otros, pero es la vida de uno en relación con el
Absoluto, a eso siempre intento –a veces lo logro y a veces no- ser fiel.
Ese fui yo
que arremetí, hasta el azar
quise perseguir...
si me oculté
si me arriesgué
lo que perdí no lo lloré...
porque viví
siempre viví, a mi manera...