Parafraseando a Publio Terencio Africano diré que: Soy hombre y por lo tanto nada de lo humano y de todo ser viviente que viva en la tierra y en el universo me es indiferente y ajeno a mi vida.
Como dijo Anaxágoras: Todo tiene que ver con todo.








sábado, 11 de febrero de 2012

A LOS 50 AÑOS, GRACIAS A DIOS POR EL CAMINO DE LA VIDA....

Camino inexorablemente hacia la primera mitad de siglo de mi vida.

Después de un largo tiempo se hace necesario arriar las velas de la barca, enderezar el timón hacia el puerto, bajarse y sentarse en la taberna más cercana para pensar lo vivido en estos años y prepararse para vivir la segunda mitad que falta para completar un siglo de vida.
Comparto con ustedes esta canción del querido poeta Alberto Córtez, para agitar recuerdos y emociones:
  
 Viento, campos y caminos… distancia,
            Qué cantidad de recuerdos
     de infancia, amores y amigos… distancia
           que se han quedado tan lejos.

 Entre las calles amigas… distancia
      del viejo y querido pueblo
 donde se abrieron mis ojos… distancia,
                                                  donde jugué de pequeño.
Un corazón de guitarra quisiera
para cantar lo que siento.
Allí viví la alegría… distancia
de aquel primer sentimiento
que se ha quedado dormida… distancia
entre la niebla del tiempo.
Primer amor de mi vida… distancia,
que no pasó del intento;
primer poema del alma… distancia,
que se ha quedado en silencio.
Un corazón de guitarra quisiera
para cantar lo que siento.

¿Dónde estarán los amigos… distancia,
que compartieron mis juegos?
¿Quién sabe donde se han ido… distancia,
lo que habrá sido de ellos?.
Regresaré a mis estrellas… distancia,
les contaré mi secreto:
que sigo amando a mi tierra… distancia,
cuando me marcho tan lejos.
Un corazón sin distancia quisiera
para volver a mí pueblo.
 Para quién desea escucharla, hacer clic: http://youtu.be/EdtNhlVtd00
La vida tiene esas cosas que nunca podremos saber y que las embolsamos en una palabra: MISTERIO.

Pretendo en estos días hacer una memoria de lo vivido en estos años, con la seguridad de que estas pocas líneas no podrán contener todo aquello que se he experimentado, pero con la certeza de que en el resto del año iré desgranando cada uno de esos momentos.

Procuraré realizar el ensayo de no nombrar a ninguna persona, solamente el entorno familiar. Amigos/as, alumnos/as, exalumnos/as compañeros/as y conocidos/as entrarán en esos momentos que se irán escribiendo durante el año. Por eso no quiero ser injusto y olvidarme de alguien, si el 12 de febrero de 2013 me olvidé de alguien, recién ahí por favor háganme saber ese descuido de mi memoria.

Teóricamente ya tendría 50 años, porque el inicio de la vida es desde el momento de la concepción, después transcurrieron nueve meses en el vientre materno (de mi mamá Elsa) y después fui invitado a integrarme a la sociedad y vivir por mis propios medios. Pero la fecha de cumpleaños se toma desde el día de nacimiento y obviamente no me pondré a discutir con el resto de  los mortales si es así o de otra manera. Juristas, abogados, teólogos, políticos, religiosos se encargarán de esos debates, a los cuales nunca se arriban conclusiones.

Lo importante es que el lunes 12 de febrero del año 1962, a las 0,03 nací yo, una hermosa criatura según mis padres y abuelos. El médico que nos atendió –a mi mamá y a mí- se llamaba Jorge y la partera Anita. El testimonio de mi belleza pudo ser corroborado años después por el resto de la gente.

Me pusieron de nombre –varios nombres- Sergio (porque mi papá conoció a un bebé que se llamaba así cuando estaban de Luna de Miel),  Lorenzo (mi abuelo paterno se llamaba así, mi papá lo tenía como segundo nombre y también lo tengo yo) y Ramón (porque el parto venía complicado y entonces me encomendaron a San Ramón Nonato, protector de los partos y recién nacidos y mi abuela Dominga sugirió este nombre). Algún nombre más estaba en danza, me parece que Jorge, Javier, Marcelo o Gustavo. El Registro civil se encargó de decirle a mi familia que la ley solo admitía tres nombres. Cosas que agradezco cada vez que debo llenar una solicitud donde deben estar todos mis nombres.

Primeros días y años en el campo. Nací en Landeta, Provincia de Santa Fe, un pueblo que en la actualidad cuenta con 1500 habitantes, situado en la llanura de la Pampa húmeda, predomina el clima templado pampeano. Las precipitaciones anuales rondan entre los 800 y 900 mm, siendo el verano la estación más lluviosa. Hay dos parajes (conjunto de pocas casas) que son Campo Simpson y Estación Shiffner. Fundado en 1893 por Juan Landetta, en el departamento de San Martín y la mayoría de los inmigrantes venían de la zona del Piamonte, norte de Italia.

Criado junto a mis papás, mis abuelos paternos, Lorenzo y Teresa, y mi padrino Olivio, además de toda la familia (la gran parentela) que vivía en el pueblo. Hablaban el dialecto piamontés (medianamente argentinizado), que no sé hablar pero lo entiendo.

Después de un tiempo, mis papás decidieron emigrar a la ciudad. El primer destino fue la ciudad de San Francisco, en la provincia de Córdoba. Él junto a su hermano Olivio compraron una sodería y se dedicaron a vender dicho producto. La sodería llevaba un nombre emblemático: EL SERGIO y todavía conservo algunos sifones de medio litro que llevan mi foto.
Mis abuelos paternos
Durante diez años fui el único hijo, nieto y sobrino por parte de mi familia paterna. De parte de mi mamá tenía a mis abuelos Ángel y Dominga que vivían en la localidad de Alicia (Córdoba) a quiénes también visitábamos. Vivían en el campo no muy lejos del pueblo. Tenía en Las Varillas a mis tíos Elside, Clara y mi prima Viviana. Además dos primos-segundos: Adriana y Néstor.

La infancia, mirándola desde hoy, fue uno de los tiempos más hermosos que he vivido. Los juegos, los amigos, el no tener responsabilidades, hicieron que también uno viviera en un mundo mágico. Esperar al Niño Dios o a la Reyes Magos creaba una sensación de alegría, de esperanza y después, al ver los regalos depositados que uno estaba esperando, hacía el sueño realidad y nos transportaba a esa magia e inocencia de la cual uno no quisiera despertar. Jugábamos con los amigos del barrio a las figuritas, a las bolitas (canicas), al fútbol en la canchita de Los Andes.
Mi abuela Dominga y mi hermano Fabián
El 29 de setiembre de 1971 vino al mundo mi único hermano, Fabián Miguel. También llegaron una serie de primos y primas: Gustavo, Gabriela, Carolina, Daniela, Laura y Juan Pablo Jesús.
Mis familiares en mis 25 años



Aquí haré un primer corte. Más anécdotas y otras historias familiares las iré detallando durante el año. Y pego un gran salto, hasta llegar al 9 de noviembre de 1984, fecha de casamiento con Cris.
Mis abuelos Ángel y Dominga sentados, izquierda mis tíos Clara y Elside, y mis padres

 El 9 de noviembre del año 1984 nos unimos en matrimonio en la Capilla interna de la Parroquia Nuestra Señora de la Guardia, con la presencia de nuestros familiares y muchos amigos.
Iniciamos la vida matrimonial que ya lleva 27 años. Todos aquellos detalles del noviazgo y los primeros años del matrimonio los iremos desanudando en el tiempo, porque sino esto que desea ser un escrito de agradecimiento se transformaría en una biografía (al final del año si será casi una biografía).

Uso, para decirle a Cris, estas palabras de Santiago, el personaje de El Alquimista: “Yo te amo porque todo el universo conspiró para que yo llegara hasta ti”.

Fueron naciendo nuestros hijos: Emmanuel, María Belén y Juan Cruz Salvador. Ellos nos fueron haciendo padres día a día. Es una misión que se toma y no tiene fin. Se construye día a día, minuto a minuto. Uno no viene con la paternidad incorporada, ni le proporcionan un manual. No se es esposo ni padre por correspondencia. Es en las alegrías y en las tristezas, en los mejores momentos y en los peores que vivimos donde uno construye las relaciones con sus seres queridos. Son responsabilidades que se asumen y luego se van entramando y tejiendo con el hilo del amor, de la paciencia, del silencio, del diálogo.


Nuestros hijos
Gracias a Cris, mi esposa, compañera y amiga desde hace más de 30 años en este camino de la vida, compartiendo proyectos, tirando para el mismo lado, cosechando alegría y remando ante los dolores, estando siempre ahí.

Gracias a Emmanuel, Belén y Juan por ser mis hijos. Cada uno es así, como es, la libertad es un valor que tienen, vivirlo es de ellos; aguantan mis críticas porque soy muy exigente con los que amo, pero también deben saber que tengo mucha paciencia cuando hacen cosas que no comprendo. La libertad es sagrada, la experimenté en mi vida y creo que es el don más preciado que Dios nos ha regalado.

Gracias a mis papás: Elsa e Imar, por ser mis padres, por todo aquello que en libertad me dejaron hacer,  y venir a compartir después de años la vida aquí cerca de nosotros.
Mis papás Elsa e Imar
Gracias a mis abuelos Teresa, Lorenzo, Dominga y Ángel por haber sido mis abuelos y tratarme como nieto.

Gracias a Perla y Mariano por ser mis suegros y cuidaron en la infancia a sus nietos. Hoy me enseñan, a pesar de los enojos, que la ancianidad es un tiempo que debemos preparar para vivirla de la mejor manera posible. Gracias a la tía Beba por acompañarnos un trayecto importante de la vida.
Mis suegros Perla y Mariano


Gracias a Dulce María, Pilar y Juan Manuel por ser mis sobrinos, no tan cercanos como quisiera.

Gracias a mis cuñados: Inés y Alejandro (desde su Pascua) por ser parte de estos 50 años.

Gracias a mis padrinos de bautismo: Olivio y Clara, por estar siempre que tuvieron que estar, cada uno a su manera, tengo la certeza que siguen estando en mí.

Gracias a todos mis tíos, tías y  primos y primas, por lo compartido en algún momento de la vida, por el largo silencio y por recomenzar a componer las relaciones que habíamos dejado que se degastaran, pero que las redes sociales nos permitieron reconstruir.

Algunos de los nombrados ya experimentaron en su vida la Pascua. Nosotros, los que vamos quedando,  la vamos experimentando día a día. El dolor nos traspasa durante un tiempo, la ausencia en mesas y charlas nos duelen, y poco a poco ese sufrimiento con la ayuda de ellos lo vamos transformando en fuerza, en vida y espíritu. Cuando vamos diciendo “le gustaba de esa manera” “habría hecho tal cosa”, “como se habría puesto”, “estaría tan contenta” es que nosotros también parimos la Pascua en nuestro corazón.

Gracias a todos los amigos y amigas que a la largo de los años, de tantos sitios en los cuales fui pasando por las circunstancias azarosas de la vida “nos fuimos cosechando” por ser amigos y amigas. Por respetarme y acompañarme en cada momento.

Gracias a aquellos que fueron compañeros y compañeras de ruta, algunos ocasionales, pero que estuvieron en algún tramo de mi vida e hicieron ese trayecto  más alegre, feliz y dejaron su presencia en mi  memoria.

Gracias a todos los y las, alumnos y alumnas, exalumnos y exalumnas  y conocidos/as  que creyeron en mí, que escucharon mis palabras y recibieron mis gestos y que me ayudan cada día a vivir.

Gracias a Ciro –desde hace once años- y Uma –desde hace cuatro meses-, mis canes, que despertaron en mí el amor hacia los animales y a la naturaleza, además de ser mis compañeros fieles en lo cotidiano.

Parafraseando a mi abuelo literario Don Ernesto Sábato les diré que he olvidado algunos trechos de mi vida y, en cambio todavía palpitan en mi mano y en mi corazón los encuentros, los momentos de peligro y el nombre de quienes me han rescatado de las amarguras.

No tengo conciencia ni experimento en este momento de mi vida tener enemigos, sí soy consciente de no haber realizado todo el bien que podía, hay asignaturas pendientes que se reprueban varias veces en la vida, hasta que al final…por cansancio uno las aprueba.

 Aprender a perdonar y ver lo bueno que hay en el otro es un ejercicio que requiere mucha paciencia y pido a Dios cada día ese don. Cuando uno lo experimenta la libertad se vuelva inmensa, no se encuentran fronteras y se puede recién ahí pronunciar con todo el significado que tiene la palabra: Hermano/a.

En estos 49 años creo que pasé por diferentes momentos, a veces fui yo, después con el tiempo uno se va diluyendo, como fotocopiando de los demás, hasta que en algún momento hay sacudones interiores y exteriores que si experimentamos y sentimos esas vibraciones nos vuelven al eje, para volver a ser uno mismo. Por eso con esta canción cierro la primera mitad del siglo, es llegar al final y emprender una nueva década y un nuevo tiempo, por eso hay una canción que refleja en parte esa experiencia.

Estela Raval http://youtu.be/iCI1vAIERFc 
                                                                  A mi manera
Y ahora, el final está aquí,
Y entonces enfrento el telón final.
Mi amigo, lo diré sin rodeos,
Hablaré de mi caso, del cual estoy seguro.
He vivido una vida plena,
Viaje por todos y cada uno de los caminos.
Y más, mucho más que esto,
Lo hice a mi manera.
Arrepentimientos, he tenido unos pocos
Pero igualmente, muy pocos como para mencionarlos.
Hice lo que debía hacer
Y lo hice sin exenciones.
Planee cada programa de acción,
Cada paso cuidadoso a lo largo del camino.
Y más, mucho más que esto,
Lo hice a mi manera.
Sí, hubo oportunidades,
Estoy seguro que lo sabían,
Cuando mordí
Más de lo que podía masticar.
Pero al final,
Cuando hubo duda,
Me lo tragué todo y luego lo dije sin miedo.
Lo enfrenté todo y estuve orgulloso,
Y lo hice a mi manera.
He amado, he reído y llorado.
Tuve malas experiencias, me tocó perder.
Y ahora, que las lágrimas ceden,
Encuentro tan divertido
Pensar que hice todo eso.
Y permítanme decir, sin timidez,
'Oh, no, oh, no, a mí no, yo sí lo hice a mi manera'.
Pues que es un hombre, ¿qué es lo que ha conseguido?
Si no es a sí mismo, entonces no tiene nada.
Decir las cosas que realmente siente
Y no las palabras de alguien que se arrodilla.
Mi historia muestra que asumí los golpes
Y lo hice a mi manera.

Tengo conciencia que cuando las catedrales se caigan, los templos del consumo desaparezcan, los imperios se resquebrajen y las tecnologías que intentan suplantar a los hombres estallen en mil pedazos, lo único que quedará intacto y rescatará la vida será el ser humano, o sea cada uno de nosotros.

En  el transcurso de este año nos iremos juntando para ir celebrando estos 50 años de vida. Les pido a cada uno y cada una que haga oración la canción de Eladia y me acompañe en el tiempo que deba seguir atravesando la vida en la tierra, junto a todos ustedes para no dejar de HONRAR LA VIDA….

Honrar la vida: http://youtu.be/VLAr9kY7YpE

¡No! ¡Permanecer y
transcurrir
no es perdurar, no es existir,
ni honrar la vida!

Hay tantas maneras de no ser,
tanta conciencia sin saber,
adormecida...

Merecer la vida no es callar
y consentir,
tantas injusticias repetidas...

Es una virtud, es dignidad
y es la actitud de identidad
más definida.

Eso de durar y transcurrir
no nos da derecho a presumir.
Porque no es lo mismo que
vivir...
Honrar la vida.

¡No! ¡Permanecer y transcurrir
no siempre quiere sugerir
honrar la vida!
Hay tanta pequeña vanidad
en nuestra tonta humanidad
enceguecida.

Merecer la vida es erguirse
vertical,
más allá del mal, de las caídas...

Es igual que darle a la verdad
y a nuestra propia libertad
la bienvenida...

Eso de durar y transcurrir
no nos da derecho a presumir,
porque no es lo mismo que
vivir...
Honrar la vida.

GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS…DIOS NOS SIGA SOSTENIENDO A TODOS Y TODAS EN LA PALMA DE SU GENEROSA MANO. AMÉN.

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