Parafraseando a Publio Terencio Africano diré que: Soy hombre y por lo tanto nada de lo humano y de todo ser viviente que viva en la tierra y en el universo me es indiferente y ajeno a mi vida.
Como dijo Anaxágoras: Todo tiene que ver con todo.








sábado, 12 de julio de 2008

EDUCACIÓN Y TRÁNSITO

La ley, un camino de encuentro y respeto
Una experiencia personal
Por Lic. Sergio L. R. Dalbessio*
(se recomienda leer www.pasosmagazine.com.ar)
Desde hace un tiempo a esta parte, el tránsito y los accidentes parecen ser los temas más recurrentes con los cuales nos topamos diariamente los argentinos, sin dejar de lado la inseguridad, la inflación y todos aquellas temáticas que se desprenden en un país donde nos cuesta apegarnos a la ley. En estos días de un largo feriado, que juntaba la fiesta religiosas de la Semana Santa y el día de la Memoria, la Justicia y la Verdad, fue un buen momento para salir a dar vueltas en automóvil por la gran ciudad. En un vehículo conducido por mi hijo, quien está manejando desde hace poco tiempo, salimos de paseo por distintas avenidas y calles del gran Buenos Aires y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El propósito era muy simple: adquirir hábitos en el conducir, además de poner a prueba su novel credencial de conductor. Frenar en los semáforos, ceder el paso a quien corresponda, poner la luz de giro, estacionar cerca del cordón, no adelantarse por la derecha, respetar la velocidad máxima y tantas otras reglas que él aplicaba a rajatablas, según lo había aprendido. Pero mientras él cumplía con las normas enseñadas y en vigencia, otros automovilistas se cruzaban de izquierda a derecha sin luz de giro, pasaban los semáforos en rojo, tocaban bocina pidiendo paso en lugares donde la velocidad no debía exceder los sesenta kilómetros, los taxistas y choferes de colectivo se cruzaban sin el menor respeto al que venía circulando por el otro carril fueron observaciones que iba viendo y me comentaba que eran transgresiones. Como vemos, entre lo que dice la ley y lo que se hace el trecho es demasiado largo. Sin embargo, en ese trayecto de no respeto por las normas se juegan vidas humanas. Leyes viales, de emergencia o no, controles en algunos momentos para la televisión no son suficientes y, por lo tanto, hasta diría que no sirven en absoluto. El vivo, el pícaro es aquel que transgrede la ley en forma permanente. Los que cumplimos las mismas somos tontos. Me apego a la idea de que debemos comenzar a cambiar formas de pensamiento, que atentan en el fondo con lo más preciado que tenemos que es la vida y todo aquello que a partir de vivir podemos realizar: crear, proyectar, disfrutar y generar en pos de una sociedad inclusiva. La escuela siempre es un referente importante. La escuela nos crea hábitos, nos enseña a desarrollar nuestras ideas, a asociarlas, a confrontarlas. Es un sitio donde pasamos gran parte de nuestro día y de nuestros primeros años de vida. Pero la escuela no puede –ni debe actuar sola-, la familia es aquel soporte que el niño o niña debe encontrar para reafirmar las ideas y los conceptos vertidos en las aulas y en los pasillos del edificio escolar. Si los docentes -en todos sus niveles- enseñamos a respetar al otro, a discutir las ideas, a que la ley es un elemento que nos pone a todos en la misma raya de largada, no puede ser luego destruida con el ejemplo de un padre o madre que, con tal de que su hijo/a no llegue tarde, estaciona en tercera o cuarta fila, toca bocina desaforadamente, dobla con el semáforo en rojo o bien insulta a quien ha cumplido la ley. Porque muchas veces de esta manera se borra con el codo aquello que se ha escrito con la mano. Lo descrito es diario, habitual y lo puede observar cualquiera que se pare diez minutos frente a un colegio, en el horario de entrada o salida del alumnado. Muchos hablan de reforzar la alianza de la familia y la escuela que parece rota desde hace mucho. Quizás en este tiempo sea importante que busquemos, desde el conocimiento y respeto por la ley, un caminar juntos entre familia y docentes. Los funcionarios pasan, las emergencias viales no concluyen nunca o no se aplican directamente, y los accidentes crecen día a día. Lo más terrible que esos accidentes, que son meras estadísticas para diarios, revistas, radios o canales de televisión, es para cada uno de nosotros personas concretas que ya no están. Personas que ven truncadas sus vidas, sus proyectos, sus sueños, sus ideales. Es un tema -la seguridad vial y el respeto por la ley- que no debemos eludir como docentes, porque somos formadores y porque debemos proteger la vida. De seguir -un gran parte de los argentinos/as- en nuestra diaria violación a la ley y no apegándonos a la vida, quizás en un tiempo no muy lejano tengamos que tener un feriado que recuerde a las víctimas de accidentes viales, y eso sería demasiado para un país que desea insertarse en el concierto de las naciones y países más avanzados.
sdalbessio@yahoo.com.ar

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