Parafraseando a Publio Terencio Africano diré que: Soy hombre y por lo tanto nada de lo humano y de todo ser viviente que viva en la tierra y en el universo me es indiferente y ajeno a mi vida.
Como dijo Anaxágoras: Todo tiene que ver con todo.








viernes, 24 de septiembre de 2010

AL MAESTRO CON CARIÑO -PALABRAS PARA MI AMIGO PEDRO ARMANO-

AL MAESTRO CON CARIÑO

LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER
CUANDO UN AMIGO SE VA
“A USTEDES LOS HE LLAMADOS AMIGOS…” Juan 15, 15 b.

A Pedro le cabrían todos los títulos, sin excepción. El me diría, como buen profesor de Técnica Periodística, que una nota sólo debería tener un título.

En mayo de 1989 fui al Instituto Santa Cruz motivado por mi amigo Hernán para hablar con la Hermana Christillá y presentarme para ser docente en el equipo de catequesis.
Me atendió un hombre que me presentaron como Pedro Armano, vicedirector del Instituto Santa Cruz. Tuvimos una afable charla, fue claro, preciso y me dijo que me tendrían en cuenta apenas se diera la posibilidad de una vacante. Había nacido una simple empatía. Ambos coincidíamos en haber estudiado magisterio en el Mariano Acosta y algún gusto por la palabra escrita.
Sostuvimos más de 20 años de amistad, siempre lo trate de usted. Por qué me preguntan algunos: por afecto, por cariño, por respeto, porque era una forma de relacionarnos casi de intelectuales, una relación entre el maestro y el discípulo.
¿De qué hablábamos? De todos los temas que atañen a la vida de los seres humanos.
Un día saca unos papeles y me dice que son unos cuentos que él había escrito y que le gustaría que los leyera y le diera mi parecer. Descubrí un Pedro distinto que se daba a conocer a través de su palabra, de su imaginación. Por ahí andan copias de esos cuentos. Lo alenté a publicarlos, su timidez y su exactitud rigurosa con la palabra escrita creo que no permitieron en ese momento darlos a la luz
No toleraba que una nota escrita por cualquier miembro del colegio tuviera errores de ortografía, sostenía que los maestros debían escribir bien.
No voy a describir todo lo que siempre nos alentó a trabajar, a innovar, a estar con los pibes porque sería demasiado largo. Era prudente, sereno, pensaba mucho antes de decir algo. A veces le ganaba la ironía, fina y exquisita, e hilvanaba palabras que él deseaba pudieran quedar picando en el interlocutor.
No puedo separar, en la vida escolar, a Pedro de Jorge. Conocía a cada maestra y maestro. Sus virtudes y debilidades. Sabía aconsejar y acompañar sin necesidad de enojos.
Respetaba y apreciaba a todas las personas de maestranza, en los últimos años almorzaba en la cocina con ellos. Siempre agradecido de que le plancharan el guardapolvo como él quería: perfectamente.
Dialogaba con padres y alumnos, los conocía a todos. Sabía que su rol se extendía más allá de lo estrictamente escolar. Todos los años en el día del catequista subía al escenario y hacía una semblanza de San Pío X, y pedía por todos los catequistas.
Una vez me dijo: “Sergio no te quedes con el título de maestro y catequista, estudia en la universidad”, años más tarde se alegró del egreso como licenciado y de los estudios que pude seguir realizando. Mi título universitario se lo debo a su empuje.
La alegría cuando pudo dar a luz a su libro Miss Elánea. Libro que le regaló a todo el mundo, con su fina dedicatoria a cada uno que lo recibía. Que alegría y gratitud hacia mi amigo Pedro cuando al final entre los agradecimientos pude vislumbrar mi nombre. Cada uno de los artículos tenía el rigor periodístico y el ensamble de cada palabra generaba el placer de leerlos. Era un fino artesano de la palabra escrita. Ni más ni menos, lo justo.
En el año 1976 el Instituto Argentino-Irlandés le otorgó la máxima distinción que es la Faja de Honor por su ensayo titulado: “Cien años de The Southern Cross”.
Años después entre ambos soñamos escribir juntos. Pudimos hacerlo solventándolo de nuestros bolsillos: nació “Educación ¿problema o dilema?” nuestro libro. Cada uno escribió sus textos. A veces no compartíamos los mismos criterios ni las ideas, pero decidimos escribir desde el respeto y la pluralidad y culminar el libro con un ensayo escrito por los dos.
Habíamos proyectado una serie de escritos y hasta algunos bocetos de futuros libros, teníamos planificado viajar unos días a las sierras para pensarlos, pero eso ya es una sinfonía inconclusa.
Me enseñó a leer a Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Milan Kundera, Tomás Eloy Martínez, Hemingway, Umberto Eco, Paul Auster, Antonio Tabucchi y tantos otros. En la novela “Sostiene Pereira” se nos narra la vida de un periodista en la dictadura de Salazar en Portugal e interpretada en el cine por el gran Marcelo Mastroianni. Me animo a decir –y se lo dije personalmente a él- que Pedro tiene esa faceta de Pereira que era cauteloso, sereno y hasta tímido pero se jugaba cuando las circunstancias lo pedían.
Amaba sus libros y su biblioteca, siempre que se desprendía de un libro me decía: “guárdalo, si lo necesito te lo pido”. Cada libro que leía era forrado prolijamente con papel madera, con lápiz lo subrayaba o marcaba suavemente.
Siempre con su diario La Nación. Seleccionaba artículos que cortaba delicadamente y ponía mi nombre encima de ellos y me los daba. En el tren y en el micro de vuelta a casa los leía y después los comentábamos. Leía el Lemon Diplomatique, el País y revistas desde Criterio hasta Debate, el arco ideológico era variado.
Desde que se jubiló cada mes o dos meses me llegaba a casa un sobre y adentro estaban esos artículos. La temática era ecléctica: educación, política, religión, ciencia, literatura y todos aquellos temas que nos traspasan como seres humanos.
Le gustaba la música, el teatro, el cine. Compartíamos gustos musicales: en especial por la música clásica –por el bel canto, pero también por Barbra Streisand, por Laura Pausini, y el jazz. El gusto por el celuloide era por el origen italiano y francés en especial, sin descuidar otros tipos de cine más pasatistas.
Siempre nos encontramos en algún bar o restaurante. Recuerdo cuando me invito a tomar un café en “La puerto Rico” y me explicó su historia en relación con el ambiente político y el periodismo.
Teníamos un ritual: en cada cumpleaños uno le regalaba un libro al otro. Ese libro podía ser una sorpresa o bien se podían surgir una serie de títulos de los más a menos deseado.
El último libro que le lleve se titula: “El paisaje en las nubes. Crónicas en el mundo 1937-1942” y es sobre la obra de Roberto Arlt.
Por las charlas siempre me quedó la sensación –y creo la certeza- que Pedro quería tener esa vida bohemia, de periodista nocturno como la tenía el gran Arlt.
En mi último cumpleaños me regalo “Adán en Edén” de Carlos Fuentes. Me lo entregó en su casa, donde almorzamos. Fue el viernes 16 de febrero.
Conozco su gran afecto por Bety, su esposa, por Paula y Nicolás, sus hijos, y por su mamá.
Podría aplicarle a Pedro esa frase de Adso de Melk, uno de los personajes de “El nombre de la rosa”: “Y es duro para este viejo monje, ya en el umbral de la muerte, no saber si la letra que ha escrito contiene o no algún sentido oculto, ni si contiene más de uno, o muchos o ninguno.”
La certeza que me anima es que desde la vida con Dios a Pedro se le habrán respondido todas la preguntas que tenia, todas las dudas que llevaba… Hace años cuando descubrió que la vida era fortaleza y debilidad caminaba más tranquilo.
Este monje adulto le dice a usted Pedro que tenga la tranquilidad que la letra escrita tuvo un gran sentido porque cultivo el don maravilloso de la amistad.

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