Parafraseando a Publio Terencio Africano diré que: Soy hombre y por lo tanto nada de lo humano y de todo ser viviente que viva en la tierra y en el universo me es indiferente y ajeno a mi vida.
Como dijo Anaxágoras: Todo tiene que ver con todo.








lunes, 20 de junio de 2011

Oscar Goapper, misionero y médico en el corazón de África.

Era un día miércoles de mayo del año 1999. El sol entraba por las ventanillas del tren que, estacionado en la estación Sarandí, me traía nuevamente a mi casa. De repente surge en mi mente, sin ningún tipo de conexión previa, la figura de Oscar Goapper . Se van hilvanando en mi interior una serie de pensamientos sobre su figura y el poco tiempo que hemos compartido.


El sábado siguiente, leyendo un periódico religioso, observo una noticia que me impacta. Daba cuenta de la muerte de un misionero argentino en África.

Ese misionero era el P. Oscar Goapper, Misionero de la Consolata.

Conocí por medio de cartas, en el año 1978, a Oscar. Vivía -yo- en San Francisco (Córdoba) y frecuentaba la Parroquia Nuestra Señora de la Consolata cuya tarea pastoral llevaba adelante la congregación los Misioneros de la Consolata, fundada en el año 1901 por el P. José Allamano (1851-1926) en Turín, Italia.

Le comente mis intenciones de entrar al Seminario y profundizar en la vocación misionera. Un breve intercambio epistolar, y un libro de regalo: Jesús de Galilea, fueron los primeros pasos. Luego un viaje en 1979 al Seminario que él dirigía y compartía con varios jóvenes que se planteaban la vocación misionera en su vida.

Dialogando decidimos que al año siguiente –ya que estaba culminando mi escuela secundaria- ingresaría a dicha casa de formación.

El 23 de enero de 1980 el P. José Auletta i.m.c y los seminaristas José Luís Ponce de León y Rubén López, que venían del norte argentino, me pasaron a buscar por mi casa.

Una despedida siempre es dura y en especial para alguien que parte de su casa. Todavía no había cumplido mis 18 años y dejaba a mis padres, hermano, abuelos, tíos y amigos en búsqueda de seguir el camino de Jesús.

Instalado en la casa de formación que tenían los Misioneros en la calle Fray Cayetano 368 del barrio de Flores nos preparamos para afrontar un año con muchos desafíos.

Un viaje a Miramar, pintar la casa, realizar varios arreglos y planificar el año fueron haciendo posible conocer a Oscar Goapper.

Las oraciones diarias, las misas de los sábados, espacio en el cual la capilla estaba abierta a la gente del barrio y conocidos que venían a compartir con nosotros la Palabra y la Mesa Eucarística.

Ya en ese tiempo Oscar como gesto de madurez nos daba a todos la Eucaristía para que la recibiéramos en nuestras manos (muchos años después el Episcopado aprobó esta forma).

Un grupo de entre 10 y 15 jóvenes caminamos en esa etapa de la formación. Cada uno por su tiempo de búsqueda y estudios. Oscar había conseguido que trabajemos como catequistas en el colegio que los Hermanos Lasallanos tienen en Flores en la calle José Bonifacio.

Años de estudio en la facultad de Filosofía y Teología de la UCA, retiros, charlas, participación en jornadas misioneras fueron sumando alegría y también decepciones a la vida en un joven en el diario vivir en un seminario.

La vida comunitaria tiene un cierto orden y rutina. También se la debe pensar como un tiempo de discernimiento y de búsqueda. Es similar a un noviazgo, uno lo va construyendo diariamente. Si uno ve que es su opción a seguir, se comprometerá con el sacerdocio o a la vida consagrada. También puede ser la vida en el matrimonio, u otras formas de servicio, según el Espíritu sople en nosotros y estemos dispuestos a su escucha.

En mi caso particular tenía una relación normal –no excelente, quizás como otros compañeros- con Oscar. Pero veía su espíritu misionero, sus esfuerzos por irse a misionar. La pintura y escritura colaboraban en su vida y eran hobbies que practicaba. Le gustaba visitar a sus amigos y así pasaron esos dos años de convivencia, siendo él superior-rector del Seminario San Francisco Solano.

Oscar parte en el año 1981 a la misión. Por mi parte seguí un año más en dicha casa de formación. Recibíamos noticias de él. Unos años después visitando a unos amigos que tenían un negocio de venta de pinturas denominado Siloé, en la calle Pedernera 53, lo encontré nuevamente. Visitaba por primera vez su país después de haber partido a tierras misioneras. Charlamos un rato sobre la vida de cada uno.

Por conocidos sabía de su vida misionera en África. Algunos laicos argentinos se habían comprometido en ayudarlo, uno de los ellos, Jorge Devalle viajó allí para asesorarlo en la instalación de molinos para la extracción de agua.

Los textos transcriptos a continuación son extractados de la Revista Misiones Consolata. Se pueden leer dichos artículos en http://www.consolata.org.ar/ en los números de marzo-abril y mayo-junio de 2011 y fueron escritos por Jean Paré imc.

En el año 1981 escribe al superior general y le pide trabajar en la misión: «No quiero en absoluto poner condiciones; pienso sinceramente que si me piden de seguir aquí, lo haré probando dar lo mejor de mi mismo. Seguir al Señor de modo fiel y sin condición es vital para mí. Pero soy honesto diciéndole que ciertos días son duros; en muchas cosas me falta la experiencia misionera y, en la formación, la buena voluntad no basta, hay que ser concretos.


Aprendí mucho y esto fue para mi una maravillosa ocasión de crecer en mi sacerdocio misionero; pero...la experiencia misionera sería como una subida hacia Jerusalén, esto es, ir al corazón de las cosas.»

El 18 de mayo del 1981, la dirección general lo destina al Zaire. Escribiendo al padre Antonio Barbero, superior provincial de ese país, le informa que quiere prepararse para la misión haciendo un curso de enfermería, para ser útil, y añade: «He oído bellísimas cosas sobre el Zaire, sobre el trabajo y el estilo de grupo: soy entusiasta y espero impacientemente el día de la salida; sin embargo soy también consciente, que no se puede improvisar la misión.»


Después de haber aprendido el francés durante unos meses en Bélgica, llega a destino, el 27 de abril del 1982. Fue en ocasión de su primera Navidad en África, que le sorprende una experiencia determinante en su vocación misionera. Por falta de asistencia médica, una niña muere en sus brazos. Esa experiencia lo consterna y le pone muchos interrogantes. Por primera vez piensa en la posibilidad de ser médico para «dar la vida a la gente».


Más tarde, el padre Rossi narró lo que pasó: Hace sólo unos meses que Oscar llegó a Neisu. La noche de ese 25 de diciembre, al regresar de los pueblos y feliz de encontrarme con un cohermano (después de una semana de ausencia), me doy cuenta que él parece triste. Pienso que se trata de nostalgia. En efecto, es su primera Navidad africana.


Pero sus palabras contradicen enseguida mi pensamiento. Es la historia que todos conocemos, la historia de Elikia.». En el idioma local, esa palabra significa ‘esperanza’.


Oscar mismo narró la historia de Elikia: «Mientras estaba confesando vinieron a llamarme. Es una mamá que tiene en sus brazos una niñita de dos años más o menos. Respira con dificultad y tiene mucha fiebre a causa del sarampión y de complicaciones pulmonares. Hago todo lo posible por ella, pero de nada sirvió. La bautizo con el nombre de Elikia y muere en mis brazos. ¿Cómo es posible festejar la vida, el nacimiento de Jesús, cuando hay niños que mueren porque no tuvieron vacuna?» Y Oscar añade: «¡Antonello, tenemos que hacer algo!»

El padre Oscar amaba con la sonrisa, que desaparecía solamente cuando no había tenido éxito en una difícil intervención médica. Amaba con sus manos, muchas veces casi milagrosas. Amaba con sus ojos muy abiertos, que parecían justamente hechos para diagnosticar las enfermedades y las dolencias de toda especie. Amaba con el corazón del que dice: «Tu vida es mi vida; para tu vida, mi vida.»


Oscar Goapper, siguiendo muchas de sus actividades y proyectos en Neisu, hará todos sus estudios de medicina en la Universidad de Milán y, el 6 de octubre de 1994 será oficialmente habilitado para el ejercicio de la profesión de médico quirúrgico.

Algunos párrafos escritos por Oscar que nos hablan de su compromiso misionero ad gentes :

«Aprovecho del momento de la enfermedad para empezar con el enfermo y con su familia un discurso que lo lleva a reflexionar sobre ciertos antivalores, como la brujería, las malas suertes echadas a los demás e intento presentarles una nueva alternativa más humana, llevándoles la luz del Evangelio (...) Después de una operación, a veces la gente me pregunta si encontré la ‘mala suerte’ al interior del enfermo. Porque soy sacerdote, la gente acepta más fácilmente que les haga un ‘sermón’, una verdadera catequesis. Me pasó de invitar a parientes para que vengan a la sala operatoria para que vean ellos mismos que no hay ‘mala suerte’
en el vientre del enfermo. Tengo el sentimiento que la gente tiene más confianza y escuchan más porque soy sacerdote.»
«La primera llamada para ser médico para los pobres nació mirando nuestra gente y su situación. Estoy seguro que en mi pedido no hay búsqueda de prestigio personal o de fama. No veo dicotomía entre ser médico y ser sacerdote misionero... lo hago porque soy cristiano.


Sentí, desde el principio, que mi vocación era un servicio a la vida, no me siento un levita o un servidor del culto, más bien evangelizador con un mensaje de vida y en un estilo de vida que puede crear entre los humanos nuevos lazos de fraternidad y de justicia. Es por ese ideal que quiero quemar mi vida como el apóstol, donde la humanidad, la más pobre, estableció su tienda.


Vivir en la inseguridad de nuestra gente me hizo descubrir tantos valores a los cuales no prestaba importancia: la primera es el cuidado para el hermano, estar cerca; soy un extranjero, mi mensaje tiene que ser bien cargado de «proximidad» (diría de caridad). Para que pueda ser escuchado y acogido. Pienso firmemente que el objetivo de todos nuestros gestos individuales y pastorales tiene que ser vivir la caridad.


Nosotros, misioneros de la Consolata, muchas veces razonamos del modo siguiente: ¿hay un problema de salud? Entonces decimos: ¡construimos dispensarios! ¿Hay un problema de enseñanza? Entonces construimos escuelas! Oh no!..., hay que empezar de modo diferente, por la base. Hay que preguntarse: ¿qué puedo hacer para cambiar esta situación? No con cemento, pero con mi empeño personal, con el tiempo que puedo ofrecerles, con mis esfuerzos y mis lágrimas. ¡Cuántas veces me sentí tomado en la garganta cuando, después de haber luchado día y noche con nuestra «hermana la muerte», fuimos vencidos por ella, o también cuando la negligencia de alguien hace morir un enfermo! A veces lloré y no tuve vergüenza cuando la única cosa que podía hacer para con el enfermo era amarlo.


Viendo en la cultura de la tribu de los Mangbetus, la elección de morir de tantos viejos guerrilleros, me empuja a empeñarme en favor de la vida. Vi cómo José Allamano, nuestro fundador, daba importancia a esa reparación y al trabajo con los enfermos. Pienso y repienso en nuestra presencia en esta realidad y me parece que hicimos muy poco para penetrar esta cultura.


Escoger esta vía es el más grande sufrimiento de mi vida y te lo confío, también el más difícil, porque para mí África es todavía difícil, exige de mí un esfuerzo todos los días (...) Decidan lo que quieran, entiendo las dificultades, personal y de pastoral. No escondo que esto exige, de mi parte, un acto de fe y de abandono en Dios. Pero siento que tengo talentos y los tengo que hacer madurar para el servicio y la construcción de la Iglesia. Sean auténticos, porque nacieron de situaciones concretas.


No pienso ser diferente de él, que pide estudiar historia, teología, pastoral u otras cosas. La diversidad aquí, consiste en no mirarse uno mismo, sino en mirar las necesidades de los demás. Pero después de Cristo,
que se hizo carne-enfermedad-sufrimiento, el mundo está al revés!».



Nunca más nos cruzamos desde aquella vez, hasta esa tarde en la ventanilla del tren.

Por eso este escrito como recuerdo de su paso haciendo el bien, de su Pascua prematura, en este día que celebramos la fiesta de Nuestra Señora de la Consolata.



sdalbessio@yahoo.com.ar

1 comentario:

JuanCa dijo...

Estimado Segio:

podes si queres leer el blog http://padreoscargoapper.blogspot.com/

Ahí esta lo que ya leíste en la revista y lo que leerás en las próximas.
Abrazos
P. Juan Carlos Greco -Misionero de la Consolata-