Parafraseando a Publio Terencio Africano diré que: Soy hombre y por lo tanto nada de lo humano y de todo ser viviente que viva en la tierra y en el universo me es indiferente y ajeno a mi vida.
Como dijo Anaxágoras: Todo tiene que ver con todo.








viernes, 5 de julio de 2013

ABISMOS DEL HOMBRE


“La vida en un campo de concentración desgarraba el alma humana y exponía a la luz sus abismos más escondidos. ¿Puede sorprender que a ese nivel de profundidad encontremos cualidades humanas que, en su íntima naturaleza, estén compuestas de bien y de mal? La frontera que separa el bien del mal, y que imaginariamente atraviesa a todo ser humana, fondea en las honduras del alma y hasta allí penetró el bisel de los sufrimientos soportados en un campo de concentración” (Viktor Frankl)[1].

En uno de mis viajes a la Argentina fui invitado a participar en un encuentro ecuménico en la Parroquia San Patricio[2], en el barrio de Belgrano de la ciudad de Buenos Aires. En dicha parroquia el día 5 de julio de 1976 fueron asesinados –por fuerzas de seguridad- cinco religiosos pertenecientes a la congregación de los Palotinos.
Tuvimos un momento de oración en la capilla en donde se encuentra un trozo de alfombra –donde cayeron los cuerpos- en la cual se pueden observar los orificios de las balas usadas para asesinarlos y la sangre reseca que dan testimonio del martirio de estos hermanos.

En uno de los momentos del encuentro se acerca una persona, se presenta y entablamos un diálogo sobre nuestras labores personales y eclesiales.
Después comienza a narrarme algunos hechos de su vida. Había sido secuestrado y torturado junto a otras personas en los comienzos del gobierno militar, en el año 1976. La tortura era ejercida con el fin de que hablara sobre sus actividades y también aportara nombres de otras personas relacionadas con una supuesta organización que él integraba.

Su trabajo y el de las otras personas se limitaba a asistir pastoralmente a un barrio carenciado del conurbano bonaerense.
Mi corazón se sentía estremecido al escuchar tanto dolor sufrido por este hermano. No podía admitir tanta saña infligida por un ser humano hacia otro.

Después de escucharlo con mi mente y mi corazón atiné a esbozar casi instintivamente una pregunta: ¿qué sentía hacia las personas que le habían infligido tamaño castigo al  torturar su cuerpo?.
Pero su respuesta me sorprendió, hasta diría que me evangelizó, “No les guardo rencor ni los odio. Mi fe, mi adhesión a Jesús me llama a perdonarlos, en el sufrimiento de Jesús en la cruz dice esa frase, Padre Perdónalos porque no saben lo que hacen”, me dijo.

En el prólogo de libro que narra la masacre de los palotinos escrito por el periodista Eduardo Kimmel (1952-2010), el premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel[3] expresa: “Como cristianos debemos perdonar a quines nos han dañado. Su Santidad Juan Pablo II visitó y perdonó a su agresor, nos dio un ejemplo de amor y humildad. La Justicia italiana sancionó al agresor y hoy cumple su condena en prisión. Debemos encontrar caminos que lleven a la reconciliación y para ello se requiere establecer los pasos necesarios. Reconocimiento del daño realizado, el arrepentimiento y el compromiso de no reincidir, el derecho a la verdad y la justicia como reparación del año causado. El perdón que lleve a una verdadera reconciliación si queremos hacer la ofrenda en el altar. Estos pasos en nuestro país no se han dado”.
Después de años, volviendo en estos días a mi país, encontré en mis cuadernos de notas este episodio que he acabado de narrarles.

He buscado en mi biblioteca el libro El hombre en busca de sentido de Viktor Frankl, quién sufrió persecución y estuvo en un campo de concentración en la época del nazismo.
Transcribiré algunos párrafos: “La historia nos brindó la oportunidad de conocer al hombre quizá mejor que ninguna otra generación. ¿Quién es, en realidad, el hombre? Es el ser que siempre decide lo que es. Es el ser que inventó las cámaras de gas pero también es el ser que entró en ellas con paso firme y musitando una oración.”

En la segunda fase que él llama la vida en el campo, hay una parte dedicada a la psicología de los guardias del campamento. Se pregunta; “¿cómo hombres de carne y hueso iguales a los demás, pudieran tratar a los prisioneros de una manera tan brutal, tan inhumana?”. Va detallando distintos tipos de guardias, y dice en un momento: “es preciso afirmar que algunos guardias sentían compasión por nosotros”. Por ejemplo –agrega- “el comandante del último campo donde fui liberado gastaba dinero de su bolsillo para comprar medicinas para los prisioneros. Jóvenes judíos lo escondieron en el bosque ante el avance norteamericano”. Lo sorprendente es cuando en un momento expresa: “En el polo opuesto se encontraba el prisionero más antiguo del campo, quien era, con mucho, peor que todos los guardias juntos. Golpeaba con saña a los demás prisioneros a la menor oportunidad…”
“Es evidente que el mero dato de saber si un hombre fue guardia del campo o prisionero nada nos revela de su intimidad. La bondad humana se encuentra en todos los grupos, incluso en aquellos que en términos generales, merecen ser condenados”, agrega Viktor Frankl.

En este último viaje por Argentina pregunté por este hermano que me había abierto su corazón contándome sus días de cautiverio, de tortura y de su apertura al perdón. Me dijeron que había fallecido y por eso en su memoria –y de tantas víctimas- he escrito este relato.
Sergio Dalbessio



[1] “El hombre en busca de sentido” de Viktor Frankl (1905-1997). Se recomiendan sus obras que están traducidas en varios idiomas, siendo este libro traducido en más de veinte idiomas.

[2] Se recomienda leer el libro “La masacre de San Patricio” de Eduardo Kimmel, editado por Lumen.

[3] Adolfo Pérez Esquivel, argentino, Premio Nobel de la Paz en el año 1980.

Imagen: Cerezo Barredo, sin copyright.

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