Parafraseando a Publio Terencio Africano diré que: Soy hombre y por lo tanto nada de lo humano y de todo ser viviente que viva en la tierra y en el universo me es indiferente y ajeno a mi vida.
Como dijo Anaxágoras: Todo tiene que ver con todo.








sábado, 10 de septiembre de 2011

LA SOCIEDAD DE LOS DOCENTES MUERTOS y ¿LA ESCUELA HA MUERTO? Pedro Armano

Dos textos en el DÍA DEL MAESTRO, escritos por el profesor y amigo Pedro Luis Armano e integran el libro "EDUCACIÓN:  ¿PROBLEMA O DILEMA?, escrito en el año 2005.



El profesor Pedro Luis Armano (1942-2010)
y Sergio Dalbessio autores del libro citado en el título.
 LA SOCIEDAD DE LOS DOCENTES MUERTOS

La paráfrasis del título de la película coincide con la situación que vive la docencia argentina. Ya no hay maestros ni buenos ni malos. Se están extinguiendo.

En los profesorados para el nivel elemental (escuelas primarias), las inscripciones son bajísimas: existen cursos de no más de 15 alumnos. Y en los terciarios, que nutren a las escuelas secundarias de profesores, se producen deserciones o, en muchos casos, luego de la graduación, buscan otro tipo de tareas. Además, la cantidad de mujeres que cubre la casi totalidad de la función educativa se pregunta seriamente si vale la pena continuar trabajando por las actuales retribuciones. Claro, porque en lugar de acrecentar los derrumbados salarios, se han incentivado cuestionamientos y agresiones.

Una nueva realidad

Los hombres, en la práctica, no figuran en las plantas funcionales de las escuelas. El alumno de primario y secundario, también en varias facultades y otras carreras, no tiene diálogo ni imágenes varoniles. Este concepto no está basado en un criterio machista sino en una realidad psicológica. Hoy, el padre tampoco se preocupa de la educación de su hijo. Se tiene carencia de masculinidad en el hogar y en la escuela.

Pero la nueva realidad la señalan los docentes. Antes, la labor era un complemento y ayuda para la familia o el marido. (Se comentaba que había muchas maestras o profesoras esposas de militares, médicos y comerciantes). En estos momentos, con el devenir de la sociedad moderna, surgieron diferentes situaciones: la mujer vive sola; la divorciada que debe mantener su casa; la que continúa estudiando y necesita del dinero para viáticos, libros, vestimenta . . . Y el hombre que se dedica al magisterio -convencido otrora como maestro o profesor de la Nación- trata de obtener el sustento trabajando los tres turnos, en un estado permanente de stress con el consabido deterioro de su salud y de sus educandos, aparte de caminar hacia el futuro incierto de su magra jubilación.

La degradación

Así como en ‘Dibujo’ se comprueba la degradación de los colores -de azul intenso a azul claro, después celeste-, pareciese que la educación y en especial los docentes han sufrido el mismo proceso. Desde el incorrecto trato administrativo hasta la falta de respeto y la agresión. El docente ha venido soportando, a lo largo de los años, un deterioro constante. Primero, el incumplimiento del Estatuto del Docente, tan vituperado por los sucesivos gobiernos -incluidos civiles y de facto-; segundo, con la psicología de bolsillo de los adultos, el educador fue cuestionado e increpado en todas sus actitudes y por último, ante el descrédito sostenido por los progenitores, los niños y adolescentes arribaron sin culpa a la ofensa moral y al acoso físico. Algunos medios masivos de comunicación, en pos de la noticia vendible y sin investigar, asestaron el golpe de gracia.

. . . parte de culpa

El propio docente colaboró para forjar de sí mismo esa visión desdibujada que remarca la sociedad, amparado bajo el toldo del escaso salario. Ni siquiera peleó su posición a partir de lo ético. Olvidó el perfeccionamiento y la actualización. Se abandonó al arbitrio insustancial de la moda. Negó el criterio y el sentido común para entregarse a la mediocridad y a la anomia.

Por otro lado, los políticos -antiguos y modernos- recubrieron sus discursos con loas a la educación. Volcaron las verborrágicas expresiones en aras de ideales que jamás cumplieron. En el fondo, no les interesaba. (Un gobierno que no invierte en educación, transforma al pueblo en masa sin destino).

De ahora en más

Queda la tarea de reconstrucción. De volver a poner cada cosa en su lugar, ordenar -de una vez y para siempre- a la educación argentina y situar a la escuela y a sus maestros en su justo lugar. “La Iglesia, que en este campo tiene experiencia plurisecular, afirma que entre los instrumentos de educación reviste particular importancia el centro de enseñanza, que contribuye por una parte a madurar las facultades intelectuales y, por otra, desarrolla la capacidad de juicio, pone al mundo en contacto con el patrimonio cultural de las generaciones pasadas y presentes, potencia la percepción de los valores, prepara a la vida profesional y favorece relaciones de amistad entre alumnos de índole y situaciones diferentes. La escuela es por tanto, según las palabras conciliares, como un ‘centro’ en cuyas actividades y progreso deben coadyuvar y tomar parte las familias, profesores, asociaciones varias con finalidades culturales, cívicas y religiosas, la sociedad civil y toda la comunidad humana. Y en ese centro privilegiado que es la escuela a vosotros, queridísimos profesores, os compete una misión extremadamente grave y delicada, una vocación maravillosa, como la define el Concilio: la misión de comunicar sobre todo a los alumnos que son con vosotros los verdaderos protagonistas del centro, ese conjunto de conocimientos que habéis adquirido en muchos años de estudio y reflexión ”, sostiene Juan Pablo II.

(1991)

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¿LA ESCUELA HA MUERTO?



Así como la sociedad decretó la caída de credibilidad de muchas instituciones, en este momento parece retomar el tan peculiar criterio y agrega una más a su lista: la escuela. De allí que el título la escuela ha muerto no suene para nada extraño.

En realidad, el certificado de defunción lo firma la misma sociedad cuando, al cambiarle o, más bien, deformarle el rol, la sacó de su objetivo primordial. La escuela fue, es y será un centro cultural -mal que le pese a muchos- y, como tal, desde su núcleo irradia cultura para los individuos que componen el tejido social.

Antes, la persona concurría a la escuela y se culturizaba (aprendía a leer y escribir; a hacer buena caligrafía; a manejar los números; adquiría nociones de historia y de geografía argentina; conocía otras culturas; se adaptaba socialmente; desarrollaba el sentido de convivencia y solidaridad; vivenciaba el valor del ahorro, etc.), y así perfeccionada, volvía a la sociedad con la predisposición y el espíritu para mejorarla y enaltecerla. En síntesis, perfeccionarla. Hoy, la sociedad entra en la institución escolar y la modifica en forma constante: por momentos pasa a ser sede comicial; centro de datos estadísticos (censos poblacionales o industriales); asistencia pública (vacunaciones); comedores escolares (más que comedores son verdaderos ‘comederos’, donde el niño, por falta de una correcta campaña de alimentación, asiste a la escuela que es el único lugar donde puede comer, al margen de las idas y venidas burocráticas en cuanto a la concesión de las empresas dedicadas a ese rubro y las administraciones educativas, teñidas siempre de algún color político); centro de reuniones sociales ( ferias, kermesses, "bingos" -¡está prohibido fomentar los juegos de azar!-); club (prácticas de deportes fuera de lo curricular, campeonatos relámpagos de papi-fútbol u otros deportes). La famosa y egregia máxima la escuela no es ni un comité ni un club deportivo es ya una antigüedad.

La sociedad, que no lo entendió de esa manera, reclama en forma permanente de todos esos menesteres antes mencionados que, sin duda alguna, son de otras áreas más específicas. Sin embargo, lo concreto es nada menos que un lugar donde se asiste para enseñar y aprender. Quienes concurren, tampoco lo tienen muy claro. Los padres que envían a sus hijos la han transformado en un simple depósito de niños o adolescentes, para que lo "tengan", ni siquiera que lo "contengan". Como corroboración de lo expresado, basta con afinar los oídos y escuchar: "te lo dejo", a la maestra de turno, o el padre de un adolescente en el café: "por lo menos no anda vagando por la calle".

Por otro lado están los docentes, que han ido declinando desde su intelectualidad y sentido común hasta la vestimenta; se convirtieron en “cuidadores", olvidando su profesionalidad y dejando de lado el lugar que le correspondía dentro de la comunidad educativa o, simplemente, en la relación docente-familia. Es más, en la sala de profesores o de maestros, cuando existe el espacio físico, las conversaciones giran alrededor de temas banales, que no refieren ni de casualidad con el propio quehacer.

En medio del panorama, se desea introducir la reforma educativa, la Ley Federal de Educación, los cursos de perfeccionamiento, el compromiso con los niños y adolescentes, el verdadero y efectivo vínculo con las familias, los cambios de programas, la fatiga psíquica de los agentes educativos y el magro salario.

No obstante, la sociedad, altanera, cuestionadora y con cierto grado de histerismo, ayudada por los medios, persiste en criticar sin mengua a una institución que ella misma desvirtuó.

Actualmente en el país, son tres los lugares donde se escuchan a las personas: la Iglesia, la escuela y los medios. La primera lo hace por vocación y religiosidad; la segunda porque es su función y el tercero por negocio, con una pátina de servicio a la comunidad -(algunos priorizan el servicio, otros el comercio y la mayoría ambas cosas a la vez)-. Pero fue la escuela -quizá presionada- la facilitadora de la gran apertura, con lo que logró por resultado un acopio cuantioso de problemáticas desbordantes de su propia y especial funcionalidad.

Por suerte, todavía quedan docentes que, a pesar de los avatares, luchan sin tregua para preservar la pequeña llama encendida del incomprensible y hasta a veces denostado proceso de enseñar y aprender.

(2000)

1 comentario:

Daniel dijo...

Pedro Luis Armano fue mi docente de Técnica Periodística en 1er. Año del Instituto Grafotecnico en 1993. Siempre lo recuerdo por su pasión por enseñar. Excelente ser humano y docente.