El Obispo Angelelli y la gente de La Rioja |
Anunciar el aleluia a los pobres
y pulirse en el interior:
canto rodado con el pueblo
y silencios de encuentros…
contigo… solo… Señor
Mi vida
fue como el sauzal, pegadita junto al río para dar sombra nomás.
Mi vida
fue como el camino… pegadita al arenal para que la transite la gente
pensando Hay
que seguir andando nomás.
Mi vida
fue como el cardón… sacudida por los vientos y agarrada a Ti,
Señor:
vigía en noche de estrellas para susurrarle a cada hombre:
Cuando la
vida se esconde entre espinas, siempre florece una flor.
Todo esto
soy yo, Señor… un poco de tierra y un Tabor, veinticinco años de
carne
ungida, con un cayado, un pueblo y una Misión
(Oración
de mi sacerdocio, compuesta por Monseñor Angelelli en 1974
en
ocasión de su visita al Papa Pablo VI)
Con un
OÍDO en el PUEBLO y otro en el EVANGELIO
Hoy, 4 de
agosto, se cumple un nuevo aniversario del asesinato del Obispo Enrique
Angelelli, Padre y Pastor de la diócesis de La Rioja, situada en la República
Argentina.
En el mes
de mayo, estando justamente en Argentina, tuve la oportunidad de dialogar con
el Padre Obispo Carmelo J. Quiaquinta[1]
sobre la figura de Monseñor Angelelli (1923-1976)[2].
El obispo
Quiaquinta fue encomendado hace unos años por el Episcopado para hacerse cargo
de la causa judicial, con el fin de averiguar y recoger todos aquellos
elementos probatorios que condujeran a conocer la verdad de quiénes ordenaron y
ejecutaron dicho asesinato.
Muy
humildemente me dijo que tuvo que realizar un trabajo de investigador, muy
minucioso, con gran paciencia; al principio tenía pocas pruebas, solamente
contaba con unos papeles sueltos. Después llegaron entrevistas, viajes, algunas
pistas verdaderas en medio de otras falsas. También se fue interiorizando sobre
el asesinato de los sacerdotes Gabriel Longueville –francés, sacerdote
diocesano- y Carlos de Dios Murías –cordobés, franciscano conventual-
(ambos asesinados el 18 de julio de 1976) y del laico campesino Wenceslao
Pedernera (asesinado el 25 de julio de 1976).
Estaba
preparando un seminario para la facultad de Teología sobre la vida y obra de
Monseñor Angelelli, obispo y mártir; animado por otras personas para que
incluyera también a las figuras de Gabriel, Carlos y Wenceslao. Recordábamos
palabras de Monseñor Novak sobre Angelelli: “Las nuevas
generaciones sacerdotales de la patria irán mirando su trayectoria con emoción,
con respeto y con emulación. Rescatarán del olvido su memoria y releerán edificados
sus Cartas Pastorales, sus homilías y sus poesías”.
La Pascua
de Don Carmelo dejó trunco ese proyecto que habría seguramente enriquecido a
muchos por la honestidad de la investigación, la rigurosidad intelectual y el
amor evangélico que le ponía a todos sus emprendimientos.
De
regreso, estuve leyendo homilías pronunciados por Monseñor Angelelli, poesías
escritas por él, las palabras de Monseñor Zazpe que fue delegado por el
Vaticano para visitar la diócesis riojana –esto a raíz denuncias y calumnias
que pesaban sobre el obispo y el presbiterio de los llanos riojanos.
En la
homilía de la Misa de despedida de Gabriel y Carlos expresaba:
“¡Qué
difícil es ser cristiano! Porque al cristiano se le exige perdonar. Si se nos
dijera: “No tenemos que perdonar, esto no es cristiano, no es siquiera humano
matar sacerdotes” responderíamos sin vacilar: el cristiano tiene que perdonar a
todos. Pero otra cosa es aprobar los errores y otra aún no trabajar para evitar
que estas cosas sucedan. …No se acuerdan que Tertuliano dice que la sangre de
los mártires es semilla de nuevos cristianos? Así, los mismos verdugos son
instrumentos, en cierta manera, para el bien, para que surja una comunidad
fuerte en la fe, en la esperanza y en el amor. Seremos felices si Dios
los perdona y queremos que se hayan dado cuenta de lo que han hecho. Esperamos
también que aquellos que han usado su inteligencia en este crimen la vean
iluminada con la verdad. Y rogamos que lo que han maquinado Dios no permita que
crean que lo han hecho en al hombre de la fe; ello sería una aberración.
Nosotros, perdonemos y pidamos al Señor que los perdone.” (Monseñor Angelelli[3]).
La
firmeza y el testimonio de Angelelli lo llevaron a decir con firmeza:
“No
queremos la violencia en ninguna de sus manifestaciones; no queremos cambiar la
escala de valores que nos rige, pues son valores evangélicos que no pueden ser
trocados por antivalores que atentan contra la identidad de nuestro pueblo. No
compartimos ni aprobamos los errores, pero sí procuramos ejercer misericordia y
acogida fraternal para quienes pudiesen estar errados.
Ciertamente debemos respetar a todo hombre en su dignidad de tal: esto es lo
evangélico, pues no podemos permitir que se los manosee con apremios ilegales.
No podemos admitir que nuestras mujeres sean tratadas menos dignamente; ello
nos repugna como hombre, como cristianos y como pueblo. …Por ello lamentamos
que algunos hermanos nuestros riojanos se presten para procedimientos y
acciones poco nobles, quizás a cambio de alguna dádiva que no puede dejar en
paz el alma del que la recibe; también ellos necesitan ver la luz y ordenar sus
pasiones descontroladas”.[4]
Culminando
la visita a la diócesis en nombre del Papa Pablo VI, Monseñor Zazpe pronunciaba
estas palabras el 23 de noviembre de 1973:
“He
recorrido una parte de esta querida diócesis de La Rioja. He visto su fe
católica, su amor a la Iglesia de sus antepasados, sus héroes, de sus
caudillos, de sus indígenas…Y he visto con emoción profunda su deseo de
pacificación y unidad. He constatado su fidelidad a la Iglesia de ayer y a la
Iglesia de hoy…La iglesia que quiere servir de modo preferencial a los que
carecen, pero sin odiar a los que tienen; de acentuar su presencia entre los
pobres, pero sin excluir a los que no tiene la dicha de serlo, de buscar su
inspiración en el evangelio y no en las ideologías que lo contradigan. Así es
la Iglesia que encontré aquí en La Rioja, por eso puedo afirmar que la pastoral
de la Iglesia riojana es la pastoral de la Iglesia universal”.[5]
Angelelli yace en el suelo después de ser asesinado |
Que la
sangre derramada por nuestros mártires pueda ser alimento de nueva vida para
nuestros pueblos, dejando de lado rencores, odios, venganzas y caminando en la
justicia hacia el perdón y la reconciliación. Que vivamos la fraternidad, la
fe, la esperanza y por sobre todo el amor entre hermanos y hermanas. Amén.
[1] Comenta Monseñor Quiaquinta que
el día 5 de agosto de 1976, llegó en tren a Posadas (Misiones) para dar
un curso de catequesis. Monseñor Kemerer –obispo de la diócesis- le informó de
la misteriosa muerte de Monseñor Angelelli. Habían sido compañeros en Roma. “Me
quedé mudo. Podría ser la tesis del accidente. Pero el hecho cierto
–agrega- es que Angelelli antes del accidente ya estaba socialmente asesinado.
Y en ello mucho tuvieron que ver las Fuerzas de Seguridad y no poca gente de la
sociedad riojana. (Revista Didascalia, 50 aniversario, sección testimonio, Mi
testimonio a veinte años del Proceso, páginas 24 a 38).
[2] Pastor y Profeta. Mensajes de
Monseñor Angelelli, Editorial Claretiana, Bs As, 1986.
[3] Homilía de Monseñor Angelelli
del día 22 de julio de 1976, con motivo del entierro de los sacerdotes Gabriel
y Carlos.
[4] Homilía en la misa radial del
día 27 de abril de 1975 con motivo de una jornada de oración por la
Pacificación Nacional.
[5] Homilía pronunciada el 23 de
noviembre de 1973, por Monseñor Vicente F. Zazpe, representando a Pablo VI y
titulada: “La pastoral de la Iglesia riojana es la pastoral de la Iglesia universal”.
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