Parafraseando a Publio Terencio Africano diré que: Soy hombre y por lo tanto nada de lo humano y de todo ser viviente que viva en la tierra y en el universo me es indiferente y ajeno a mi vida.
Como dijo Anaxágoras: Todo tiene que ver con todo.








martes, 1 de octubre de 2013

CAROYA 2013…..ENCUENTRO, SALIDA, VIAJE, LLEGADA Y NUESTROS DÍAS JUNTOS…


 

El domingo 22 de setiembre, cerca de las 23 horas, emprendimos nuestro viaje hacia las sierras cordobesas. Muchas expectativas puestas en el viaje. Amanece. Campos. Rutas. Animales. Perros que pululan como enjambres a la orilla de los caminos. Viajamos. Llegamos.

Un desayuno reparador da energías a nuestras fuerzas extinguidas. Un día soleado. La tierra reseca por una falta prolongada de agua. Pastos secos y duros. Poco verde. El vital elemento que sustenta la vida escasea, se hace desear, implorar. La soberbia y la altivez no lo dejan bajar de las nubes. Necesita más holocaustos para descender. Los sacrificios parecen que son pocos, no sacian sus ansias ni conmueven su corazón para que deje correr unas lágrimas que traerán alivio a personas, animales y plantas. ¡Derrama tu frescura y tus gotas sobre nosotros que las necesitamos, a pesar de las miserias que ensombrecen nuestros corazones, para seguir viviendo y generando vida!

Nos acomodamos en las habitaciones y comenzamos a estar así en constante dinámica. En pequeños grupos nos fuimos encontrando con las miradas de los otros, y con algunas preguntas que fueron una excusa para desgranar las razones que cada uno tuvo para emprender esta experiencia que ya se había iniciado el día que decidimos participar de ella.

Buceamos en nuestro interior para visualizar a nuestra familia, a los amigos, al colegio y a los conocidos de este último año. Los diálogos sinceros y abiertos, el mirar a los ojos del otro/a y al final, confundiéndonos en fuertes abrazos, fuimos tomando conciencia de los que somos como personas y la importancia de aquellos que están a nuestro lado.

Salirnos fortalecidos y crecidos. También nos conocimos un poco más. Nos animamos a traspasar las murallas del nombre e incursionar en la historia de los otros. Ya no somos los mismos que llegamos. Comenzamos a transformar-nos.

Repusimos fuerzas con un caliente almuerzo que se componía de un sabroso puré y una rica milanesa. Un rato de descanso y la infaltable siesta que respetamos de nuestro “interior profundo”.

Arrancamos la tarde del lunes jugando. Nos encontramos saltando, cantando y bailando. Constituimos otros grupos entorno a la palabra GRACIAS. Junto a los nuevos compañeros expresamos nuestros nombres como un sello de nuestra originalidad de personas únicas e irrepetibles. Comenzamos hablando sobre lo que nos había dejado la mañana y que podemos tener como nuevo de aporte a nuestra vida de lo vivido. Preparamos unas fotos instantáneas para luego compartir con los otros grupos. Vimos como vamos transformando el desconocer al otro en acercamiento y conocimiento.

El Evangelio de hoy nos acercó la historia de cinco amigos, cuatro de ellos se jugaron y buscan las opciones de acercar al enfermo a Jesús. Abrir el techo y bajarlo fue la acción de ellos que tenían una fe y un deseo de curar al amigo. Una fe dinámica que no quedó estática en el “no se puede” o en el “no te metas”. Algunos ejercicios de confianza junto a la oración que nos fraterniza, el Padre Nuestro, cerraron el momento.

Descanso, a recuperarse con un baño reparador, música y luego cenamos pizzas con un postre helado.

A la noche bien abrigados, el frio nos persigue en forma poco amigable, nos dividimos en grupos. El principito, el tigre, el duende y los extensos códigos fueron una excusa para correr y buscar. Algún pícaro en “solidaridad” con los compañeros cambio de lugar y se “quedó” con algunas pistas. Enojos y broncas. La enseñanza o moraleja es que tenemos que respetarnos y respetar lo que otros hacen. El juego fue una excusa para aprender algunas cosas de la vida en relación a nosotros y los demás.

Luego de eternas despedidas nos fuimos a los cuartos. No pudimos escapar de las arañas que se sintieron invadidas en su tranquilidad. Las puertas cerradas, las luces apagadas y el engaño que creían realizar muchos chicos y chicas para que los profesores nos durmiéramos y ellos salir se topó con unas pequeñas trampas caseras. Al final el cansancio nos ganó a todos y a soñar se ha dicho.

 


El día martes  24 a las 8 de la mañana ya estábamos todos levantados cantando y preparándonos para recrearnos en la fresca mañana caroyense. Tres amigos cordobeses con su tonadita nos dieron la bienvenida. Las sogas, los conos y diversos saltos fueron enredándonos en actividades lúdicas. De esa manera fuimos enhebrando juegos que luego preparamos para las actividades solidarias de la tarde.

El día se fue poniendo lindo con el sol que nos bronceada y la cálida temperatura nos fue introduciendo en  la época primaveral. Terminamos con un fútbol integrado por chicos y chicas.

Luego del almuerzo buscamos las remeras ya “evatizadas” y con aerosoles de diversos colores le fuimos agregando el tradicional escudo pasionista –corazón y cruz- y otros le fueron poniendo un trébol de la buena suerte.

Nos reunimos en tres grupos y según nuestros destinos: Barrio Los Álamos, Barrio Latinoamérica y Escuela del Niño Jesús fuimos preparando las actividades  que allí desarrollaríamos y los elementos a llevar.

Nosotros fuimos a la Escuela El Niño Jesús, a ella concurren chicos con capacidades diferentes. Son unos 40 cuya oscila edad entre 4 y 12 años. A la mañana van chicos de 12 a 17 años.

Llegado el horario de partir, cada uno subió al micro con su mochila de esperanzas, sueños, miedos, expectativas y un gran cúmulo  de ansiedades para compartirlas con otras nenas y nenes, chicos y chicas. Hasta allí nos acompañó Fanny, lugareña y docente de la escuela.

Nos estaban esperando, ellos también tenían entre sus manos los mimos temores, alegrías y esperanzas. Nos encontramos. Ya no éramos invisibles, ambos nos reconocimos como parte de un todo, compañeros de camino, hermanados en la humanidad.

Las miradas nos ayudaron  “tantearnos” y el corazón poco a poco se fue desbordando y nos fue llevando a vencer las resistencias y aflojar los tientos del miedo. Entre juegos, comida, fotos, saltos y caramelos compartidos se nos fueron tejiendo abrazos, sonrisas y palabras que  se soltaron libremente. Se abrieron las barreras y los contenedores de nuestros diques interiores estallaron,  aflorando las lágrimas entre los que ya no eran distintos ni desconocidos, sino que el encuentro nos había provocado el sentirnos partes unos de otros, una simbiosis de corazón y espíritus alegres y solidarios.

¿Quién ha dado más? ¿Quién recibió más? ¿Fue la solidaridad efectiva o una excusa para el encuentro? No hay barómetro que pueda medir todo lo que vivimos y nos preguntamos, solamente sabemos a ciencia cierta que ese momento las caras, los abrazos, las miradas y los llantos no nos dejaron de la misma manera que estábamos cuando llegamos.

Pensamos: ¿si pudimos acá, por qué no lo intentamos en otros lugares: en nuestra casa, en el colegio, con los amigos, en el barrio? Ya experimentamos salir al encuentro del otro/a y vimos que no es un imposible… ¿intentamos hacer otro mundo posible?

Regresamos, caminamos unas 30 cuadras cordobesas –o sea 60 en la realidad-, merendamos y nos reunimos todos los grupos en el salón. Cada uno fue dialogando y compartiendo la experiencia que había pasado por su vida.

Al final hicimos el pan, lo amasamos, y bien calentito antes de la cena lo compartimos como Jesús compartió el pan con sus amigos e invitó a los discípulos a repartirlo  entre la gente en ese episodio del Evangelio que nos narra que la gente estaba escuchando a Jesús, se había hecho tarde y entonces los discípulos ante la invitación de Jesús de darles de comer le dijeron que solamente tenían algunos peces y panes. Entonces Jesús le dijo, sienten a la gente en grupos de cincuenta personas. Cada uno con su canastita, alforja o bolsita se fue sentando, empezaron a sacar lo que habían traído para su comida diaria, la fueron poniendo encima de los mantos extendidos sobre el pasto y las piedras. Entre palabra y gestos fueron compartiendo el alimento, y al final sobró. La fraternidad lo había multiplicado y volvieron a sus poblados llenos  en sus corazones  y en sus estómagos, como nosotros lo experimentamos en el día de hoy.

 


El día miércoles muy tempranito nos levantamos, desayunamos y salimos hacia La Cumbrecita. Un largo viaje por caminos de sierras, al comienzo cruzamos la ciudad de Córdoba, la bella docta.

Entre paisajes y paisajes veíamos algunas manchas de los incendios que azotaron a la provincia mediterránea en los últimos tiempos. Alta Gracia que nos sonría con sus monumentos, Anisacate con su río, el Dique Los Molinos con su gran extensión. Las curvas y contracurvas hicieron del viaje un placer demasiado largo.

Arribamos a La Cumbrecita, caminamos entre duendes, hadas y gnomos hacia el Peñón del Águila. Enseguida almorzamos, después una caminata por los senderos de las sierras, entre árboles y piedras. Luego un grupo comenzó a deslizarse en la tirolesa que tenía tres tramos, y otro grupo se dedico a hacer arbolismo –era transitar con sogas y destreza  en medio de árboles altos y con intrincadas  figuras. Mientras tanto el Profesor Sergio iba y venía en la Tirolesa más larga, una especie de Tarzán en las lianas de acero. Después de semejante esfuerzo realizado, un rico té digestivo con una considerable porción de tarta de manzana con frutos del bosque con gotas de caramelo hizo que  pudiera reponer sus alicaídas fuerzas.

A la tardecita, después de refugiarnos del viento que nos asoló durante todo el día repusimos vitaminas y proteínas con una sabrosa chocolatada caliente y unas facturas vienesas.

Caminamos de regreso hacia el micro. Ahí comenzó una travesía entre caminos de tierra y piedras, nos detuvo un pocito de agua, los choferes tuvieron que demostrar su manejo del asunto para  no quedarnos a dormir en ese lugar del paisaje cordobés.

Llegamos bien entrada la noche. El jueves a la mañana nos quedamos un poco más haciendo “nono”, después fuimos a comprar los clásicos salames cordobeses –aunque ya conocíamos a “otros salames cercanos”- y también regalos para nuestros familiares y amigos.
 

A la tarde volvimos a entrar en la sintonía de dinámicas, diálogos y encuentros. Hicimos un balance entre lo que trajimos y lo que nos llevamos. Un debe y un haber, con un saldo altamente positivo. Tomamos la luz cada uno entre sus manos y pasando de compañero a compañero íbamos desgranando nuestros agradecimientos. Al final recordamos a nuestros seres queridos que tienen algunos problemas y le pedimos a Jesús que abrace de nuestro parte a los otros seres amados que ya están junto a él.

Un Padre Nuestro y fuertes abrazo sellaron uno de los últimos momentos en tierras caroyenses. Las lágrimas también fueron invitadas en ese compartir.

Cenamos, cargamos todas nuestras valijas y bolsos y partirnos de regreso a nuestra ciudad, a nuestro barrio. EL viernes por la mañana nuestros familiares nos estaban esperando y nos recibieron con gran alegría.  Fin de Viaje. Ahora es el comienzo de compartir, lo vivenciado y experimentado en nuestras vidas y que ha pasado por el corazón, con nuestras familias y nuestros amigos. GRACIAS.

 

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