Parafraseando a Publio Terencio Africano diré que: Soy hombre y por lo tanto nada de lo humano y de todo ser viviente que viva en la tierra y en el universo me es indiferente y ajeno a mi vida.
Como dijo Anaxágoras: Todo tiene que ver con todo.








lunes, 7 de septiembre de 2015

MARIO AGUSTÍN CEJAS, EL ARQUERO CON ALAS




¿Por qué me hice de River?, me pregunté cuando festejábamos otra Libertadores de América, ese miércoles que diluviaba y las aguas que bendecían las gargantas de unos se convertían en infierno para otros inundando sus casas y desbordando sus corazones de tristeza. La misma agua, qué ironía. 

Pensando, mi memoria fue enhebrando recuerdos y en ellos fui hurgando, buscando la respuesta que develara el misterio, simple y humano, de ser simpatizante, hincha de un equipo de fútbol. Tres motivos pude localizar, a saber:

Mi papá es de Boca y mi padrino era de Independiente. Ya que los dos me querían regalar la camiseta de sus equipos y para no contrariarlos me hice de RIVER.
Otra fue que era un equipo que venía de una mala racha, de no salir campeón durante muchos años y como solidaridad con “las causa perdidas” me hice de RIVER.

Pero creo que hay una tercera y que tiene como protagonista a Mario Agustín Cejas, el arquero de Racing. Todavía tengo en mis retinas las fotos de Goles o El Gráfico,  Agustín Mario Cejas atajando el penal a Tarabini de Independiente. Ese partido del metropolitano de 1970 si lo perdía Indepediente o empataba salía campeón River. El penal fue pateado tres veces, obvio que la tercera entró y según lo leído el árbitro era un tal Dellacasa. Es bueno aclarar que en casa no había televisor, por lo tanto, la radio, el diario y alguna revista era la comunicación con el mundo desde San Francisco, Córdoba; ciudad de siesta obligatoria.


El arquero era o es llamado el portero, el guardavallas, el guardameta. Es el que custodia los tres palos y busca que la pelota no toque la red. Su terreno de vigilancia, dónde es el dueño, el amo y el señor, comprende dos aéreas, una chica y una grande. Creo que fue el gran Amadeo Carrizo, a quién conocí una mañana en Villa Devoto entrando a una casa de vinos y licores finos, uno de los grandes innovadores en ese puesto. Después con el correr del tiempo apareció el loco Hugo Orlando Gatti, con la famosa propaganda de la ginebra Bols que decía  “quiere tener esmowing? tome ginebra Bols”.
Todos aquellos que jugábamos de niños en los potreros del barrio y que atajábamos –era el puesto más tranquilo, pero también el más ingrato- teníamos algunos arqueros que eran nuestros modelos y entre los míos estaban: el gran Amadeo Raúl Carrizo de River Plate, un tal Néstor Martín Errea que jugaba en Atlanta, el Pepe Santoro (Miguel Ángel) del Independiente de las tribunas de tablones de madera, Carlos Adolfo Buttice de San Lorenzo –del estadio en la Avenida La Plata, Daniel Alberto Carnevali de Chacarita Junior y el gran Mario Agustín Cejas del Racing Club.

En un tiempo no lejano fui invitado a un evento social y ahí conocí al gran Mario Agustin Cejas. Un hombre alto, delgado, con un saco blanco impecable. Ahí estaba él, con sus dos grandes manos que observé con detenimiento. En mi mente, en segundos fui recreando el recorrido del balón desde el pie enfundado en un  sacachispas de Tarabini hasta ser contenido por aquellas. Los saludé y por esas cosas de la vida no le pedí su autógrafo, creo que al conocerlo y saludarlo ya se había cumplido el sueño de pibe. Me pareció ver esa noche en su figura al Humphrey  Bogart  de Casablanca.

En estos días festejando la cataratas de títulos internacionales que fue sumando  el gran RIVER PLATE me hice la pregunta que da origen a este texto y entre las respuestas está Mario Agustín Cejas. Hoy seguro atajando en el cielo penales, tiros libres y todo aquello que conservaremos en el corazón los que usábamos la imaginación y disfrutamos los relatos del fútbol por la radio. Todavía hoy, muchas veces pongo la radio, cierro los ojos y me parece estar escuchando la voz del gordo Muñoz y vuelo imaginariamente a esos lugares comunes de la vida.



Los tiempos han cambiado, el fútbol también. La infancia dejo lugar a la adultez, y la vida da paso a la nostalgia. La nostalgia a veces nos hace soltar un lagrimón…y como dice Pablito Milanés…el tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos…





Post scriptum: había un ídolo familiar que era "el” Juan Carlos Bertone, un primo de mi papá que llego a atajar en Sportivo Belgrano de San Francisco.  Tenía un compañero en el colegio –un curso superior- que hoy es sacerdote que atajaba en un club del barrio. Con el tiempo descubrí que el papá era el presidente del club, el director técnico del equipo, el aguatero y todo lo que uno se puede imaginar, y de ahí deduzco que quién es dueño de la pelota juega dónde quiere.

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