Parafraseando a Publio Terencio Africano diré que: Soy hombre y por lo tanto nada de lo humano y de todo ser viviente que viva en la tierra y en el universo me es indiferente y ajeno a mi vida.
Como dijo Anaxágoras: Todo tiene que ver con todo.








viernes, 13 de enero de 2012

‘GABO’, TE LO PERDISTE…

Docentes que luchan por sueldos dignos, estudiantes
que toman el colegio por no estar de acuerdo con las
autoridades elegidas, denuncias que pesan sobre
profesores que contrarían la moral y las buenas
costumbres son, en los medios de comunicación,
noticias casi habituales.
Si a esto se le suma edificios en condiciones no
aptas, para que alumnos y maestros puedan efectuar el
proceso enseñanza-aprendizaje y, además, las quejas
por la disminución de raciones de comida diaria que
reciben los educandos, el tema escolar posee en la
actualidad un rating nada despreciable.
La educación ha sido puesta hoy en el banquillo de
los acusados. Un juez hizo lugar a un recurso de
amparo y ordenó a las autoridades de un colegio volver
a examinar a una alumna que adeudaba materias, las
cuales le impedían pasar al octavo grado. Otro caso
similar fue determinado días atrás por un juez, en la
provincia de Córdoba. (En el fallo, el magistrado
reprocha a la madre por el bajo rendimiento de su hija
y a la alumna “por no medir las consecuencias de sus
acciones”.)
Aquí existe un punto importante que es la
responsabilidad. La escuela cumple una función
indelegable: la de enseñar, aunque demasiado bifurcada
en la actualidad, pues se pretende que la institución
escolar sea todo lo que los otros estamentos sociales
no pueden o no quieren asumir: desde ‘comedero’
escolar hasta patio de juegos.
Pero la primera responsabilidad de educar, en el
sentido amplio de la palabra, la tienen los padres,
que deben ser concientes de sus acciones. Esta tarea
es compartida luego con la escuela.
Si los progenitores no asumen su adultez y ponen
los límites a sus hijos, querrá decir que la sociedad
está sufriendo una enfermedad: no aceptar las
responsabilidades asumidas. Dicha responsabilidad se
ha trasladado a la justicia, debiendo el juez obrar en
lugar de la familia.
Quizá sea hora de pensar concientemente sobre las
acciones realizadas (o por realizar), en pos de
recuperar valores olvidados en el bolsillo de algún
saco, y situar a cada cosa en su punto exacto: la
escuela es para enseñar y aprender.
Imagino que de no tomar el toro por las astas,
dentro de poco cualquier alumno llevará a la justicia
el caso de que el sandwich que le han dado era de
mortadela y él quería de jamón crudo.
A veces me parece que en la Argentina, el realismo
mágico ha superado al genial ‘Gabo’.

Lic. Sergio Dalbessio
Lic. en Educación - Universidad de Quilmes

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