MAYOR EDUCACIÓN=MENOR INSEGURIDAD: UNA ECUACIÓN EXACTA
Culmina un año escolar. Festejos. Cierre de ciclo. Exámenes. Vacaciones.
Diciembre de 2007 está marcado también por un cambio institucional: nueva presidenta, gabinete, intendentes, diputados, senadores y otros cargos son parte de este recambio institucional.
Algunos son caras nuevas y muchas conocidas, ya que han hecho de la función pública su vocación y carrera. El slogan que todo ‘cambia’ a veces se trastoca y es igual a ‘nada cambia’, o sea todo sigue igual.
En materia educativa, se registran algunos datos que alarman: en la provincia de Buenos Aires la deserción escolar alcanza al 130%; el presupuesto de educación y salud para 2008 -a nivel nacional- es inferior a la partida asignada a pagar los intereses de la deuda externa, en igual período. En la ciudad autónoma de Buenos Aires, existen partidas de dinero que no han llegado a las escuelas, por lo tanto los arreglos de infraestructura no se realizaron en su debido tiempo.
Sumado a lo anterior, en los distritos donde se detecta un mayor índice de demanda de matrícula (zona sur), se multiplican las listas de espera para conseguir una vacante y en los de menor demanda (zona norte) las aulas están semivacías.
La educación: ¿un derecho, un deber o un producto más de consumo? Es un derecho que tienen los ciudadanos de acceder a los diferentes niveles educativos y una obligación del Estado, como regulador de la sociedad, de otorgarlo sin ningún tipo de restricciones. Lo seguro es que no es un producto, pues estaría en manos de la ley de la oferta y la demanda, pudiendo acceder sólo aquellos que posean los medios económicos para hacerlo.
Inseguridad: robos, arrebatos, secuestros, muertes. Parece que el espiral de violencia crece día a día y no se avizora un fin, ni siquiera se verifican algunos lineamientos que intenten -aunque luego fracasen- de terminar con un problema, que afecta en especial a las grandes urbes o a las concentraciones urbanas.
Sin educación no se ve crecimiento, tampoco superación personal ni comunitaria. Sin enseñanza sea cae en la ignorancia, en la frustración y se
obstruyen las perspectivas de soñar un futuro, donde fomentar los talentos personales sería de un gran beneficio social.
Escuelas inclusivas. Docentes bien remunerados. Un plan económico que contemple la redistribución de la riqueza, junto a una política industrial y agro-ganadera que genere fuentes de trabajo, resguardando las riquezas propias de nuestra nación, son elementos que irían buscando acabar con la violencia en forma progresiva. ¿Demasiada utopía?
Los pueblos, sociedades y gobiernos que han apostado e invertido en educación no perdieron, por el contrario, desarrollaron más su crecimiento.
(Hace un tiempo una noticia daba cuenta de aquellos presos que en la cárcel de Villa Devoto estudiaron, inclusive hasta el nivel universitario. Luego, reinsertados en la vida común, solamente reincidieron en del delito el 1%. Por lo menos, es para pensar).
Más aulas, más maestros, más alumnos, serán menos cárceles, menos guardia cárceles y menos delincuentes. La ecuación es simple.
Después de concretar lo primero, se comenzará o se buscará el tiempo para discutir planes, contenidos y otras yerbas.
El mensaje de Cambalache, que parece actualizado en forma permanente, “…el mundo fue y será una porquería”, se puede trastocar y convertirlo en esperanza de otro mundo posible y otra sociedad.
El deber es intentarlo con firmeza.
Lic. Sergio L. R. Dalbessio.
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