Parafraseando a Publio Terencio Africano diré que: Soy hombre y por lo tanto nada de lo humano y de todo ser viviente que viva en la tierra y en el universo me es indiferente y ajeno a mi vida.
Como dijo Anaxágoras: Todo tiene que ver con todo.








jueves, 26 de julio de 2012

Uno de los legados de Miguel Ramondetti: la esperanza.


Miguel Ramondetti


Parafraseando a Morris West y tomando un pensamiento de sus escritos podía decir que en mi caminar de 48 años en la Iglesia he conocido a unos pocos santos, a una serie de mutilados emocionales, a algunos estudiosos brillantes, a un elevado número de hombres tan comunes y corrientes como yo mismo, y a un reducido grupo de personas maliciosas, pero también conocí, vi y experimenté la existencia de (los) Miguel (es) Ramondetti (s).

Estos últimos son aquellos hombres (mujeres y varones) que viviendo y formándose dentro de la institución iglesia la pueden trascender, vuelan más alto que los demás, no se quedan picoteando en el derecho canónico, en las puntillas litúrgicas, en los sacrificios y ayunos, en las luchas inútiles por los puestos y títulos.

Sus miradas se elevan hacia el sol, de él toman fuerzas, y el impulso dado a sus vidas hacen que puedan ver mucho más allá, esa mirada se centra en el ser humano de carne y hueso, en la cotidianeidad del varón y de la mujer.  

Todos vivimos alegrías y  tristezas, momentos en que nos podemos jugar por una idea y decaemos cuando la misma se diluye, en que somos agua y tierra,
barro, fragilidad y también fuerza, locura y entrega.

Miguel fue como un cóndor lleno de vida, llevado por la fuerza de dos alas que fueron pilares en su vida y que nos dejó como legado cuando se fue en silencio: la libertad y la justicia.

Miguel pudo descubrir aquello que está reservado para los que ven lejos, aquellos que tienen ojos que traspasan el ritualismo y las teologías, pudo ver el Misterio, ser hombre fiel a ese Misterio y descubrir el meandro del Evangelio, ese centro de gravedad que cambió la historia: el respeto sublime por el otro y por la libertad de conciencia.

El gozo y la esperanza en un mundo de mayor justicia, de más respeto por la dignidad de cada ser humano y  de cada ser viviente de este planeta, de una necesaria distribución económica justa y equitativa y  de un acceso a los bienes en formar igualitaria, son razones que latían permanentemente en su corazón.

Que el pan, el trabajo, la educación, los bienes culturales, la vivienda, la tierra para trabajarla y disfrutarla sea una oportunidad para todos, de eso se trata el “sean fecundos y multiplíquense” bíblico que él diariamente ponía en práctica.

Podemos decir gracias por la existencia de Miguel, por su testimonio, por su claridad, por su vida y su entusiasmo, sigue siendo un guía en estos tiempos difíciles pero lindos para la creatividad, y también por desafiarnos a seguir escribiendo otros evangelios (otras buenas noticias).

Desde el lugar del cosmos donde ahora esté Miguel nos sigue soplando su aliento constante a la lucha, a no descuidar, a no desesperar, a ir donde el Espíritu nos lleve, a estar abiertos al misterio, a recorrer el camino del ser humano.
Compañero y militante de la vida, de las luchas diarias, sencillas, pobres pero necesarias y ricas porque son las que alimentan la victoria final. Hasta siempre Miguel.

Sergio Dalbessio

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