Parafraseando a Publio Terencio Africano diré que: Soy hombre y por lo tanto nada de lo humano y de todo ser viviente que viva en la tierra y en el universo me es indiferente y ajeno a mi vida.
Como dijo Anaxágoras: Todo tiene que ver con todo.








martes, 23 de abril de 2013

EN LA INFANCIA, LOS AMIGOS….




¿Dónde estarán los amigos…distancia,
que compartieron mis juegos?

Allí en las calles de San Francisco, Córdoba, fui encontrando a mis primeros amigos, los de la infancia. Esos primeros pares con los cuales uno comparte juegos y secretos.
A pesar de los años pasados uno no los olvida. Jorge Raúl Contreras, Gerardo Giustetti, Cesar Daghero, Julio Cesar Heredia y su hermano, los hermanitos Rossi. Algunos nombres con el tiempo se han escapado. Sus caras de la infancia han quedado grabadas en mi memoria.

Vivía en la Avenida Juan B. Justo, a siete cuadras del centro de la ciudad. Los primeros pasos fueron por esas veredas. Las calles Gerónimo del Barco, Alem y Larrea completaban el mundo conocido en esos primeros años. Hoy vengo a descubrir que se llama barrio “La Consolata”, para nosotros no tenía nombre, era nuestro mundo.
Por las tardes después de hacer “los deberes” nos juntamos frente a la casa de algunos de ellos a jugar. Los juegos con figuritas y con las bolitas eran una cita obligada para gastar esas horas de la infancia.


Las hojas caían y desnudaban los árboles en otoño. Nosotros olíamos ese aroma a hojas quemadas. No nos preocupábamos de la realidad violenta que circundaba a nuestro país. Los adultos tampoco nos ponían en sintonía con la dura realidad que vivíamos como patria. Nosotros, todavía niños, vivíamos plenamente ese tiempo hermoso.

Sería injusto si no recordara y nombrara a la única amiga de la infancia, mi vecina Nelly. Eran tiempos de triciclos. El mío era azul y el de ella rojo. Nos sentíamos como pilotos de aviones en esos rodados de tres ruedas. Fueron juegos de primeros tiempos que se terminan cuando los padres inocentemente dicen las palabras “son novios”, uno se rebela y sigue una relación distante y fría de vecindad.

Con algunas monedas de regalo que les arrebatábamos a nuestros padres y abuelos corríamos al kiosco más cercano a comprarnos la mayor cantidad de paquetes de figuritas que podíamos. Alegría cuando al abrir ansiosamente dichos sobres encontrábamos los ídolos de nuestros equipos de fútbol y aquellas que necesitábamos para ir completando el álbum. Frustración cuando entre ellas había figuritas repetidas. Teníamos la esperanza que algún amigo no la tuviera y pudiéramos hacer el intercambio por otra necesaria para ir completando los diferentes equipos de futbol. Venían de cartón fino, luego algunas de cartón más grueso. Redondas, cuadradas y rectangulares. Alguna vez hasta vinieron de material que le decíamos “de chapita”. Santoro, Cejas, Sánchez, Barisio, Perfumo, “Pinino” Más, Trabucco, Alonso, Rojitas, Buttice, Errea, Tojo y tantos otros nombres, imposible nombrarlos y escribirlo a todos, que hacían grande el fútbol en la Argentina.

Cuando llovía espiábamos detrás de los vidrios del ventanal el agua que iba cayendo. Apenas aparecía el sol corríamos a ver si había agua en las cunetas a la orilla de la calle y hacíamos frágiles barquitos de papel que depositábamos esperando que marchasen a puertos lejanos. Por ahí alguien aparecía con una lanchita o barquito de plástico que no se hundía y  ahí estaban flotando nuestros sueños de echarnos a nuevos mundos. Quizás eran sueños de chicos que vivíamos en la pampa gringa, en el punto medio del país y que no teníamos río, salvo que viajáramos unos  100 kilómetros para encontrar los primeros hilos de agua. Conocíamos los ríos por los manuales que debíamos estudiar puntillosamente en la escuela. Así aprendimos de la generosidad de estas tierras en ríos, mares, montañas, pampas, bosques, animales, los diversos climas, las bondades de las estaciones y la importancia de que Dios nos había bendecido con todas clases de dones naturales. Lástima que no hicieron hincapié en la bondad de las personas que habitábamos este suelo.


Cuando alguna travesura se apoderaba de nuestra alma venia la consabida penitencia: “no vas a jugar por tantos días”. La cifra numérica era acorde al daño producido. La justicia familiar funcionaba sin atenuantes y no había abogados defensores que nos pudieran defender de la pena impuesta. Los amigos que golpeaban la puerta para invitarnos a jugar y recibían como sentencia: “esta en penitencia, hasta tal día tiene prohibido ir a jugar”.

Íbamos creciendo y llegaba el tiempo de tener nuestras bicicletas. Sobre nuestros rodados íbamos extendiendo el mundo. Fuimos conociendo otras calles, otras casas y otros barrios. No teníamos miedo, el peligro no era parte de nuestro vocabulario, nos parecía que todo lo podíamos, que seriamos inmortales como nuestros héroes. Nos sentíamos Batman, Superman, el Hombre del Rifle o algunos de los hijos de Benn Catway, aquel padre de Bonanza. Una caída, un resbalón, una pelea con algún ojo “en compota” o alguna huída producida por otros niños de barrios cercanos nos ponía en la realidad que éramos seres humanos y que necesitábamos de nuestros padres.

Colate, el cabezón, el negro, el flaco, el pelado o el gordo eran los sobrenombres usados cuando uno tenía una pelea y no quería nombrar al amigo que sentía lo había traicionado contando algún secreto del que uno lo había hecho confidente.

La escuela era una parte importante de nuestras vidas. En privada o pública todos íbamos con nuestros guardapolvos blancos a estudiar, a aprender para no “ser burros” nos decían, para “ser alguien en la vida”. Ojalá volviera en tantos padres esas frases y no tuviéramos que ver tantos niños que con arma en mano y droga en sus pulmones y cabecitas se convierten rápidamente en parias y víctimas de los adultos inescrupulosos.

Los que tenían hermanos más grandes eran los protectores de nuestros juegos nocturnos y a ninguno de ellos se les ocurría ofrecernos alcohol o invitarnos a fumar un cigarrillo. Eran guardianes de nuestra infancia. Qué lejos estamos de esos tiempos.

Los partidos de fútbol en la cancha de Los Andes, en esa interminable cuadra entre las calles Ameghino, Larrea, Lavalle y López y Planes. En la de 11 todos queríamos jugar y emular a nuestros ídolos del equipo querido. Nunca nadie quería ir al arco, todos soñábamos con el gol de nuestra vida. En los penales no valía patearlo de puntín. Caras sucias, rodillas peladas, broncas por perder y alegrías por los triunfos nos fueron viendo crecer. Los primeros botines “sacachispas”, la camiseta del River querido, sin ninguna propaganda, con la banda roja cruzada en el blanco inmaculado y el la pelota de fútbol de cuero eran el logro de tiempos ya idos.
Los veranos, las vacaciones era un tiempo largo y caluroso en la húmeda ciudad.

A veces íbamos a las vías del tren, aprovechamos para comer hinojo, refrescante y cuando pasaba el tren, que podía ser de pasajeros o bien algún largo carguero nos proponíamos descarrilarlo poniendo pequeñas piedras sobre la vía. Nunca cumplimos el objetivo porque la locomotora iba despejando el camino a su paso.

En la esquina teníamos la verdulería con el inolvidable Batán. No era un niño, pero sí su corazón. Siempre con sus chistes y su inolvidable fanatismo por Boca.
También estaban los vecinos enojados por nuestras andanzas y con el latiguillo “le vamos a contar a tu papa o a tu mamá” nos corrían de sus veredas en las tardes que se sentaban para ver pasar a aquellos obreros de la fábricas que volvían a sus casa en Barrio Jardín después de trabajar duramente para llevar la comida a su casa y que los fines de semana con la ayuda de los vecinos levantaban la loza y las habitaciones que se iban multiplicando así como los jardines que embellecían sus humildes pero decentes casas. La cultura del esfuerzo y del trabajo que nunca debería haber desaparecido de nuestro país.


El juego era interrumpido por alguna madre que nos pedía hacer un mandado. Allí íbamos a la panadería, la verdulería o los jueves a jugar al prode o algún numerito a la quiniela, siempre alguna monedita de propina nos quedaba colgada en el bolsillo de los pantalones cortos.

¿quién sabe donde se han ido…distancia,
lo que habrá sido de ellos?

Fuimos creciendo poco a poco, sin darnos cuenta pasamos de los pantalones cortos a usar los largos con botamanga “Oxford”. Otros chicos se fueron sumando al barrio. Siestas de radio nos hacían juntarnos para soñar con ser cantantes o actores. Algún cumpleaños, no muchos, nos juntaba alrededor de las novedosas gaseosas o un caliente chocolate con torta.
Con algún piropo que deslizábamos tímidamente  a algunas de las chicas que nos rodeaban nos llegó la adolescencia, esa es otra historia. Hoy por hoy es un secreto bajo varias llaves de la memoria.

Los amigos de la infancia quedaron en el portaequipaje de la bicicleta roja y entre pedaleada y pedaleada la vida sigue girando y girando….

Regresaré a mis estrellas…distancia,
Les contaré mi secreto;
Que sigo amando a mi tierra…distancia,
Cuando me marcho tan lejos. (Distancia, Alberto Córtez).

Sergio 


lunes, 18 de marzo de 2013

CARTA ABIERTA A FRANCISCO, PAPA

Somos peregrinos en este mundo...
Posiblemente estas reflexiones personales no sean leídas, pero íntimamente las he venido pensando y quiero darles el formato en las palabras, para seguir mascullándolas, confrontándolas y también compartirlas. Creo que la riqueza del Espíritu se da en comunidad.

Soy un hijo del Concilio, he nacido el mismo año en que Juan XXIII llamaba a uno de los hitos históricos del siglo pasado. Después de 600 años, un papa presenta su renuncia, lo cual uno no puede perder la oportunidad histórica de escribir algunas reflexiones. No obstante creo que esta renuncia abre el camino a futuros papas a no atornillarse al sillón y a seguir el mismo camino. Las últimas imágenes de Juan Pablo II eran dolorosas y causaban pena, fue un tiempo innecesario de sufrimiento para ambos; para él y para la Iglesia.

Desde el día que Benedicto XVI le anuncio a un pequeño grupo su ya decidida dimisión, y que por obra del periodismo se multiplicó rápidamente en los cuatro puntos cardinales, he leído artículos de todos los tonos sobre la renuncia del Papa, sobre lo oportuno o no, sobre si fue forzada o libre y también sobre el futuro que le espera a la Iglesia. Desde todas las ideologías y creencias se dedicaron a escribir, enumerar palabras tras palabras sobre Benedicto y la Iglesia.
Benedicto XVI ya se fue. Descansará un tiempo en la residencia veraniega de Castel Gandolfo. Luego irá a un monasterio. Rezará, escribirá y saboreará la mermelada de naranja que allí se produce y tanto le gusta. No se podría esperar otra cosa del P. José Ratzinger. Se formó, vivió y sirvió para ese fin.

Expresa el renunciante Papa Gregorio XVI en la novela “Los bufones de Dios”: “…Desde el momento en que la existencia de grandes grupos será imposible, los cristianos deberán dividirse en pequeñas comunidades, cada uno de las cuales deberá ser capaz de auto-sostenerse por el ejercicio de una fe común y de una mutua y autentica caridad. Deberán dar testimonio de su cristianismo extendiendo los efectos de su caridad hacia todos aquellos que no comparten su fe, acudiendo en auxilio de los necesitados, compartiendo sus magros medios con los más desamparados. Cuando la jerarquía sacerdotal se vea incapacitada de seguir funcionando, las comunidades cristianas elegirán ellas mismas sus nuevos ministros y maestros para que la Palabra sea mantenida en su integridad y para continuar conduciendo la Eucaristía…”“Los bufones de Dios” (Morris West).
Ratzinger ya era un anciano cansado, agotado, sin fuerzas físicas que se vienen menguando desde hace tiempo. No barrió algunos de los problemas debajo de la alfombra, sino que los ventiló. Fue un hombre de transición. Sabemos de dónde veníamos, quizás lo importante es saber adónde queremos ir, para que la palabra transitar tenga su lógica. Un hombre de Europa, por eso se centró en temas como el secularismo y el relativismo. Quizás fue un cruzado de la fe, cerró con las llaves de la ortodoxia las posibilidades de cambio. Se atrincheró en lo que creyó seguro. Hizo pocos viajes. No le esquivó a los casos resonantes de pedofilia. Intervino a la Congregación de los Legionarios de Cristo, cuyas aberraciones generadas por su fundador no quisieron ser sacada a la luz por el beato Juan Pablo II. Soportó hasta donde las fuerzas lo sostuvieron las internas vaticanistas, que existen desde que Constantino asoció la Iglesia al Estado.

Cambió al vocero, que era un laico que pertenecía al Opus Dei por un sacerdote, el P. Lombardo perteneciente a la Orden de los Jesuitas. Recordemos que su antecesor elevó a Prelatura al Opus Deis, beatificó en tiempo record a su fundador. En el mismo momento intervino con ferocidad a una de las órdenes más grandes, prestigiosas y abiertas de la Iglesia como lo son los jesuitas. “Cuentan los jesuitas de Roma que durante su pontificado, Juan Pablo II salía muy de mañana los domingos para visitar todas y cada una de las parroquia de la Ciudad Eterna. Y a esa hora siempre estaba arrodillado en el portalón del Borgo el Padre Arrupe, en señal de sumisión al Papa. Y que Juan Pablo II nunca hizo frenar su Mercedes para saludar al papa negro. Los lazos entre los dos hombres estaban rotos.” (Jesuitas: los marines del Papa, por Jesús Rodríguez en la revista del Diario el País).

El camarlengo elegido fue otro religioso, perteneciente a una congregación, la salesiana, italiano y no muy querido en su entorno. Obviamente que estos cambios no generaron simpatía y menos de aquellos que fueron desplazados de los centros de poder. El poder y el dinero son dos elementos que anidan –generalmente- en las personas, ser equilibrados ante ellos no resulta generalmente algo muy común. Ambos, poder y dinero, generan una multiplicidad de sistemas cuyos tentáculos van llegando y tomando todo lo que podemos imaginar. El Vaticano, habitado por hombres, no está exento.

No podemos decir que tuvo una excelente relación con las iglesias de Asia ni de América. Me viene a la memoria la gran labor misionera de Mateo Ricci s.j. en tierras de China y la continuación de semillas fieles, a pesar de la persecución y podría decir hasta el no entendimiento y acompañamiento de Roma a esas iglesias locales. Fue –Ratzinger, el jefe del ex-Santo Oficio, hoy denominado Congregación para la Doctrina de la Fe- quién se encargó de intentar sepultar la Teología de la Liberación con la escritura de documentos que iluminaban sobre los peligros de la misma. Una de las consecuencias fue sancionar, callar y expulsar a teólogos y pastores que adherían a ella. Quizás el caso más renombrado y conocido es el de Leonardo Boff.

Tuvo un acercamiento a África, lugar que estiman nacerá la fuerza de la nueva cristiandad que sostendrá con nuevos retoños la fe de la Iglesia. Escribió un par de encíclicas y tuvo tiempo de hacer tres tomos titulados Jesús de Nazaret. “La decadencia y mediocrización intelectual de la Iglesia que ha puesto en evidencia la soledad de Benedicto XVI y la sensación de impotencia que parece haberlo rodeado en estos últimos años es sin duda factor primordial de su renuncia, y un inquietante atisbo de lo reñida que está nuestra época con todo lo que representa vida espiritual, preocupación por los valores éticos y vocación por la cultura y las ideas.” (Vargas Llosa).
En síntesis estos párrafos precedentes quieren hacen un mínimo cuadro de situación escénica, incompleto lógicamente, pero que nos puede dar el pie necesario para las palabras que siguen, enmarcadas ya en el pensamiento como cristiano y algunas de ellas son arrojadas con el deseo de no bajar los brazos y seguir soñando los imposibles.

Creo que el cristiano de este siglo tiene que ser profeta y contemplativo. Contemplar la realidad circundante, orarla, debatirla y profetizarla. El Evangelio de Lucas nos narra cuando Jesús inicia su ministerio púbico. Él va a la sinagoga de su pueblo y al desenvolver el rollo lee el texto de Isaías "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido para que dé la Buena Noticia a los pobres, me ha enviado a anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año del gracia del Señor" (Lc. 4,18-19).

Sin estas dos dimensiones la Iglesia siempre quedará atornillada por el poder, corrompida por el dinero y no será fiel a su misión ontológica de ser sal, levadura y luz con y entre las sociedades. El Reino ya está presente entre nosotros.

Por todos los continentes desde siglos, hasta la actualidad se ha multiplicado la sangre de los mártires. Laicos, religiosas y religiosos, sacerdotes y obispos han ofrendado su sangre, su vida por Jesús y por los valores del Reino de Dios. Mártires que son teólogos que se comprometieron como los del Salvador, mártires que son monjes como los de Argelia que no dejaron a su comunidad y vivían en comunidad orante. Martirio en África, en Asia, en América. Cuantos –jóvenes y mujeres especialmente- hoy entregan su vida en tierras donde el fundamentalismo no permite otras expresiones de Fe. Esa sangre derramada es testimonio de una Iglesia Profética. Nos señalan un camino, nos ponen en sintonía con el Maestro.
Por eso la necesidad a estos ya 51 años del Concilio Vaticano II de retomar las principales líneas que se fueron gestando, elaborando y marcando en esa reunión ecuménica. Hay que pasarle el plumero, sacar la tierra y volver a leerlo. Orarlo, meditarlo e ir poniendo en práctica esas semillas que todavía están ahí esperando ser plantadas para crecer. Pienso en un pantallazo en las Comunidades Eclesiales de Bases diseminadas en toda América Latina; en tantas personas que en Europa se reúnen en sus casas para celebrar juntos la Palabra y la Eucaristía; en los grupos de cristianos en África, una tierra arrasada por el odio y la violencia, sin embargo ellos aportan su testimonio a los grupos de perdón y reconciliación; en el Equipo de Sacerdotes Villeros que trabajan en Buenos Aires para sacarles los pibes a la droga; en la Federación de Sacerdotes Casados que vienen batallando desde hace años; en los jesuitas y benedictinos norteamericanos y europeos que se abren a nuevas experiencias y diálogo con el mundo asiático; la comunidad virtual del Obispo Jacques Gaillot; en los jóvenes que se reúnen anualmente en Taizé y se esparcen con dicha forma de vida por el mundo; en los grupos de Lectura Popular de la Biblia.

Podría seguir nombrando país por país las experiencias de hermanos y hermanas que viven una vida de fe, celebrando y siendo solidarios con los más pobres y necesitados.

Uno de los temas que no puede esperar más es la plena comunión de los separados y divorciados. Esta segregación de hermanos y hermanas que rehicieron sus vidas de pareja no admite seguir con ese estigma. Somos todos hijos e hijas de Dios con los mismos derechos y responsabilidades.

Una discusión abierta, amplia y sincera del tema de la sexualidad y todos aquellos temas que por ignorancia, pudor o no querer asumir la realidad se dejan encarpetados y archivados al final del cajón de escritorios cerrados bajo siete llaves, como lo son los métodos anticonceptivos y la homosexualidad.

Una mayor colegialidad y discernimiento de las iglesias locales. Mayor autonomía en los procesos pastorales que cada territorio de acuerdo a su contexto pueda ir implementado. La romanización o vaticanización de la iglesia ha cerrado las posibilidades de fraternidad, pluralidad, diversidad y democratización de los ambientes eclesiales. La inserción de la mujer en puestos claves, nunciaturas, ministerios y otros lugares de la Iglesia. Lo óptimo sería que esos lugares no existiesen más, pero como un paso en el proceso de cambio se pueden generar aires nuevos dentro de las habitaciones curiales.

Una revalorización de los servicios ministeriales en la Iglesia. En esto se debe debatir la participación de la mujer en los mismos. Hay un bautismo que nos hace a todos: sacerdotes, profetas y reyes. ¿Qué más se puede pedir?, si en esas tres palabras hay toda una declaración de vida.

Un laicado que viva profundamente su misión. Un laicado no clericalizado como el actual, sino fermento dentro y fuera de la comunidad eclesial. Celebraciones cercanas a la gente, retomando sus ritos y costumbres para que vivan y sientan aquello que celebran. Quizás aquí también haya que descentralizar la liturgia.
Revisar los sacramentos. Surgieron en un tiempo y contexto muy distinto al que estamos viviendo hoy. Sus signos, sus palabras, sus gestos muchas veces no se acercan a la realidad de las comunidades, no generan más que lo que hay que hacer por tradición. Una especial importancia a los carismas de cada grupo. Cada carisma debe ser evaluado en el servicio que se presta a la humanidad. La humanidad es el único camino que debemos recorrer los cristianos.

“Este modelo de organización podría hoy informar toda una forma de vivir el Evangelio en pequeños grupos, constituyendo una red cada vez más amplia de comunidades que integren a los fieles, a los religiosos, a los sacerdotes y a los obispos. Es la oportunidad para que la Iglesia, que nace de la fe del pueblo, pueda actualizar esta forma ideada por Pablo. Al menos podrá ser un espíritu que, en la fuerza del Espíritu, revitalice las instituciones tradiciones y jerárquicas de la Iglesias. Y la historia de la salvación nos muestra que allí donde actúa el Espíritu, allí podemos contar con los Inesperado y con lo Nuevo que aún no ha acaecido” (Iglesia: carisma y poder. Ensayos de eclesiología militante, Leonardo Boff, Sal Terrae).

Hay muchos teólogos, mujeres y hombres, muy probos en lo suyo, y que han sido dejados de lado y expulsados por pensar y difundir ese pensamiento. También hay otros que venimos pensando la IGLESIA desde la educación, la sociología, la economía, etc. que podemos ir aportando desde el mundo intelectual aquellas líneas de acción que nos puedan servir a los hombres y mujeres de fe a vivirla con plenitud y alegría. EL mundo intelectual puede ser el fermento en la masa en temas como los derechos humanos, la resolución de los problemas como el hambre, el contener y sacar a los jóvenes que son víctimas de la droga, en una educación que nos incluya a todos y no nos separe cada vez más entre pobres y ricos.

La separación de la Iglesia del estado, en aquellos países que todavía persiste el vínculo. Al no asociarnos a los gobiernos de turno nos va a permitir ser libres en las opciones y en las denuncias. Los miembros de las comunidades podemos acompañar políticas públicas que lleven a cabo las administraciones gubernamentales, siempre en tanto y en cuanto no contradigan el respeto por el ser humano, por su autonomía y su libertad. En este punto quizás deseo agregar que percibimos muy fácilmente cuando la iglesia-institución se adhiere a gobiernos militares golpistas; pero a veces no somos críticos de la misma manera cuando adherimos a gobiernos progresistas que terminan siendo populistas. Es un problema que muchos colectivos cristianos no pueden despegarse de estas democracias populares que terminan siendo selectivas y excluyentes, en América Latina lo estamos viviendo.

La Teología de la Liberación debe seguir haciendo su autocrítica, leer aquellos textos, de un hecho que pasó entre muchos como desapercibido, cuando ambos hermanos Leonardo y Clodovis Boff sostuvieron un interesante debate sobre la revisión de los temas alcanzados por dicha Teología.

Hoy nos podemos nutrir de diversas espiritualidades que pueden enriquecer la nuestra, pienso en la de nuestros pueblos originarios, en la africana y todas las formas de diversidad y pluralidad de los movimientos asiáticos, por ejemplo los hermanos monjes de Birmania y su lucha por la liberación de su pueblo.
Espiritualidades que nos hablan de una nueva relación con la naturaleza, con el medio ambiente que nos rodea y con formas de ver y expresar nuestra vida interior.

Un acercamiento a los jóvenes, una escucha a sus problemas concretos, incorporando sus formas nuevas de hacer música, de vivir el arte, de compartir la vida a la liturgia, a la sacramentalidad y al compromiso por aquellos que más sufren en este mundo.

Podría generar otros temas más intra y extra eclesia. Pero cada uno y cada una podrán ir soñando y aportando los suyos.

Por último, quiero rescatar algo que escribí en forma muy rápida. Benedicto escribió tres libros sobre Jesús de Nazaret (no conozco el sustento exegético de los mismos, simplemente porque no los he leído), pero me parece que sin querer señaló una pista que nos puede ayudar a caminar como profetas y contemplativos.

Volver al EVANGELIO. Es el agua clara y pura en la cual todos podemos abrevar, recordemos que el Vaticano II hizo algo importante, devolver la Palabra de Dios al Pueblo, a nosotros.

Gestos como el del samaritano, de detenerse, curar, compadecerse y encargarse del otro, del herido, del lastimado, del ultrajado, del arrojado, nos ayudan a ver donde debemos caminar como cristianos y miembros plenos de nuestra Iglesia.

La mirada hacia Dios nos habla de un cristiano que contempla, que va rumiando la vida y la Palabra, la va haciendo cargo-asumiendo en la vida, como verba pero especialmente como res. Un trabajo que vaya gestando la fraternidad, el encuentro, la reconciliación, el perdón junto a la justicia, la justicia junto a la verdad y por sobre todo la caridad, el amor –principio y fin- de nuestra vida.

Como peregrinos para ser fieles a nuestra vida, conociendo las caídas que tenemos como seres humanos, nos debe animar la esperanza. Ser mujeres y varones contemplativos y profetas, pero con esperanza animada
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Seguimos peregrinando...Sergio, laico.
(Reflexiones escritas luego de la renuncia de Benedicto XVI. Luego de la elección del Cardenal Jorge Mario Bergoglio sj decidí que fuera una Carta Abierta a la Esperanza)

miércoles, 6 de febrero de 2013

EL RATÓN PÉREZ....




Siempre me surgen preguntas sobre la figura del ratón Pérez.
Algunas reflexiones sobre este personaje que nos acompaña desde pequeños a todos.
León Gieco no lo incluyó en “Bandidos rurales”, por lo cual deducimos que el ratón Pérez no era un bandido.
No ocupó ni ocupa cargos públicos, por lo cual podemos deducir que es alguien honesto.
¿Es argentino?, ¿es extranjero?, ¿de dónde viene? y ¿adónde vive?
Nunca el ratón Pérez me trajo una moneda ni un billete en mi infancia.
Por eso he decidido a iniciarle una demanda a dicho ratón. En primer término he interpuesto una medida cautelar para que no se toquen los ahorros que debe tener el ratoncito en varios bancos y cuevas de nuestro país. Si es apelada seguiré y pediré la aplicación del per saltum para que la Corte intervenga rápidamente sobre un tema tan sensible a mi vida como es tener las monedas que el ratón Pérez me debe desde hace más de 40 años.
Inicialmente tiene un apellido común que fue imposible encontrar en la guía la dirección y el teléfono de dicho sujeto. Lo intenté, pero después de llamar al décimo Pérez aborté la misión por inhumana.
Luego me pregunto por qué usa el apellido de Pérez y no el de Rodríguez, Maritano, Belsunce o tantos otros. Cerca de casa había un comisario de apellido Pérez que se jactaba que durante su mandato había desbaratado todas las bandas de juegos clandestinos. Un vecino lo dejo hablar y contar sus andanzas como brazo armado de la ley. Cuando terminó le dijo: solo le faltó una. ¿Cuál? respondió el ex-comisario Pérez: la que había en mi casa o sea la que estaba al lado de la suya. Hecha la ley, hecha la trampa, me surge escribir.
Cuántos ratones Pérez hay ¿uno?, ¿diez? ¿mil?. A veces pienso que todos somos el ratón Pérez. En Argentina que tenemos la costumbre de poner: Todos somos…..maestros, aerolíneas,….no sería loco que aparezca una pancarta que diga: TODOS SOMOS EL RATÓN PÉREZ.
En mi caso no apareció ninguna chirola (moneda en piamontés básico). Ni una moneda. Ni un billete.
Bueno en verdad en esa época las monedas o chirolas eran mucho más accesibles que los billetes.
La única moneda de un peso que había en casa se la tragó mi hermano. El médico –tan miserable- se la llevó para mostrarla en los congresos de su materia porque sino nadie le creería que había sacado de la garganta de un infante una moneda tan grande –la de un peso era tan grande que parecía la luna llena-.
Será que el ratón no sabía bien mi dirección, quizás. Aquí le cabe el “beneficio de la duda”. Además soy respetuoso del principio: “todo ratón es inocente hasta que no se demuestre lo contario”. Será justicia. ¿Será justicia en Argentina?
Del campo me trajeron a la ciudad, de la ciudad me cambiaron una vez de casa o sea que fuimos a otra dirección y luego volvimos a la misma casa anterior, pero en realidad no era la misma.
Sí, lo que pasaba es que seguíamos usando Juan B. justo 748, pero ahí vivían mis abuelos y tíos, nosotros vivíamos en el 742, o sea atrás, -¿pero cómo, no vivían al lado?,- bueno sí, debería ser al lado, pero en el caso nuestro era en el terreno del fondo. -¡Ah! ¿Sobre el terreno vivían? –No, construyeron una casa. La casa vive todavía y los ratones se escapan. Ahora la casa de mis abuelos es un negocio dónde venden todo para la decoración de cumpleaños, para la realización de tortas o sea que es muy factible que el ratón ahora sí se encuentre en ese lugar. Además todos los vecinos se fueron o se murieron por lo cual si hay casas abandonados es más factible que los ratones bailen todo el día y canten, y Pérez sea el que banque la festichola, o sea ¡con mis monedas!
-¿Cómo que se escapan?, sí, de la casa de 748 y quieren ir al 742. Posiblemente sea para no traerme las monedas que me corresponden por ley por los dientes de leche caídos.
Porque en verdad se me cayeron los dientes de leche, y eso que de chiquito habían destinado una vaca a mí.
¿Cómo una vaca a Ud.? Si cuando vivíamos en el campo, mi familia sacaba la leche de una vaca cuidada como una princesa y su producto  era destinado a  mí alimentación. ¿cómo se habrá llamado esa vaca? bueno a la distancia le pongo Aurorita, total es lo mismo.
Luego cuando tenía mis dientes – los otros también eran míos, pero me los afano el ratón Pérez –ratón sinvergüenza, ladino.  Me quedaron otros dientes que también me los sacaron porque parece que el agua no era buena. Si el agua venia de villa María, que hijos de puta estos de Villa María, mandaban agua que me rompían los dientes. Lo más triste es que para que me sacaran estos dientes tuve que pagar.
Si me los saco un y una dentista. Si los Manfrediii. Años después me di cuenta que sabían de ortodoncia menos que yo, pero los dientes ya no los tenía, ni a quien reclamarle porque se separaron los dentistas.
Posiblemente ahora que lo pienso el ratón Pérez no seré ese ministro pelado que usa el apellido de un caballo. El vivía en San Francisco. No habrá sido él el famoso y desgraciado ratón Pérez. Quizás. Si años después “garco” a millones de argentinos y los dejo sin un mango y a los poco vivos quedaron para el psiquiátrico. Pero no, esta tesis no me parece sustentable.
Si lo agarro a eso ratón lo reviento a patadas.
Con una moneda podría haber comprado más caramelos en lo de la morocha y el morocho Gervan que tenían despensa y un almacén en la esquina de Larrea y Juan B. Justo.
Siempre me traía caramelos media hora. Otro gran fraude. Nunca me duraron media hora. A lo sumo 10 minutos. Que estafadores son los ratones argentinos.
Ni siquiera los caramelos duran lo que dicen y eso que son para los niños. Años de psicólogo y hasta la actualidad me sigo comprando los caramelos “media hora” y con el reloj en mano voy llevando en una planilla cuanto tiempo duran. Lo máximo hasta el momento es de 19 minutos como variable sustentable. Solamente para el Indec duran media hora.
Con una moneda podría haberme comprado una factura en la confitería “Las Palmas”. Era una confitería carísima. Cuando te podías comprar algo ahí, los amigos del barrio te decían: “che vos sos hijo de rico o donde afanaste”. Y te respetaban los vagos.
Sino siempre los huesitos de Marchesini –era una panadería del barrio. Y dale con los huesistos. Parecíamos mascotas en mi casa. Claro el Bochita –mi primer perrito- se había muerto de moquillo. Bueno años después me entere que hubo que sacrificarlo. Porque Aimaretti –el veterinario- nada podía hacer.
Todavía queda la cucha del Bocha. Para que mierda dejaron la cucha del perro si los perros que vinieron después en otro lugar. No quiero perderme, porque sino se me escapa lo del ratón Pérez.
No importa estoy decidido en dar inicio esta demanda.
Aunque me paguen con bonos de la deuda, los acepto, me sumo al canje que propuso Lavagna. ¿Cómo lo sé? en todas las radios hoy hablan de la misma boludez. Pero actualizando el tema debería sumarme a los fondos buitres, ir al juez Griesa o bien intentar embargar algo del estado.
Yo no “garparia” nada y le diría a los bonistas y a los buitres que se lo cobren al ratón Pérez.
Que quede bien claro que quiero cobrar mis monedas, no quiero ejercer violencia, estoy dispuesto a aceptar un acuerdo extra-judicial….pero mi alcancía sigue vacía y llorando por las chirolas que tendrían que engrosarla…así que RATÓN PÉREZ paga MI DEUDA porque los dientes ya te fueron entregados en tiempo y forma…

jueves, 20 de diciembre de 2012

FELIZ NAVIDAD Y BUEN AÑO NUEVO 2013....

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POR FAVOR: PERMITANME DUDAR….
 
En estos días pensaba en escribir algunas palabras con motivo de la Navidad y el fin de año. Asomaban muchas ideas, pero tenían su ocaso muy pronto. Sin embargo, hoy, Beba, una amiga sabia e inteligente, me comentó que había escrito un cartel que hablaba de la importancia de dudar. Ahí tuve una revelación de que sería un buen tema para incluir en este saludo festivo.
Nadie –medianamente informado y pensante- puede dudar que la violencia, cuyo espiral ha comenzado hace tiempo, es un elemento de la actual Argentina. Violencia política a la que le pondría de nombre “la política del barrabravismo”. Ejemplificarla seria una pérdida de tiempo por la cantidad diaria de hechos que se suceden.
Violencia ciudadana, desde pequeños hechos como un cruce de coches hasta los innumerables hechos de destrozos, saqueos, tomas, festejos sin ningún tipo de control o sea de seguridad para aquellos que no participamos de ninguno de esos hechos y por resguardo de la integridad física de los que lo generan.
Violencia en el fútbol, dónde nadie le ha puesto –por intereses varios- los cascabeles a los gatos, es más, lo han exacerbado y felicitado desde las instancias del mismo poder.
Violencias en las iglesias. Pastores y laicos que toman partido por un bando u otro, excluyendo a los otros que no piensan o actúan de la misma manera. Aquellos que tendrían que tender puentes de diálogo, de encuentro, actúan en contrario. Muchas fraternidades, grupos y comunidades actúan sectariamente. Descalifican a los otros, no solamente de palabras, sino también con hechos. El otro se lo ve en la dualidad como amigo o enemigo.
En colectivos, trenes, subtes, cines, teatros y visitas a casas diversas he escuchado lo mismo: “este año en los cumpleaños o en las fiestas no invitaré a tal o cual, porque siempre habla del mismo tema, no escucha otras voces y arruina el deseo o clima festivo que uno tiene sobre esa celebración”. Qué pena!, qué dolor! llegar a estas instancias.
Se multiplican los comunicados de personas y entidades. Uno escribe, el otro le contesta y así una catarata de palabras dónde nadie expresa el deseo de acercarse al otro como una tierra sagrada a caminar. El otro se ve como tierra a arrasar, a destrozar, a violar constantemente. Todos tenemos la verdad y no nos permitimos dudar.
¿Estará bien lo que pienso? ¿Estará en lo correcto lo que escribo? ¿Será así lo que digo a los demás con mis palabras? ¿Son mis hechos coherentes con lo que pretendo vivir? ¿Será mi pensamiento libre? ¿Pensaré con pluralidad y diversidad? ¿No estaré siendo incoherente con lo que celebro y lo que hago cuando dejo el altar? ¿Buscaré el bien común, de todos y de todas ó buscaré el bien de mi ombligo? ¿Estaré creando fraternidad o estaré actuando sectariamente?.
 
El pesebre me habla de destierro, de encuentro entre pobres, de puertas cerradas ante un matrimonio embarazado, de Reyes venidos de países diversos y lejanos, de pastores simples y sencillos que se quedaron sorprendidos ante la vida que asomaba en ese lugar rodeado de animales.
El pesebre me permite dudar de mis actitudes, de mis palabras, de mis gestos. El Pesebre me habla de apertura, de sencillez, de acogida, de vida, de misterio, de profunda humanidad. Humanidad profunda que me lleva poder hacer el ejercicio –no fácil- de abrir el corazón al otro-a, de tender las manos al distinto-a, de caminar junto a aquel-la que no considero mi compañero-a o amigo-a. De ser fraterno con aquel-la que no comulga con mis ideas, con mis actos, con mi persona.
Estimados amigos, amigas, compañeros, compañeras es mi deseo –algo que vengo ejercitando desde hace tiempo- que se permitan dudar….es un buen signo de crecer, de salir del propio centro hacia otras periferias, de abandonar nuestras seguridades (celebrativas, ideológicas, políticas, religiosas, familiares, etc.) en busca de otros misterios, que quizás nos ayuden a ensanchar el corazón y el espíritu.
En el pesebre de este año estará el nombre de cada uno/a de ustedes, a los cuales les ha llegado el mensaje. Hasta he dudado de enviar este mensaje, sin embargo pensé en la riqueza de sus personalidades, en su compromiso por la vida, en su entusiasmo por recrear una sociedad inclusiva, abierta y con una mesa donde todos celebremos y por eso me atreví a enviárselo.
FELIZ NAVIDAD Y UN BUEN AÑO 2013 para que sigamos cumpliendo nuestros sueños, nuestros anhelos….el dudar y el misterio nos enriquecen…con afecto, Sergio.
Les regalo una hermosa canción…

jueves, 18 de octubre de 2012

25 AÑOS DEL I.S.C. PALABRAS DEL PROFESOR ARMANO



DISCURSO: BODAS DE PLATA DEL INSTITUTO SANTA CRUZ

Es muy grato para mí dirigirles la palabra. Me gustaría, además, ya que la concurrencia es altamente calificada, nombrarlos uno por uno, como se estila en estos tipos de mensajes,  pero  aceptando ya la sola presencia de ustedes –desde el primero hasta el último-, corro tranquilamente el albur de considerarlos  amigos, y por lo tanto, respetados y respetables. Eso lo aprendí a lo largo de 21 años de convivencia con los pasionistas.
Puedo, entonces, iniciar la charla diciéndoles: señoras y señores, bienvenidos a la esta Iglesia, bienvenidos al Instituto Santa Cruz

Del tímido adolescente que regresando de la Escuela Normal Mariano Acosta hacia su hogar se detenía frente a la iglesia de estilo gótico-normando, circunscripta por una fronda verde, inusual en la ciudad porteña y que, de tanto en tanto, ingresaba a este mismo lugar para reavivar la fe, a través de la luz policromada del atardecer que dejan filtrar los vitrós iluminando la gran cruz, queda un recuerdo indeleble. Y del joven maestro con su impetuoso entusiasmo que gracias a una colega pudo pertenecer al cuerpo docente del Instituto, aparece un hombre maduro de 45 años, hace muy escasos días cumplidos, que está acá, hablándoles para conmemorar las bodas de plata de un colegio. Sí, a pesar de todo también la felicidad, a veces, no es generosamente concedida. Hoy, yo me siento feliz.

En este apretado hacecillo de referencias y emociones quisiera rescatar dos cosas fundamentales. La primera, una anécdota: el colegio estaba en obra. Al final de cada receso escolar de verano, se lavaba a fondo los corredores y el pasillo de ingreso. Ese día un hombre, con movimientos enérgicos, escurría el agua hacia la salida. El secador iba y venía a ritmo casi febril. Una señora, elegantemente vestida, esperaba en la futura puerta de acceso. El señor, sin detener su compás, le dijo: “córrase que si no la voy a mojar”- La dama, un poco molesta, cumplió con lo indicado, aunque no guardó la distancia necesaria. 

Fue así como algunas gotas de agua mancharon sus brillosos zapatos. Pero también la mirada incriminatoria de la señora detuvo la marcha en  aquel buen hombre. Aceptadas las disculpas del caso, la dama manifestó con cierta suficiencia: “busco al Padre Carlos por una vacante para mi hijo”. El hombre, inalterable, le respondió: “vaya a esa salita y  espere...que me seco las manos y la atiendo”.
Creo que lo narrado basta para pintar de cuerpo entero al Padre Carlos O´Leary.  Tesonero; educador de voluntades – así nos formó- y sobre todas las cosas trabajador incansable –no es metafórico: en muchas oportunidades, colocó ladrillo sobre ladrillo. Su insistencia, legada tal vez de sus ancestros, permitió la construcción del Instituto. No dudo, entonces, en llamarlo el hacedor, el de la etapa fundacional: en suma el Constructor.

El tiempo continuó su marcha.

La segunda cosa por destacar es más que un detalle: “La escuela no es un comité ni un club de fútbol”: de esa manera se presentó el Padre Marcos Perdía y se dedicó a definir espíritus. Co su bonhomía especial comenzó a cincelar las voluntades ya preparadas anteriormente;  lijar aristas, a convertirnos en protagonistas de nuestro desarrollo y de hallar pautas para el accionar social, logrando educadores cristianos comprometidos con el catolicismo y enfocando a la educación como la re-creación de la creación divina. Labor ardua que inició hace pocos años y que ya detectamos como fructífera. Su actividad la sintetizo como la concerniente a un cincelador.

Y ahí van, el Constructor y el Cincelador en medio de todos; de los que fueron y ya no están, ejemplarizados en Marta  Ramayo, en Rafael González, en Domingo Severino, en don Pedro Guaragna. Entre los que pasaron. Y con nosotros: docentes, administrativos, personal auxiliar, de cocina y directivos, tripulado este buque que sorteó tiempos tormentosos, donde algunos adjetivos extemporáneos e injustos no llegaron ni siquiera a salpicar la cubierta; serenos, además, porque no teníamos nada que ver. Navegamos también con bonanza y en aguas encrespadas, guiados  siempre por la luz del faro y sin brújula, ya que la luz es la de Cristo y el sextante, la comunidad de padres, niños y jóvenes que nos responde y anima, año tras año.

Por eso, considerando a Dios hecho hombre para salvarnos, la docencia como decía Charles Péguy : “El oficio  más bello el mundo, después de la paternidad es el de maestro de escuela y el de profesor”, y como fin la formación de niños y adolescentes, creemos estar satisfechos por haber cumplido el primer cuarto de siglo, pues no fue en vano.
Un capítulo aparte merece el colegio: enclavado en la esquina de 24 de Noviembre y Estados Unidos se yergue moderno, irradiando su sombra figurada más allá del barrio. De los ladrillos a la vista y de la empalizada de madera de otrora surge hoy, la mole de cemento firme que determina una sólida construcción; amplia, luminosa, con espacios libres y cubiertos; con aulas ventiladas y funcionales, además de albergar  biblioteca, sala de música, laboratorio, sala de computación, gimnasio y capilla –resumiendo esta última el carácter confesional pero más que eso, el atributo espiritual que se le desea imprimir a la enseñanza, tomando al vocablo como “la formación integral, armónica y permanente de las cualidades humanas”, según el documento de Educación y Proyecto de Vida.

Realmente, tarea ciclópea construirlo.

Aquí me detengo y voy a formular algunas preguntas que se las transfiero: podría haber subsistido tantos años el edificio, sin alma y sin sentimiento? Perdurará, a lo largo de otros tantos años –muchos más es mi deseo- sin el calor humano? Los colegios, centros de cultura y creadores de comunidades, tendrían razón de ser, si no existiesen aquellos que le dan aliento pero el aliento bíblico, que es el don de la vida? Para mí, las respuestas son, en su totalidad, negativas. Entonces, quiénes serían los encargados de v brindar lo antes mencionado? En este caso la respuesta es unívoca: los docentes –maestros y profesores. 

De allí que, en esta mañana, los quiera rescatar del anonimato permanente, aunque sea sólo por breves segundos, para colocarlos en la cima de la conmemoración y agradecerles por lo hecho para que el aliento de vida sea realidad y, como consecuencia poder afirmar yo, que el Instituto Santa Cruz no son las bellas paredes y su arquitectura sino son ellos los forjadores de estos jóvenes pero experimentados  25 años.

Espero sepan disculpar, disimulando, la presente evocación personal que se aparta de las reglas literarias tradicionales.  Pero cuando me advirtieron que sería el encargado de escribir el discurso y leerlo, surgió inmediatamente este esquema y resolví  plasmarlo tal cual, pues otro no hubiera podido hacer. O éste o ninguno, fue la voz de mi conciencia.
Decisión que me permite, ahora parafrasear a un gran escritor argentino: el hombre que soy, volverá a ser maestro, casarme y tener hijos y trabajar, nuevamente,  junto a los Padres Pasionistas en el colegio de su Congregación.
De lo expresado, sugiero hagan un paréntesis, y retomen las palabras iniciales: amigas y amigos, bienvenidos  al Instituto Santa Cruz, en sus festejos de los 25 años de labor.
Muchas Gracias.

Pedro  L. Armano
Vicedirector de la Sección Primaria.
Foto tomada el 13 de octubre de 1981. Pedro con guardapolvo blanco